En el confinamiento
Ha transcurrido ya mes y medio desde la alarma y el cierre de la vida cotidiana. Escribo a Mircea Cartarescu a Rumanía, con menos casos que España pero con severas medidas de confinamiento, para saber si sigue bien en su mundo. Me dice que “siempre me he quedado en mi casa por largos periodos de tiempo, por lo que el encierro debido al coronavirus no me molesta demasiado. Estoy muy acostumbrado a la soledad, odio las obligaciones sociales, incluidas las literarias. Doy clases en la universidad por videoconferencias y eso no es muy malo para mí, pero aun así no puedo esperar a ver el final de esta situación extraña y oscura”. Le pregunto si cree que aprenderemos algo de todo este desastre, pero no es muy optimista: “Me ha entristecido ver que la Unión Europea nos ha decepcionado. Tenía la esperanza de que se comportarían de una manera más decidida y responsable en esta situación, como una unión real, no como un manojo de estados indisciplinados. Siempre he sido una persona proeuropea, pero no me han gustado los titubeos y confrontaciones dentro de la Unión durante esta crisis del coronavirus. Esta es una lección que realmente debemos aprender: la UE tiene que convertirse en una verdadera federación de estados si quiere sobrevivir, no en la mezcla muy vaga e impotente de entidades estatales que sigue siendo hoy en día”.