La pantalla indiscreta
Ahora que todo ocurre tras las pantallas, a veces me pongo presentaciones de fondo, voces que hacen compañía como la radio, pero hablando de otras cosas. El día de Sant Jordi esas voces se multiplicaron casi hasta la psicofonía: había autores hablando de sus libros en Youtube, en Instagram, en Zoom, en todas partes. El resto de la semana también hubo charlas entre escritores. Algunas, como la de Eduardo Mendoza y John Carlin, tuvieron más de trescientas visitas. Carlin recordaba que poco antes del estado de alarma seguramente respiraron juntos “mogollones de virus” desde el descapotable de Mendoza, y él respondió que los virus suelen ir en transporte público. Para ellos, el confinamiento no ha resultado un cambio de vida radical, pero Carlin echa de menos salir a tomarse un vinito después de pasarse el día escribiendo. “Ahora sabemos cómo será el futuro: unas máquinas trabajarán para nosotros y nosotros nos quedaremos en casa”, dijo Mendoza.
Pero más que el futuro, a Najat El Hachmi y muchas amigas suyas de procedencia musulmana, de familias inmigrantes marroquíes, esta situación les recuerda a un pasado muy cercano, y despierta sus fantasmas. Se lo contaba el lunes a Karmele Jaio, autora de La casa del padre (Destino): su madre sólo podía salir una vez por semana y para hacer la compra, los sábados por la tarde. “A las hijas de esas mujeres no nos encerraron igual, pero nuestras salidas tenían que estar justificadas”, decía la autora de Siempre han hablado por nosotras. “Odiábamos los días de fiesta, porque al menos los demás podíamos ir a la escuela; esto es como revivir esos veranos terribles, aburridísimos, en los que deseabas que te mandaran a hacer recados porque así podías salir”, y concluía: “Como las mujeres solemos asumir la tarea de los cuidados en el hogar (estar pendientes de los niños, etcétera), veo el peligro de que se nos vuelva a meter en casa”.
Jaio apuntaba que, en las épocas de crisis, se acentúan las discriminaciones y se ve quién está mejor o peor. “Es un buen momento para reflexionar sobre los derechos y recordar que hay que conquistarlos”, apuntaba. “Tenemos la fantasía de que cuando los consigues, están asegurados, pero no es así; siempre existe una amenaza, y la inercia de los valores que tiene esta sociedad aún nos lleva hacia atrás”. En este sentido, ambas coinciden en la importancia de la transmisión: es necesario conocer la historia para que la cadena de logros no se rompa.
Antes había hecho una escapada a Palafrugell, de la mano de Luis Campo Vidal que, en el canal Youtube del Círculo Ecuestre, habló con Iwona Maciejewska de La bañera de la rusa. El libro explica los orígenes de Cap Roig en la Costa Brava, con un 20% de ficción y un 80% de realidad, según el autor, que dedicó mucho trabajo a la documentación y verificación, hasta el punto de que casi se sacó la licencia para pilotar un pequeño bimotor. Al final optó por un dron, que tomó las fotos que aparecen en el libro. Nikolai Woevodsky y Dorothy Webster dedicaron cincuenta años de sus vidas, todo su dinero y sus ilusiones a construir un castillo y el que ahora es el jardín botánico más importante del Mediterráneo. El libro empieza en 1889, año en el que nacieron los dos (en San Petesburgo él, y en Londres ella), y recorre sus vidas en paralelo a través de la Rusia de los zares y la sociedad victoriana, hasta que se encuentran y se embarcan juntos en esta aventura. “Es una historia de tenacidad y resiliencia, porque quieren recuperar una posición que han perdido”.
Dijo Leon Trotski que “quien desea una vida tranquila no debería haber nacido en el siglo XX”, recuerda Maciejewska. Y en el XXI tampoco. O sí, según se mire, porque el Instagram casero ha sustituido al Speakeasy. Con el aviso de que “esta noche salimos”, Anna R. Alós presenta su Sexo en Barcelona (Stondberg) junto a la psicóloga y sexóloga Carme Sánchez de una manera un tanto peculiar: contra lo acostumbrado, es la autora la que hace preguntas a su acompañante. Cuando me conecto, a las diez de la noche, están hablando de ascensores. Y luego repasan algunas de las 105+69 historias reales que recoge el libro. Sadomaso, poliamor, sexocuriosos, demisexualidad, son algunos de los temas que tratan. Analizan por qué las mujeres son menos dadas a pagar por tener sexo. “Como nos han cosificado durante siglos, no queremos cosificar a nadie”, deduce Sánchez, que es abolicionista de cualquier tipo de prostitución. ¿Hay épocas del año para el sexo?, pregunta Alós. Y Sánchez bromea con el dicho “al juliol, ni dona ni cargol”, porque una de las espectadoras dice que en verano hace demasiado calor. La primavera es el momento de la explosión.
El martes por la tarde, Laia Aguilar le contaba a Muriel Villanueva de dónde había surgido Pluja d’estels, novela con la que obtuvo el premio Josep Pla. Estaba escribiendo otro libro, en el que los que han acabado siendo los protagonistas tenían un papel secundario, y se dio cuenta de que la que quería contar era su historia. A partir de ahí, se dejó llevar, hasta que la arrastraron a un final inesperado incluso para ella. No todos los confinamientos se viven igual, y cada pantalla es una ventana abierta a una realidad distinta y a veces distante, aunque haga compañía.
A Najat El Hachmi esa situación le recuerda un pasado cercano: su madre sólo podía salir una vez por semana y a comprar