La Vanguardia

El ‘Bloc-notes’ de Mauriac

El Nobel francés ejerció su profesión en ‘La Table Ronde’ , ‘L’express’ y ‘Le Figaro’; su diario es una excelente muestra de periodismo de raza

- JOAN DE SAGARRA

Lo que sí me tienta es contar mi relación con los periódicos, los periodista­s, las redaccione­s

Mi última crónica (28 de marzo) terminaba con el libro que había decidido leer, entre otros, durante el confinamie­nto: el Bloc-notes de François Mauriac, “el libro de un periodista de raza, uno de los mejores periodista­s del pasado siglo”. “¿Por qué Mauriac?, otro día se lo cuento”, así terminaba yo mi crónica, una crónica dominada por el shaker, mi coctelera, convertida en unas improvisad­as maracas. Pues bien, el otro día ya llegó y con él mi querido Mauriac.

Para muchos –¿muchos o pocos, por no decir poquísimos?– lectores, François Mauriac es el autor de Therese Desquiroux , de Nido de víboras, un novelista cristiano, católico, implacable con la burguesía de su país, que se hizo con el premio Nobel (1952). Cierto, pero para mí es el autor del Bloc-notes, el diario de un periodista que empieza en 1952, en La Table Ronde ,y luego de pasar majestuosa­mente por L’express, termina en Le Figaro. “Je pense et j’écris pour agir”. Mauriac lo pilla en una carta de Romain Rolland y lo convierte en su máxima, una máxima que Sartre no habría rechazado y que el mismísimo Voltaire podría haber firmado. Pensar e intentar ver claro, pluma en mano. Para Mauriac es la misma cosa. Un periodista, un intelectua­l, que se cuida de no caer en la tentación de muchos de sus colegas. “Cuando el hablar, el escribir, en vez de ser una manera de actuar no es más que un inútil lamento, entonces lo preferible sería callarse”. ¡Cuánta razón tenía el maestro Mauriac! Para él, la sinceridad es la condición indispensa­ble de cualquier influencia sobre el público. Lo que se traduce en otra máxima periodísti­ca del maestro: “El más corto camino hacia el otro (hacia el lector) pasa por uno mismo”.

El Bloc-notes abarca cuatro tomos (edición de bolsillo) publicados por las Editions du Seuil. Ignoro si hay traducción castellana o catalana. En mi opinión, es un texto iba a decir fundamenta­l, pero tal vez sea excesivo, para la formación de un periodista, aunque, a decir verdad, totalmente inútil en el día de hoy. ¿Por qué? Pues porque el periodismo que hoy conocemos poco tiene que ver con el del Vendredi, Combat y L’express, es decir, con las tribunas en las que triunfaron Gide, Camus y Mauriac. Hablo de Francia, claro está, pero lo que digo de Francia es aplicable a otros países, empezando por el nuestro. ¿Dónde está el intelectua­l, el intelectua­l y periodista, capaz de hablar del coronaviru­s,

de todo lo que supone esa pandemia, como Mauriac podía hablar de la Francia de la Liberación (194445), de ese nuevo mundo que se nos avecina con todos sus problemas? Yo no lo conozco. Pero para el caso, da lo mismo que exista o no, porque en Francia, insisto, los intelectua­les ya no tienen el papel que tuvieron en tiempos de Gide, de Sartre, de Camus o de Mauriac. Hoy la prensa es otra, muy distinta, y lo que priva son las tertulias de la tele, como aquí. Pero el Bloc-notes no tan solo es una muestra del periodismo de raza, sino que también es un libro muy entretenid­o en el que asoman personajes familiares como aquel cardenal Francis Spellman (1889-1968), arzobispo de Nueva York y vicario del ejército norteameri­cano –al que conocimos durante nuestro Congreso Eucarístic­o–, el cual, en una cena en su honor, en París, se despachó con un fantástico discurso en el que comparaba a los soldados franceses de Dien Bien Phu con sus gloriosos colegas de Roncesvall­es… O el bueno de Antoine Pinay, obligado a dimitir del gobierno tras subir el impuesto sobre el alcohol: “On ne badine pas avec l’apéro”, escribe Mauriac. Una delicia. Pues sí, leo el Bloc-notes y, al mismo tiempo, he empezado a escribir lo que no sé si será un libro o el prólogo o epílogo de otro libro. Me explico. Hará un par de años, Sergio Vila-sanjuán me sugirió que dada mi edad –acababa de cumplir los 80– serían de agradecer una especie de memorias que Cultura/s publicaría con mucho gusto. La idea era tentadora, pero, a decir verdad, mis memorias me importan un comino: ya miento demasiado en mis terrazas. Lo que sí me tienta es contar mi relación con los periódicos, los periodista­s, las redaccione­s que he conocido a lo largo de sesenta años, desde que regresé de Francia y empecé a escribir en El Noticiero Universal. Veremos si aguanto y lo que da de sí.

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PHILIPPE HALSMAN El Nobel periodista François Mauriac
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