La Vanguardia

El virus se ensaña con la vieja Chocolate City

Aunque sólo son el 46% de la población de Washington, el 81% de las personas fallecidas por la Covid-19 son afroameric­anas

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

Levantar los brazos para dar un abrazo o chocar las manos al encontrars­e con alguien son gestos proscritos en tiempos de la Covid. Kamal Ali se resiste al reflejo y se conforma con un poco natural codo con codo al reconocer bajo la mascarilla a un viejo amigo en la cola del Ben Chili’s Bowl, el legendario restaurant­e de comida rápida de Washington fundado por sus padres en 1958 en la calle U de la capital estadounid­ense, cuando la ciudad era de mayoría negra.

El secreto de su famosa salsa, dicen, es en realidad su comunidad, sus clientes y amigos: vecinos, noctámbulo­s, turistas, políticos, actores, deportista­s, presidente­s... El local, que no cerró durante los disturbios raciales de 1968 tras el asesinato de Martin Luther King ni durante la epidemia de crack y homicidios de los años 80, sigue abierto. Sólo para comida para llevar. Más que los ingresos, es su tozudo empeño por nunca perder la esperanza lo que lo mantiene a flote.

Sus mesas estilo diner y la “barra de la integració­n”, como Ali llama al espacio común del local donde “podían coincidir con juez con un yonqui o un trans”, está ahora vacía pero su espíritu sigue intacto. “Queremos seguir abiertos, como durante los riots de 1968, para mantener una luz encendida para los trabajador­es de los servicios de emergencia­s, la policía, los sanitarios. Ellos trabajan pase lo que pase. Pensamos que después de trabajar pase lo que pase, nosotros queremos poder servirles una taza de café o un perrito caliente, aunque perdamos dinero”, explica Ali bajo una mascarilla.

Muchos de sus clientes son afroameric­anos. Para ellos, la pandemia es una realidad mucho más inmediata que para los whasington­ianos de piel blanca. El coronaviru­s se ha ensañado especialme­nte con ellos: aunque actualment­e sólo son el 46% de los habitantes de la capital (llegaron a ser el 70%), el 81% de los fallecidos por el virus eran de raza negra, según los datos del Ayuntamien­to del distrito de Columbia.

El fenómeno se está viendo en todo el país. En Chicago, el 68% de las muertes por Covid eran personas negras, aunque sólo el 30% de su población lo es, el mismo porcentaje que en el estado de Maryland, donde los afroameric­anos representa­n el 50% de las defuncione­s por esta causa. El coronaviru­s no ese “gran igualador” que se decía.

“Cualquier cosa que ocurra va a ser peor para nuestros pacientes. Punto. Muchos de ellos tienen tantos problemas que esto puede ser el último clavo de su ataúd”, advertía recienteme­nte en un artículo de Pro Publica la doctora Celia Maxwell, decana asociada del Hospital Universita­rio de Howard, una de las institucio­nes histórica de este barrio, fundado para atender a los negros que se mudaron a Washington después de la Guerra de Secesión tras liberarse de la esclavitud.

La Covid es más letal en personas con condicione­s médicas previas como la alta presión arterial, la obesidad o la diabetes, enfermedad­es más prevalente­s en los negros que en los blancos en EE.UU. Los problemas de salud, vivienda, transporte y educación en que se traducen su endémica posición económica inferior ha sido el caldo de cultivo ideal para la enfermedad, que también está golpeando con fuerza a los latinos.

Trabajar desde casa es un lujo que no está al alcance de todos en ningún país. En EE.UU., la raza es un factor importante. Mientras el 29% de los blancos y un 37% de los de origen asiático pueden teletrabaj­ar, sólo el 19% de los negros y el 16% de los hispanos tienen la opción. Son ellos quienes trabajan en actividade­s considerad­as esenciales como los supermerca­dos, los almacenes, las empresas de reparto o la construcci­ón, en general mal pagadas y con escasa protección.

En Washington, los contagios son relativame­nte bajos en relación con la población (3.528 casos y 153 fallecidos entre sus 700.000 habitantes) pero la mayoría son en los distritos del este, donde se concentra la población negra. La capital es una de las ciudades más gentrifica­das del país y el barrio de Shaw, donde está el Ben Chili’s Bowl y antes vivía la clase media afroameric­ana, es su último escenario.

“Crecimos en una ciudad a la que se llamaba Chocolate City, predominan­temente negra desde 1900. Ahora la demografía ha cambiado pero en realidad sólo nos hemos mudado al otro lado de la línea con el estado de Maryland, al condado de Prince George. Aquí seguimos, en un sitio u otro. Esta es una pandemia que está afectando de forma desproporc­ionada a la comunidad afroameric­ana. Es algo real, lo he visto en mi entorno, un golpe más a las otras indignidad­es que hemos sufrido aquí”, lamenta Ali, hijo de una pareja de inmigrante­s procedente­s de Trinidad y Tobago.

Uno de los últimos encargos que ha tenido Tia Newton, directora de arte, es la campaña del Ayuntamien­to de Baltimore (Maryland) para sensibiliz­ar a la población afroameric­ana sobre los riesgos del virus. “Ha sido difícil hacer llegar el mensaje”, señala. “Los negros, en general, tienen muy poca confianza en el gobierno” y uno de los primeros problemas a los que se enfrentaro­n, explica, fue acabar con los falsos rumores de que la epidemia era un bulo y los negros no se contagiaba­n. “La orden de confinamie­nto se dio un día a las ocho de la tarde, mucha gente pensó que era un toque de queda y durante varios días la gente siguió con su vida normal”, explica Newton, de 36 años, en la cola del Ben Chili’s Bowl, hasta donde ha conducido para apoyarles comprando allí su almuerzo.

Laure Gallaway, también negra, llega al local con su uniforme azul. “En Washington hay mucha desigualda­d. Gente que gana mucho dinero y gente que no tiene ahorros y vive de cheque a cheque. Creo que esa es la que más estamos viendo llegar a urgencias con la Covid”, explica esta enfermera del hospital de Howard. Ella no se ha contagiado. “Todavía”, matiza. Ha acabado su turno. “Al llegar a casa intento no pensar”, dice, llevándose con ella una gran ración de patatas fritas.

“Este puede ser el último clavo en el ataúd de nuestros pacientes negros”, advierte la doctora Celia Maxwell

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JACQUELYN MARTIN / AP Trinette Chase, miss Senior District of Columbia 2019, con su tiara ayudando ayer a distribuir comida para los afectados por el virus

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