El temple del corredor de fondo
Si hay un puesto de trabajo de riesgo en España es el de ministro de Sanidad. No solo ahora con la pandemia de la Covid-19, cuando todos los ojos del país miran a su figura. Ciertamente, en una crisis como esta, el cargo incrementa su contingencia, pero algo que la gente desconoce es que en los últimos 24 años han habido catorce ministros de Sanidad en este país. Uno cada veinte meses. Es por esa razón que los funcionarios le llaman el ministerio de las aves de paso. Debería ser un ministerio tranquilo, porque buena parte de sus competencias están transferidas a las comunidades autónomas, si bien la realidad lo desmiente. Así que en el paseo del Prado, donde tiene su sede, en lugar de los discos de prohibido aparcar, deberían incorporar la señal triangular con el signo de exclamación que advierte de peligro.
Con la pandemia del coronavirus, son numerosos los titulares de Sanidad que han perdido el cargo en el mundo. El brasileño Luiz Henrique Mandetta ha acabado cesado por sus enfrentamientos con Jair Bolsonaro acerca del alcance del confinamiento. El trumpista Bolsonaro solo quería aislar ancianos y enfermos, de tal modo que le soltó a la cara que “el medicamento no puede tener efectos secundarios más dañinos que la enfermedad misma.” Mandetta, que había dicho que solo abandonaría el puesto si lo destituían, “porque el médico no abandona a sus pacientes”, fue cesado de forma fulminante.
En el último mes, la lista de ministros de Sanidad a quienes les han cortado la cabeza empieza a ser larga: Bruno Bruins en los Países Bajos, Victor Costache en Rumanía, Ilya Yemets en Ucrania, Abdulah bin Abdulaziz al Rabiah en Arabia Saudí...una crisis de esta dimensión, que mata personas y arruina estados, es dificilísima de gobernar, así que las víctimas políticas se suceden una tras otra.
Salvador Illa, el actual ministro de Sanidad del Gobierno de España, es un filósofo con un máster en Economía y Dirección de Empresas en el Iese. Como casi todos los políticos eficaces, procede de la gestión municipal. En su caso, fue alcalde de La Roca tras el fallecimiento de su mentor y amigo, el tarradellista Romà Planas. También ha sido director del área de Gestión Económica del Ayuntamiento de Barcelona. De momento, solo le ha pedido su dimisión Vox, lo que casi es una garantía. Y aunque ha habido errores en la política de compras –como les ha ocurrido a tantos países en un momento de aceleradas adquisiciones masivas en los mercados sanitarios– y rectificaciones como en la salida de los adolescentes, Illa ha demostrado oficio. Habla bien y comunica mejor. Y su carácter imperturbable transmite tranquilidad, hasta el punto de que ha ganado peso político en el Gobierno y proximidad con Pedro Sánchez. E incluso entre la prensa más hostil al Ejecutivo tiene grandes defensores. Illa es corredor de medias maratones. De hecho, suspendió su participación en una en el momento que se conoció el primer caso de coronavirus en el país, el 31 de enero pasado. Lo bueno de los corredores de fondo es que no se ponen nerviosos a mitad de la carrera.