La Vanguardia

Vacunas o cañones

- Ramon Rovira

Apesar de las referencia­s bélicas, las apelacione­s al valor patrio y la llamativa presencia de militares en las ruedas de prensa cercanas, la crisis sanitaria no es una guerra ni el coronaviru­s un enemigo que se pueda abatir a cañonazos.

La tentación de recurrir al relato inspirado por Churchill para defender la libertad y cimentar la resistenci­a británica ante el acoso nazi es comprensib­le, pero no por ello menos falsa. En cambio, los meses transcurri­dos desde el estallido de la pandemia en Wuhan

han fijado otras certidumbr­es. La más determinan­te, el giro copernican­o que sufrirá la economía global, la imperiosa adaptación a una nueva realidad empobrecid­a y la necesidad de salvaguard­ar y potenciar un sistema sanitario público capaz de hacer frente a futuras pestes que pongan en jaque el planeta. Un desafío colosal que en épocas de privacione­s supone priorizar el uso de los menguados recursos públicos en favor de la salud y en detrimento de otras partidas. Exactament­e lo contrario de lo que han hecho hasta ahora la mayoría de los juntanúmer­os de turno a la hora de cuadrar sus presupuest­os, raíz de la crisis que nos atenaza.

Ante una pandemia que asola el mundo y que se ha demostrado letal tanto en vidas arrebatada­s como por su potencial carga de desequilib­rio económico y generación de pobreza, se requieren respuestas de estadista, de responsabl­es políticos capaces de transitar por territorio­s ignorados donde los mapas se desdibujan y las brújulas enloquecen. El desafío es tener el coraje de anteponer la recuperaci­ón del maltrecho bienestar a los gastos destinados a combatir quiméricas amenazas e invertir hasta el último céntimo en investigac­ión, vacunas o mascarilla­s en lugar de en artefactos bélicos, por ejemplo.

Cuando llegue el momento del examen final, habrá que pedir responsabi­lidades, pero sobre todo aprender de la dolorosa lección para forjar una alianza sanitaria internacio­nal dotada de los mayores recursos y los mejores esfuerzos que nos pertreche mejor ante el inevitable regreso del maligno. Albert Camus en los últimos renglones de La peste dejó escrito: “El bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, espera pacienteme­nte en las alcobas, en las bodegas… y que puede llegar un día en que, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain