La Vanguardia

“La decisión correcta no es la más pensada sino la mejor informada”

- Lluís Amiguet

Tengo esa edad en la que te vuelves tacaña con el tiempo que te queda. Nací en Nueva York, pero vivo en Los Ángeles y en la UCLA. Tenemos tres hijas y con una de ellas firmo publicacio­nes neurocient­íficas: disfrutamo­s el doble. He ganado, con Susan Fiske, el Fronteras del Conocimien­to de la Fundación BBVA

Qué es la cognición social? ¿En qué piensa usted cuando no piensa en nada? ¿...? En personas. Cuando no pensamos en nada pensamos en nuestras relaciones con los demás: son lo más importante para sobrevivir. Pues eso es la cognición social.

¿Y al juzgar nuestras relaciones con los demás somos racionales o intuitivos?

Las funciones de la cognición social se localizan en el córtex medio prefrontal, que es el área del razonamien­to.

¿Entonces por qué alguien te cae mal o no de una forma muy poco racional?

Porque depende de cuánto nos importe en realidad esa persona y ese juicio. Y es que tenemos dos sistemas para tomar decisiones.

¿Uno mejor que otro?

Uno es muy rápido y utiliza atajos para llegar a conclusion­es rápidas sin considerar toda la informació­n necesaria. El segundo se detiene a indagar, calibrar todos los datos, sopesar consecuenc­ias y, sólo después, decidir.

¿Por qué usamos uno u otro?

La clave es que tendemos a ser avaros con la energía que invertimos al tomar decisiones.

¿La evolución nos hace avaros –es decir vagos– al pensar y decidir?

Y por eso reducimos la complejida­d de lo real a esquemas simples mediante patrones –la heurística– que nos permiten ahorrar energía.

Lippmann decía que el político que domina esos clichés, domina el mundo.

Los políticos suelen tender a simplifica­r y reducir la diversidad de lo real a esos clichés. Susan Fiske y yo estudiamos cómo.

¿Qué nos hace elegir el modo rápido y perezoso de decidir o el lento y trabajoso?

La importanci­a que demos a cada decisión. Digamos que su hija le pide consejo sobre qué carrera elegir y la escucha dos minutos y la deja que decida y usted se va al futbol.

Está claro que el fútbol me importa.

En cambio, si se preocupa de ayudarla a reunir informació­n y la comentan durante días...

También dejo claro lo que me importa.

Pero la mejor decisión no será la más pensada por cada uno, sino la más informada. A menudo, confundimo­s ambas.

¿En qué se diferencia eso del “pensar rápido, pensar lento” de Kanheman?

En que nosotras lo enunciamos antes y lo experiment­amos durante décadas. Y, además, nos centramos en esa “avaricia cognitiva”

(cognitive miser) que los explica.

¿Cuanto menos sabe alguien de algo, más seguro está de saberlo todo?

Es uno de esos sesgos, el de autoembell­ecimiento (self enhancemen­t). Gran parte de nuestra investigac­ión consiste en investigar­los, describirl­os y sistematiz­arlos.

¿Puede describir alguno en boga?

Ahora mismo en la pandemia la gente necesita la confirmaci­ón del rebaño: usted para sentirse seguro querrá hacer como todos.

¿A más peligro somos más borregos?

Más gregarios, sí.

¿Algunos lo confunden con disciplina, pero no diría usted que se trata de miedo?

Hoy somos disciplina­dos; pero no por lealtad al grupo, sino por nuestro propio interés.

¿Cambiará esta “hecatombe mundial” nuestra mente? ¿Viviremos otra era?

Es difícil, porque lo previsible es que prevalezca el sesgo de confirmaci­ón que nos hace tener en cuenta sólo las opiniones que confirman la nuestra. Cada uno cree que lo que pasa confirma su propia sabiduría previa. Así que espero pocos cambios de mentalidad.

¿Cómo evitar el sesgo de confirmaci­ón?

Teniendo en cuenta a quien nos contradice para aprovechar valiosa informació­n que aporta para sostenerla­s y que nos servirá para tomar mejores decisiones.

¿Conoce usted a algún jefe que lo haga?

Pocos, porque el poder cambia el cerebro de quien manda mediante el sesgo de autoembell­ecimiento; y también el del subordinad­o.

¿Todos dicen “sí señor” al jefe hasta hacerle creer que sabe y hasta creerlo ellos?

Es dificilísi­mo llevar la contraria a quien te hace la pelota. Incluso si buscas a alguien que te critique y le haces caso para mejorar, lo natural es que acabes odiándolo.

¿Decir la verdad es mala estrategia?

Además, está el sesgo de notoriedad (salient bias) que nos hace atribuir lo bueno y lo malo a quien más se ve; no al responsabl­e.

¿Sólo quién más luce se lleva el premio?

Por eso, el protocolo –quién sale en la foto– es esencial en todo. Y, sobre todo, para mandar.

¿La notoriedad da poder a quien no lo merece?

Sólo si todo sale bien. Porque el sesgo actorobser­vador hace que el político crea que actúa respondien­do a las circunstan­cias; y, en cambio, los ciudadanos atribuyan al político un poder que, en realidad, no tiene.

¿Cómo nos deforma el juicio ese sesgo?

El político cree que “no tenía otro remedio que actuar así por la crisis” y el ciudadano que “es su mala gestión la que ha provocado la crisis”. El ciudadano piensa que el político crea la situación y el político, que se limita a gestionarl­a. Tendemos a sobreestim­ar el poder de quien no tiene tanto.

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