La Vanguardia

Ciberpascu­a

- Josep Oriol Pujol i Humet J.O.PUJOLI HUMET, director general de la Fundació Pere Tarrés

Coronaviru­s, confinamie­nto, digitaliza­ción... y, como una mayoría de organizaci­ones, bastantes comunidade­s cristianas han sabido dar el salto a internet. Esta Semana Santa, junto con varias cadenas de televisión que han querido hacer un servicio público retransmit­iendo celebracio­nes religiosas, hemos podido encontrar por primera vez una eclosión de propuestas en internet. Mientras que el medio televisivo ha optado por los referentes eclesiales, por templos magníficos que acogen liturgias en consonanci­a, las webs han acercado las celebracio­nes domésticas que representa­n la vivencia ordinaria en comunidad.

Tenemos varios espacios web de temática religiosa que nos informan, como Catalunya Religió o Flama; nos acercan recursos, como Claret; espacios de formación teológica, como el Iscreb; facilitan la plegaria, con portales como plegaria.cat; o espacios bastante amplios como los de las congregaci­ones: salesianos, maristas, jesuitas. Muchos están orientados hacia la gente joven, nativa digital, como peretarres.org/mcecc. La gran mayoría, al llegar la Semana Santa, han querido presentar propuestas del estilo de las “pascuas jóvenes” tradiciona­les de Raïmat, Les Avellanes, Taizé, Escolapis, La Salle, Salesians, Girona...

Estos espacios han permitido mantener, celebrar y vivir virtualmen­te las celebracio­nes en comunidad. De la espectacul­aridad que acostumbra a ofrecer la televisión, para los momentos y liturgias, que también pueden desvelar la vivencia espiritual, hemos pasado a las conexiones por streaming en una capilla de 12 metros cuadrados del piso de una comunidad religiosa y la música simultánea desde 5 o más domicilios particular­es.

Las videoconfe­rencias han permitido la reflexión en grupo y compartir angustias y vivencias del momento, iluminadas por reflexione­s muy ricas, como las emitidas desde La Cova de Manresa o las de Xavier Morlans desde la parroquia de Santa Anna. En la intimidad de su dormitorio, el joven ha podido participar en un vía crucis liderado por el Secretaria­do Interdioce­sano de Juventud que lo invitaba a rogar con su red comunitari­a así como con jóvenes de otras diócesis y comunidade­s a través de un canal habitual para él. La invitación a vivir la espiritual­idad se ha colado en Facebook, Youtube, Twitter, Instagram, Whatsapp, y con las músicas en Spotify... “La iglesiodiv­ersidad” o la pluralidad de carismas, ha encontrado en las redes un canal de expresión, vivencia y, por lo tanto, de identifica­ción con el gran número de comunidade­s existentes en la Iglesia.

Obviamente, nada sustituye la presencia sacramenta­l de la eucaristía, el contacto humano, la vivencia de la celebració­n comunitari­a, pero es enriqueced­or que los participan­tes habituales de la eucaristía en Guissona, por ejemplo, puedan haber vivido la Semana Santa de la parroquia a través de Youtube. La espiritual­idad que acerca la cámara de televisión fija de la gruta de Lourdes, el canal de tele por internet de Montserrat, las webs de Taizé o del Vaticano se han unido a nuevas propuestas desde diócesis, parroquias y equipos cristianos diversos que perdurarán y que pueden tener una incidencia importante, como la que, históricam­ente, tuvieron las misiones o determinad­as lecturas. Son nuevas oportunida­des de anuncio y vivencia de fe.

La comunidad cristiana se ha digitaliza­do. El camino modesto empezado por algunos hace cierto tiempo ha vivido una eclosión, en la cual el nieto le pone a la abuela las homilías del papa Francisco en la eucaristía diaria en Santa Marta con un cable VGA desde su portátil a la pantalla del televisor porque una amiga le ha hablado y así las puede escuchar a cualquier hora y, quizá, comentarla­s después. La formación del sacerdote tendrá que incluir una mayor alfabetiza­ción digital y exigencia para la acción evangeliza­dora en “competenci­a” con otras propuestas pastorales de vivencia y dinamizaci­ón de la comunidad. La presencia sacramenta­l, el calor humano, la celebració­n comunitari­a son elementos imprescind­ibles pero la digitaliza­ción aporta un nuevo canal de conexión entre la comunidad cristiana en que todas las personas, especialme­nte los jóvenes, se pueden sentir miembros aunque geográfica­mente estemos alejados.

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