La Vanguardia

Carlos Godó Valls, el presidente que marcó la historia del RCTB

Socio desde 1912, dirigió el club entre 1935 y 1960 y fue clave en su traslado y en la creación del Trofeo

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Como si se tratara de un guiño al futuro, Carlos Godó Valls, conde de Godó, y presidente del RCT Barcelona-1899 entre 1935 y 1960, nació el 6 de abril de 1899, la semana en la que la entidad redactaba sus estatutos. Socio desde 1912, cuando el club se instaló en la calle Ganduxer, Carlos Godó fue una persona activa, tanto desde la responsabi­lidad de sus cargos, como en la relación personal con los socios y empleados del club. “Le encantaba jugar, pero no competía. Cuando yo era niño, y vivía en el club del que mi padre Basilio era el portero, le recuerdo practicand­o con Antonio Corominas, que era su profesor. Utilizaba el tenis como fuente de salud para estar en forma”, evoca José Luis Arilla.

Su primer cargo en el RCTB fue en 1932, cuando Alfonso Macaya, entonces presidente, le convenció para que ocupara la vicepresid­encia. A finales de 1935, Alfonso Macaya propuso que Carlos Godó fuera su sucesor, decisión aprobada por unanimidad. La Guerra Civil cerró las puertas del club. El 18 de julio de 1936 quedó suspendida la junta directiva. El 13 de noviembre de 1939, la Federación Española aprobó que Carlos Godó recuperara la presidenci­a. En la primera reunión de la directiva, expuso tareas urgentes: mejorar las pistas, arreglar el chalet, recuperar la actividad social y estudiar un plan de competicio­nes.

La Segunda Guerra Mundial, con los Slams y la Copa Davis cancelados, imposibili­tó amistosos con clubs extranjero­s, así que se estrechó aún más las relaciones con los españoles. Por afinidad y socios comunes, Carlos Godó aprobó que el RCTB promoviera en verano torneos en Camprodon y S’agaró. También puso a trabajar a su junta en un plan social para incentivar actividade­s como el ping-pong, el billar, el ajedrez y el bridge, las cenas sociales, las reuniones con entidades referentes en Barcelona y las cenas de mesa redonda.

En 1942, el club organizó un match entre el Principado de Mónaco y tenistas de Barcelona, así como un amistoso entre España y Portugal. Recuperada su solidez interna, el club se abrió aún más a la ciudad con una fiesta especial en Catalunya: la verbena de San Juan. Lejos de buscar un organizado­r externo, Carlos Godó quiso que la verbena fuera la ilusión de sus socios, y creó comisiones en la que mujeres y hombres del club tenían responsabi­lidades concretas. La verbena se convirtió en un centro neurálgico de la ciudad, algo comparable a lo que sería el Village del Trofeo Conde de Godó.

En 1945, el marqués de Cabanes, presidente de la Federación, le pidió apoyo para el regreso de España a la Copa Davis. “Cuenta con el club, desde sus empleados a lo que pueda ayudar la junta directiva”, dijo el presidente del RCTB. En 1946, España regresó a la competició­n jugando en la sede de Ganduxer ante Suiza.

Pero, si una decisión fue trascenden­tal, fue cuando, en 1948, los propietari­os de Ganduxer anunciaron que no renovarían el contrato de arrendamie­nto. Carlos Godó, reunió a su directiva. “En la vida todo es mutación constante. Lo que nos ha pasado no nos tiene que pasar nunca más. Hemos de encontrar y comprar un lugar para el Real Club de Tenis Barcelona”, reflexionó. La directiva apoyó por unanimidad la decisión de su presidente. En 1952 se puso la primera piedra de la actual sede, se inició la rehabilita­ción de la Masia de Can Canet, y en 1953 se disputó la primera edición del Trofeo Conde de Godó, donado por

Carlos Godó Valls. Fue un momento crucial tanto por la visión de futuro, como porque el presidente asumió las pérdidas económicas ocasionada­s por la baja de casi la mitad de socios, que considerar­on que el club estaba alejado y en medio de unos campos sin prestigio.

“Si hemos arriesgado, iremos hasta las últimas consecuenc­ias”, dijo entonces. En 1954, el RCTB trabajó para engrandece­r su verbena, estar atento a las necesidade­s de su ciudad, ampliar sus amistosos internacio­nales, y atraer a referentes de la cultura, la política y el deporte a sus cenas de mesa redonda.

“Era una persona muy activa, que hablaba y compartía con los socios, y se preocupaba por los empleados. Una mañana me preguntó qué estaba haciendo. Le contesté que nada en especial porque tenía escuela por la tarde. A partir del día siguiente, comencé a trabajar por las mañanas en tareas administra­tivas en La Vanguardia”, recuerda Arilla. Tras un acuerdo con los Padres Capuchinos, abrió en el club un aula para los recogepelo­tas en la que recibían educación. “El club era una familia de la que todos estaban orgullosos. Cuando Antonio Corominas enfermó del corazón, lideró una campaña entre los socios para que fuera operado por el doctor Barnard en Londres”, incide Arilla. También estaba pendiente de los jóvenes tenistas, a los que ayudó, como cuando sufragó el viaje a Andrés Gimeno y José Luis Arilla para competir durante meses en Australia.

La Copa Davis y Jack Kramer tuvieron un gran impacto en su mandato. Junto al marqués de Cabanes y Juan Antonio Samaranch, no sólo puso el club a disposició­n de la federación, sino que viajó a todas la eliminator­ias. En 1957, cuando Kramer le propuso que los profesiona­les, vetados por la federación internacio­nal, jugaran en Barcelona en 1961, fue clarividen­te. “Lo siento, pero debo traer lo mejor a mi ciudad”, les dijo a Samaranch y el marqués de Cabanes, defensores del amateurism­o. En 1965, Carlos Godó Valls dejó la presidenci­a del RCT Barcelona. En 1985, asistió por última vez para presidir la final del Trofeo Conde de Godó, que entregó desde el palco al francés Tulasne. Antes de la final, recibió de Samaranch la Orden Olímpica, máxima condecorac­ión del COI. Su hijo Javier Godó Muntañola, Conde de Godó, tomó el relevo y apostó por seguir el legado de su padre. Sixte Cambra, director del torneo, recuerda su primera charla. “Me transmitió no sólo su apoyo, sino el de toda la familia para seguir haciendo el torneo cada día mejor. Me expresó no tan sólo su apoyo económico, sino que contara con él para cualquier detalle. En 1986, cuando se abría una época trascenden­tal en la reorganiza­ción del circuito, Javier Godó apoyó el cambio de fechas para incrustarn­os en la temporada de tierra previa a Roland Garros, la necesidad de crecer en marketing, firmar un acuerdo con IMG, y levantar el primer Village”. “El torneo es un activo para Barcelona, para el club y para el tenis internacio­nal. Tiene una emoción especial para mí y toda mi familia, por el trabajo y la ilusión que puso mi padre en él. Hemos crecido fieles a ese espíritu de club que inculcó mi padre, pero adaptándon­os a las exigencias y retos de futuro”, reflexionó Javier Godó hace unos meses, cuando el RCTB bautizó su sala de juntas como Sala Conde de Godó. Cuando Josep Jordi Cambra, actual presidente del RCTB, le adelantó la decisión de que la presente edición debía cancelarse por la Covid-19, Javier Godó no dudó un instante en su reflexión. “La salud es lo primero, y desde ahora hay que ponerse a trabajar, como siempre hemos hecho, para hacer un gran torneo el próximo año. Tienes todo mi apoyo y el de mi familia”.

DISTINGUID­O

En 1985 recibió de manos de Samaranch la Orden Olímpica, máxima condecorac­ión del COI

MECENAS

Carlos Godó ayudó a jóvenes tenistas, como cuando sufragó un viaje a Australia de Gimeno y Arilla

JAVIER GODÓ, CONDE DE GODÓ

“El torneo tiene una emoción especial para mí y mi familia, por el trabajo que puso mi padre en él”

 ?? PEDRO MADUEÑO ?? Carlos Godó Valls, conde de Godó, junto al ganador del torneo en 1984, el sueco Mats Wilander, en su tercera victoria consecutiv­a
PEDRO MADUEÑO Carlos Godó Valls, conde de Godó, junto al ganador del torneo en 1984, el sueco Mats Wilander, en su tercera victoria consecutiv­a

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