La Reina Roja
Tras semanas de reclusión, y ya con los primeros atisbos de mejora en el horizonte, parece del todo pertinente extraer algunas lecciones de la catástrofe. En particular, porque nuestra preocupación va a virar muy rápidamente: de la epidemia sanitaria a la severa crisis económica en la que nos estamos adentrando.
Los biólogos saben que virus y humanos forman una extraña pareja de evolución conjunta. Lo ilustra la hipótesis de la Reina Roja, una metáfora extraída de Alicia a través del espejo de Lewis Carrol: cuando la niña encuentra corriendo a la Reina de picas, y se suma a ella, se sorprende de no avanzar. “Lógico –responde el naipe–, el paisaje se mueve con nosotras”. Esta fábula, popularizada por Matt Ridley en su The Red Queen: Sex and the evolution of human nature (1993), implica que cualquier avance será transitorio: siempre emergerán nuevas mutaciones o virus que habrá que combatir. De hecho, la historia está puntuada de esa inacabable batalla. Entre la literatura que la analiza, les recomiendo The fate of Rome. Climate, disease & the end of an empire de K. Harper (2017) (traducción española de 2019), que ofrece una visión del declive romano particularmente relevante: sería el resultado de los estragos de epidemias derivadas del auge globalizador del imperio, verdadero hub entre Oriente y Occidente y entre el África subsahariana, el Oriente Medio y Europa.
El coronavirus nos ha recordado que las pandemias no son del pasado, sino de un hoy en el que se suman, además, factores que facilitan su severidad: globalización rampante, aumento poblacional mundial y envejecimiento creciente en nuestras sociedades. Dado que esta tríada continuará con nosotros, no deberíamos relegar al baúl de los recuerdos las enseñanzas de esta crisis. Y ello, al menos, en tres críticos ámbitos.
En sanidad: reversión de los efectos de recortes o privatizaciones y, en el medio plazo, aumento del gasto de las administraciones públicas. En dependencia: reforma del modelo residencial, incremento de plazas públicas, vinculación de ámbitos sociales y sanitarios y puesta al día de una ley de Dependencia que merezca ese nombre. En investigación: inmediata corrección de la intolerable jibarización del presupuesto en las universidades, dónde aquella se realiza mayoritariamente. Como pueden ver, todo comportaría aumentos del gasto público. Y ahí es dónde duele. Porque, ¿cómo pueden financiarse adecuadamente estas necesidades con ingresos a la cola de la UE? No lo creo posible: como mediterráneos y católicos del sur, parecemos refractarios al aumento de la recaudación, sea reduciendo el fraude, cegando los mecanismos legales de evasión impositiva o aumentando la presión fiscal. Porque, no vayamos a olvidarlo, cuando el tsunami de la Covid-19 se retire, el paisaje que emergerá será desolador: una deuda pública cercana al 130% del PIB como mínimo. Entonces, superados los terrores de la pandemia, y olvidados los arrepentimientos y buenos deseos de hoy, ¿quién le pondrá el cascabel al gato?
Cuando el tsunami de la Covid-19 se retire, el paisaje que emergerá será desolador