Ciberpascua
Coronavirus, confinamiento, digitalización... y, como una mayoría de organizaciones, bastantes comunidades cristianas han sabido dar el salto a internet. Esta Semana Santa, junto con varias cadenas de televisión que han querido hacer un servicio público retransmitiendo celebraciones religiosas, hemos podido encontrar por primera vez una eclosión de propuestas en internet. Mientras que el medio televisivo ha optado por los referentes eclesiales, por templos magníficos que acogen liturgias en consonancia, las webs han acercado las celebraciones domésticas que representan la vivencia ordinaria en comunidad.
Tenemos varios espacios web de temática religiosa que nos informan, como Catalunya Religió o Flama; nos acercan recursos, como Claret; espacios de formación teológica, como el Iscreb; facilitan la plegaria, con portales como plegaria.cat; o espacios bastante amplios como los de las congregaciones: salesianos, maristas, jesuitas. Muchos están orientados hacia la gente joven, nativa digital, como peretarres.org/mcecc. La gran mayoría, al llegar la Semana Santa, han querido presentar propuestas del estilo de las “pascuas jóvenes” tradicionales de Raïmat, Les Avellanes, Taizé, Escolapis, La Salle, Salesians, Girona...
Estos espacios han permitido mantener, celebrar y vivir virtualmente las celebraciones en comunidad. De la espectacularidad que acostumbra a ofrecer la televisión, para los momentos y liturgias, que también pueden desvelar la vivencia espiritual, hemos pasado a las conexiones por streaming en una capilla de 12 metros cuadrados del piso de una comunidad religiosa y la música simultánea desde 5 o más domicilios particulares.
Las videoconferencias han permitido la reflexión en grupo y compartir angustias y vivencias del momento, iluminadas por reflexiones muy ricas, como las emitidas desde La Cova de Manresa o las de Xavier Morlans desde la parroquia de Santa Anna. En la intimidad de su dormitorio, el joven ha podido participar en un vía crucis liderado por el Secretariado Interdiocesano de Juventud que lo invitaba a rogar con su red comunitaria así como con jóvenes de otras diócesis y comunidades a través de un canal habitual para él. La invitación a vivir la espiritualidad se ha colado en Facebook, Youtube, Twitter, Instagram, Whatsapp, y con las músicas en Spotify... “La iglesiodiversidad” o la pluralidad de carismas, ha encontrado en las redes un canal de expresión, vivencia y, por lo tanto, de identificación con el gran número de comunidades existentes en la Iglesia.
Obviamente, nada sustituye la presencia sacramental de la eucaristía, el contacto humano, la vivencia de la celebración comunitaria, pero es enriquecedor que los participantes habituales de la eucaristía en Guissona, por ejemplo, puedan haber vivido la Semana Santa de la parroquia a través de Youtube. La espiritualidad que acerca la cámara de televisión fija de la gruta de Lourdes, el canal de tele por internet de Montserrat, las webs de Taizé o del Vaticano se han unido a nuevas propuestas desde diócesis, parroquias y equipos cristianos diversos que perdurarán y que pueden tener una incidencia importante, como la que, históricamente, tuvieron las misiones o determinadas lecturas. Son nuevas oportunidades de anuncio y vivencia de fe.
La comunidad cristiana se ha digitalizado. El camino modesto empezado por algunos hace cierto tiempo ha vivido una eclosión, en la cual el nieto le pone a la abuela las homilías del papa Francisco en la eucaristía diaria en Santa Marta con un cable VGA desde su portátil a la pantalla del televisor porque una amiga le ha hablado y así las puede escuchar a cualquier hora y, quizá, comentarlas después. La formación del sacerdote tendrá que incluir una mayor alfabetización digital y exigencia para la acción evangelizadora en “competencia” con otras propuestas pastorales de vivencia y dinamización de la comunidad. La presencia sacramental, el calor humano, la celebración comunitaria son elementos imprescindibles pero la digitalización aporta un nuevo canal de conexión entre la comunidad cristiana en que todas las personas, especialmente los jóvenes, se pueden sentir miembros aunque geográficamente estemos alejados.