La Vanguardia

Un ‘je ne sais quoi’ especial

- Quim Monzó

Al hacer encuestas los franceses tienen un je ne sais quoi especial. En vez de preguntar sobre los estados anímicos o si los políticos lo gestionan bien, les preguntan por la ducha. El miércoles Midi Libre publicó los resultados del sondeo que ha hecho el Instituto Francés de Opinión Pública. El titular es explícito: “Manos limpias pero slips sucios”.

Las conclusion­es son interesant­es. Antes del confinamie­nto el 76% de los franceses hacía una “toilette complète” al día. Desde que nos encerramos ese porcentaje ha bajado al 67%. Los del estudio explican que la cosa va por sexos y por edades: “Esta ausencia de ducha cotidiana constituye un fenómeno sobre todo masculino, que afecta principalm­ente a los hombres mayores a los que las prácticas en materia de higiene les fueron inculcadas en una época en la que el confort sanitario de base (el agua corriente, el cuarto de baño, la ducha...) no era tan común”. Por término medio, el 61% de los hombres franceses declara tomar una ducha o un baño completo cada día. Las francesas lo hacen el 74%. Los hombres de menos de 25 años se lavan mucho más que los de más de 65 años. Y si están confinados solos o con alguien, las cosas también cambian. Los confinados solos se duchan menos que los que están confinados con alguien. ¿Y la ropa interior? Antes de la pandemia un 73% de los hombres se cambiaba de calzoncill­os cada día. Ahora sólo lo hace un 68%. Con respecto a las francesas, el 91% se cambia de bragas diariament­e. El 9%, no. Eso sí: siguiendo las indicacion­es, las manos se las lavan a conciencia. Pero el repliegue social hace que haya un relajamien­to considerab­le con respecto a la higiene corporal, sobre todo en las personas que viven solas. Si no debo causar buena impresión porque no tengo que encontrarm­e con nadie, ¿por qué tengo que ducharme y cambiarme de ropa interior cada día? Ni que fuera Josefina y mañana fuese a entrar Napoleón por la puerta.

Durante años se atribuyó a los franceses una condición de sucios que no sé si merecían. Supongo que arranca de aquella época borbónica en la que, a fin de no bañarse mucho, los aristócrat­as se maquillaba­n, usaban pelucas y utilizaban perfume para disimular su olor corporal. No sé si es verdad porque los que he conocido a lo largo de los años me parecen limpios y aseados. Pero sí que estaría bien que, para comparar porcentaje­s, el CIS hiciera, entre la población española, un sondeo parecido. Recuerdo las épocas prepandemi­a en las que entrar en el metro de Barcelona era un suplicio peor que este del confinamie­nto.

El repliegue social hace que haya un relajamien­to respecto a la higiene corporal

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