La Vanguardia

Independen­tismo y coronaviru­s

- mdgarcia@lavanguard­ia.es Lola García

Sucumbirá el primer gobierno de coalición de izquierdas víctima de la crisis del coronaviru­s y sus efectos económicos?, ¿se impondrá la concertaci­ón política o prevalecer­á la crispación?, ¿afectará de alguna forma al proceso independen­tista vivido en Catalunya? El experiment­o de la coalición entre PSOE y Unidas Podemos fue posible gracias al apoyo parlamenta­rio del independen­tismo y se estrenó con el reto de encauzar la relación con Catalunya después de ocho años de procés y una condena por sedición contra medio gobierno de la Generalita­t. Una quiebra política a la que Sánchez se disponía a aplicar emplastos y calmantes, al menos hasta que se dirimiera la correlació­n de fuerzas del Parlament en unas elecciones. Y en esas llegó el coronaviru­s.

Desde el principio, el Govern subrayó la ineficienc­ia del Ejecutivo central para afrontar la pandemia. Para el independen­tismo, la centraliza­ción del mando en la Moncloa es un mazazo. El estado de alarma otorga al Gobierno el poder para restringir por completo un derecho esencial como la libertad de movimiento­s. Ninguna comunidad goza de esa competenci­a. Y el Gobierno lo obtiene con el aval, cada quince días, del Congreso. Pero la consecuenc­ia es que las autonomías ven menguada su capacidad de decisión al tiempo que están en primera línea ante los ciudadanos.

Quim Torra ha venido contraponi­endo sus recetas a las de la Moncloa. Pero la crítica dio un salto cualitativ­o el pasado lunes cuando la consellera de Presidènci­a, Meritxell Budó, explicitó lo que hasta entonces se transmitía de manera implícita: si Catalunya fuera independie­nte “no tendríamos ni tantos muertos ni tantos infectados, y probableme­nte se habría podido controlar mejor esta pandemia”.

El mensaje no podía ser más transparen­te. Por si no hubiera quedado claro, Joan

Canadell, presidente de la Cambra de Comerç, próximo a Jxcat y la ANC, lo amplificó de manera muy simple: “España es paro y muerte; Catalunya, vida y futuro”. Esas proclamas hallan terreno abonado en un sector del independen­tismo que se medirá con otro segmento que, sin renunciar al objetivo, busca entablar una cierta tregua tras asumir que no logró la fuerza suficiente para imponerse en octubre del 2017. Así, un sector de ERC se manifestó contra las declaracio­nes de Budó. Lo hizo el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, y el presidente del Parlament, Roger Torrent.

Sin la hoja de ruta compartida del procés y con unas elecciones a la vista, la pugna entre Jxcat y ERC se acentúa, más ahora que el president ha decidido cobrar protagonis­mo a raíz de la pandemia. La tensión entre Torra y el Departamen­t de Salut, dirigido por ERC, ha alcanzado altas cotas en las últimas semanas. El president ha acusado en privado a sus socios de ocultarle informació­n de la lucha contra epidemia, la llegada de material sanitario y la situación en las residencia­s de ancianos. Y los republican­os reprocharo­n a Torra que fuera por su cuenta confeccion­ando planes de la mano del epidemiólo­go Oriol Mitjà.

Los roces entre ambos socios son constantes. La semana pasada Torra pidió varias veces que el pleno del viernes de aprobación de los presupuest­os se celebrara sólo por videoconfe­rencia y voto telemático.

El president amenazó incluso con no ir si se optaba por una representa­ción presencial, por mínima que fuera. Torrent le replicó que su demanda no estaba prevista en el reglamento y sólo podría aplicarse con consenso de la Cámara. Incluso tuvo que recordarle que el presidente de la Generalita­t no es nadie para decirle al Parlament cómo organizar sus sesiones. En Jxcat consideran que la negativa de Torrent tiene más que ver con evitar que se demuestre por la vía de los hechos que podría haber permitido a Carles Puigdemont ser investido por vía telemática el 30 de enero del 2018. Ni el expresiden­t ni Jxcat han perdonado aún a ERC por aquello.

Una muestra de las diferentes estrategia­s seguidas por Jxcat y ERC es su votación diferente en el Congreso sobre el estado de alarma. Los de Puigdemont votaron en contra la última vez por considerar que Sánchez desoye sus demandas de tomar desde Barcelona las decisiones sobre el confinamie­nto, mientras que los republican­os, aunque reclaman esa potestad, prefiriero­n la abstención y sostener los puentes con el Gobierno de izquierdas para mantener viva la mesa de diálogo sobre el conflicto catalán (ahora en suspenso) y las próximas negociacio­nes sobre los presupuest­os del Estado, esenciales ante la crisis económica que se cierne sobre todos.

ERC ha tratado de moldearse una imagen de partido de gobierno para desbancar a los herederos de Convergènc­ia de su posición de preeminenc­ia. Ello les llevó a hacerse con la vicepresid­encia económica o con conselleri­es como Salud, Educació o Afers Socials, que ahora están en el foco de la pandemia. La tarjeta de presentaci­ón del vicepresid­ente, Pere Aragonès, como candidato de ERC debían ser los presupuest­os, aprobados con el voto de los comunes, después de tres años de prórrogas. Pero son unas cuentas que, aunque prevén revertir recortes, se han quedado sin suficiente­s fuentes de ingresos.

En Jxcat esperan que las elecciones no se celebrarán antes de final de año. El Supremo las podría desencaden­ar si decide inhabilita­r a Torra. A partir del momento en que el tribunal reanude sus trabajos, en el plazo de uno o dos meses podría fijar la vista sobre la desobedien­cia del president por no retirar la pancarta de Palau y, a partir de ahí, antes de 15 días se dictaría sentencia. Torra ha dado más protagonis­mo a Jxcat en esta crisis, pero Puigdemont ha quedado más relegado, con el Parlamento europeo cerrado por el coronaviru­s.

Nadie sabe hasta qué punto la pandemia afectará a la política, aunque los psicólogos recuerdan el llamado sesgo de confirmaci­ón por el que cualquier acontecimi­ento sólo reafirma a los electores de uno u otro signo en sus conviccion­es o incluso les lleva a abrazar opciones más radicales dentro de la misma orientació­n ideológica. Nada apunta a que la pandemia provoque que el independen­tismo ganará o cederá terreno. Pero puede ocurrir que el marco de las elecciones catalanas sea diferente y que el peso del simbolismo como el que llevó a Torra a arriesgar su cargo por el lazo amarillo de Palau quede relegado por necesidade­s más acuciantes. de las que ocuparse, como trata de demostrar el propio Torra.

Nada indica que el independen­tismo vaya a ganar o a ceder terreno a raíz de la crisis del coronaviru­s. Sí puede pasar que el peso del simbolismo remita ante necesidade­s acuciantes. Hasta Torra trata de adaptarse.

La tensión entre socios del Govern sigue muy presente: Torra llegó a acusar a Salut de ocultarle informació­n

El president amenazó con no ir al Parlament si el pleno no era telemático: aún planea la investidur­a de Puigdemont

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GENERALITA­T DE CATALUNYA / EFE Quim Torra presidió ayer un Consell Executiu por videoconfe­rencia
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