El espectáculo no siempre debe continuar
El espectáculo debe continuar, dice la canción. ¿Estamos seguros? ¿Existe realmente una demanda social para que un fútbol cercenado (sin público) nos vuelva a entretener o se trata solo de salvar el negocio?
Desde el confinamiento, uno, quizás equivocadamente, no nota el clamor por el retorno de la pelota ni siquiera entre los más adictos. El contador de muertos al que nunca deberíamos acostumbrarnos nos desanima terriblemente y recurrimos a productos enlatados para distraernos, benditos sean Netflix, HBO, periódicos, libros y demás inventos. Pero el fútbol requiere de un compromiso emocional para el que no sé si estamos preparados. ¿Goles con gradas desiertas? ¿Celebraciones intensas? ¿Tenemos realmente ganas de fingir emociones que nos recuerden a toda prisa quiénes éramos antes del coronavirus o guardamos unos meses más de luto?
Es extraño asistir a la apresurada planificación de la Liga, a las reuniones con la Federación y el CSD para reanudarlo todo. Se jugará en julio, en agosto, hay que acabar lo que se empezó, nos dicen. Los magnates de televisión desfilan por los medios y nos recuerdan los millones que se dejarán de ingresar si esto se detiene, como si todos los demás no estuviéramos perdiendo, fuéramos invisibles. Aquí pierde todo el mundo, señores. (Ojo con perpetuar modelos que ignoran al espectador presencial, aprovechando las circunstancias).
El espectáculo debe continuar. ¿Seguro? La semana que viene los futbolistas pasarán los primeros tests (serán privados: ¿no son más necesarios ahora en otros ámbitos?), después entrenarán y finalmente jugarán partidos, nos aseguran. Ojalá los contagios se detengan de repente, sea descubierta una vacuna mañana y nos abracemos los unos a los otros en las calles poseídos de pronto por el fervor de una comuna hippie, pero no tiene pinta.
Es tiempo ahora de iniciativas como la del Barcelona, club de timón errático que esta vez ha acertado. Aun manejando informes internos que dicen que dejará de ingresar esta temporada de 150 a 200 millones ha puesto en alquiler el nombre de su estadio para destinar el dinero a detener el coronavirus. A eso debería entregarse ahora el fútbol.