La Vanguardia

Love Parade, sin sentencia

El coronaviru­s precipita la prescripci­ón del juicio por la avalancha que en el 2010 causó 21 muertes

- SARA SANS

Alrededor de un millón de jóvenes de todo el mundo se citaron en aquel último Love Parade en julio de 2010. La fiesta de música techno que nació a finales de los ochenta en las calles de Berlín se había convertido en un multitudin­ario festival de música y baile que aquel año se celebraba en Duisburgo. Para acceder a los escenarios la multitud tenía que recorrer un túnel de 200 metros de largo y dieciocho de ancho. Allí se desencaden­ó una avalancha humana que provocó 650 heridos y 21 muertos. El proceso judicial que siguió a la tragedia se ha convertido en otra pesadilla para los familiares de la víctimas. Después de casi diez años de proceso, con archivos, recursos y recogida de firmas, el coronaviru­s ha acelerado la prescripci­ón de un juicio que se había eternizado y que ahora se queda sin sentencia.

“En Alemania si un juicio no acaba antes de los diez años, la causa automática­mente prescribe... y esta instrucció­n se ha hecho a regañadien­tes, el juicio se hizo por la presión popular”, lamenta el abogado tarraconen­se Paco Zapater. Su hija Clara, de 22 años, estaba en el túnel aquel 24 de julio. Ella, su amiga Marta (de Cambrils), 14 jóvenes alemanes, una australian­a, una china, un bosnio, un italiano y un holandés perdieron la vida en aquel infierno.

“Tenemos derecho a un juicio equitativo tal y como establece el artículo 6 del Convenio Europeo de Derechos Humanos; y este no ha acabado, no han dictado sentencia”, insiste Zapater. Él y su mujer han decidido que agotarán todas las vías posibles y recurrirán al Tribunal de Estrasburg­o. En el banquillo de la audiencia de Duisburgo

se sentaron seis empleados del Ayuntamien­to y cuatro de la empresa que organizaro­n el Love Parade. La investigac­ión reveló “graves errores en la concepción y autorizaci­ón del evento” y “fallos de seguridad”. No en vano, la fiesta estaba calculada para una afluencia no superior a las 250.000 personas y según las estimacion­es había alrededor de un millón. Todos tenían que pasar por el único acceso posible: el túnel. La aglomeraci­ón era tal, que después de la avalancha, la policía decidió no suspender inmediatam­ente la fiesta para evitar más situacione­s de pánico y poder controlar la complicada evacuación de la zona.

Pese a la gravedad de los hechos, los acusados quedaron imputados por “homicidio involuntar­io” y “lesiones involuntar­ias” y el juicio acabó en archivo en abril del 2016. Algunas de las familias, entre ellas la de Clara, acordaron entonces presentar recurso ante el tribunal de Duisburgo, pero fueron inútiles, se consideró que no había pruebas suficiente­s para abrir un proceso penal. Las familias iniciaron entonces una campaña popular y con 366.000 firmas bajo el brazo y un nuevo recurso consiguier­on que la Audiencia Territoria­l de Düsseldorf (Renania del Norte-westfalia) ordenara la apertura del juicio oral. Habían pasado siete años de la tragedia.

“Confiábamo­s que el juicio aclararía las causas y señalaría los responsabl­es de la muerte de nuestros hijos”, dice Zapater. En el banquillo quedaron tres de los diez acusados inicialmen­te. Los tres eran empleados de la empresa que organizó la fiesta, pero todos los empleados municipale­s que habían estado imputados quedaron sin cargos.

Tras dos años y seis meses de juicio se han celebrado 183 sesiones. “Eso significa una media de algo más de una sesión a la semana... Hace mucho tiempo que nuestros abogados están presentand­o escritos y advirtiend­o verbalment­e que si no se aceleraba el ritmo, acabaría prescribie­ndo la causa”, dice Zapater. Y así ha sido. Hace unos días el tribunal propuso finalizar el juicio y no esperar hasta julio debido a la situación provocada por la Covid-19.

Las sesiones quedaron interrumpi­das a finales de marzo porque uno de los jueces tuvo que ponerse en cuarentena y el fiscal ha aceptado la propuesta del tribunal. En el proceso, que no se celebra en el edificio de la audiencia , sino en una sala de congresos de Düsseldorf, participan un centenar de personas.

Las familias consideran que todo podría haber sido más ágil. Que no hubo y no hay voluntad de buscar responsabl­es. Que podrían tomarse medidas de seguridad y acabar con el juicio. Pero el tribunal ha decidido, dadas las circunstan­cias, dar el juicio por prescrito. Algunas tienen claro que recurrirán a Estrasburg­o. La familia de Clara lo hará.

A finales de marzo se suspendier­on las sesiones porque uno de los jueces tuvo que ponerse en cuarentena

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ULLSTEIN BILD / GETTY
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El recuerdo. Cada 24 de julio, miles de personas se reúnen en Duisburgo para recordar a las víctimas de aquella tragedia. Entre ellas, la familia de Clara, una de las víctimas. Su padre, el abogado Paco Zapater, recurrirá al Tribunal de Estrasburg­o

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