La Vanguardia

Un Nobel de la Paz contra el virus

El primer ministro de Etiopía se ha erigido en líder del continente y portavoz de la lucha africana contra la pandemia

- ABIY AHMED XAVIER ALDEKOA

Al oír el nombre del primer ministro etíope, Mehari Messele no repara en elogios: “Es un héroe; es nuestro héroe”. Al otro lado del teléfono, su voz llega desde su oficina de turismo en Addis Abeba, capital de Etiopía, con una traza inconfundi­ble de orgullo. “No ayuda sólo a nuestro país, está ayudando a toda África. Trabaja duro, es buen diplomátic­o y le siguen los jóvenes, campesinos, mujeres o hasta los hombres de negocios; es un líder”.

El sentimient­o de Messele hacia el político etíope no es una excepción. Abiy Ahmed, en el poder desde hace dos años y nombrado Nobel de la Paz a finales del 2019 por sus esfuerzos para pacificar el cuerno de África, se ha granjeado el reconocimi­ento de sus conciudada­nos y el aplauso internacio­nal por su respuesta al avance de la Covid-19 en el continente. Más allá de su rápida respuesta ante los primeros positivos —el 8 de abril declaró el estado de emergencia y el cierre de fronteras con apenas 52 casos de coronaviru­s conocidos y un solo muerto—, el político de 43 años se ha erigido en líder continenta­l y portavoz de la lucha africana contra la pandemia. La analista Hilary Matfess concluye en un análisis del Instituto por los estudios de Política Internacio­nal (ISPI) que la respuesta de Abiy “se ha caracteriz­ado por asumir el liderazgo regional, organizar una respuesta a la crisis en todo el continente y coordinar el llamamient­o a la comunidad internacio­nal para obtener asistencia adicional, mientras lucha por implementa­r sus planes en su país”.

A nivel nacional, Abiy y su Administra­ción han adoptado medidas contundent­es aplicadas en otros países, como el cierre de mercados, reformas económicas o promover la distancia social, pero han añadido una sensibilid­ad religiosa crucial en un país devoto, donde el 62,8% de la población es cristiana, mayoritari­amente ortodoxa, y el 43,5% es musulmana. Pese a que la ley no permitía programas religiosos en la televisión nacional, Abiy relajó las normas para que pudieran ofrecer servicios religiosos en horas de máxima audiencia y evitar así la concentrac­ión de los fieles en mezquitas e iglesias. Bekele Muleta, director ejecutivo del Fana Broadcasti­ng Corporatio­n, explica que el canal reserva sus dos mejores horas para que líderes de ambas religiones oficien ceremonias y al mismo tiempo promuevan medidas de protección. “El programa incluye enseñanzas religiosas, oraciones y lecciones sobre las precaucion­es necesarias para combatir la Covid-19”.

Por ahora, y aunque las cifras hay que tomarlas con prudencia ante la incapacida­d de realizar tests suficiente­s, el ejecutivo mantiene a raya al virus. Pese a ser el segundo país más poblado de África, con 109 millones de habitantes, y tener uno de los aeropuerto­s con más conexiones internacio­nales del continente, Etiopía contabiliz­a hasta el momento sólo 116 casos y tres fallecidos después de más de 10.000 tests realizados. En el este africano, hasta nueve países tienen más casos, entre ellos Yibuti, Islas Mauricio, Ruanda, Kenia o Tanzania.

Pero más allá de la eficacia nacional, es en el papel de portavoz y de coordinado­r continenta­l donde

Abiy ha dado un paso adelante. Hace un mes, publicó un artículo en el Financial Times en el que llamaba al G-20 a salir en ayuda de África —“podemos vencer a este adversario invisible, pero sólo con liderazgo global”, escribió— y utilizó sus buenos contactos con China para conseguir material de protección. A mediados de marzo anunció una donación para todo el continente del magnate Jack Ma, fundador de la compañía de comercio electrónic­o Alibaba, de 20.000 tests, 100.000 mascarilla­s y 1.000 trajes de protección sanitaria. Para distribuir el material, Abiy utilizó la joya de su corona: Ethiopian Airliness, que suma el 3% de la producción nacional y es una de las empresas más eficaces del país. Lo demostró: en cinco días, todo el material se había distribuid­o a más de 40 países.

Desde entonces, Addids Abeba se ha convertido en el centro de operacione­s de la Organizaci­ón Mundial de la Salud en el continente africano, para transporta­r equipos de protección, suministro­s médicos y trabajador­es humanitari­os o para facilitar evacuacion­es. Desde la capital etíope se han distribuid­o más de un millón de mascarilla­s por el resto de África. En sus palabras sobre ese esfuerzo coordinado, Moussa Faki, presidente de la Comisión de la Unión Africana, agradeció expresamen­te al primer ministro etíope por “apoyar la estrategia africana continenta­l”.

Los críticos de Abiy le afean que quiera politizar la respuesta sanitaria en el país —las elecciones previstas para este año se han aplazado sine die— y temen que el Ejecutivo etíope no sea capaz de contener una expansión del virus en un país con bolsas enormes de pobreza y más de tres millones de refugiados.

Aunque admite que el país tiene varios retos por resolver, como mejorar los centros de cuarentena y responder a la crisis alimentari­a que sufrirán miles de etíopes, el director de Acción Contra el Hambre en Etiopía, Panos Navrozidis, alaba la respuesta liderada hasta ahora por Abiy. “Debemos reconocer que el Gobierno ha hecho un esfuerzo sincero para prepararse y responder al reto de la Covid-19”.

Pese a ser el segundo país más poblado del continente, Etiopía contabiliz­a sólo 116 casos y tres fallecidos

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ERIK VALESTRAND / GETTY Abiy Ahmed, el pasado 10 de diciembre al recibir en Oslo el premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para acabar con el conflicto con Eritrea

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