La Vanguardia

Libros enjaulados

- Glòria Serra

Este Sant Jordi ha sido el día más duro del confinamie­nto que empecé el pasado 15 de marzo. Es una jornada que adoro, no sólo por lo mucho que me gusta leer desde niña o para comprar libros, dos actividade­s que practico todo el año, sino por los reencuentr­os y el compartir. Nada me gusta más que robar tiempo al trabajo y los horarios familiares para poder pasear por las librerías del barrio, reencontra­ndo amigos y conocidos, hablando con libreros y libreras y comprando un montón de libros para regalar a la gente que quiero. Este año no ha sido así. Encerrada en casa, haciendo rosas de papel y comprando reservas de libros y bonos de apoyo a mis librerías favoritas, me he sentido muy triste, como en ningún otro día desde que vivo encerrada.

Los virus de la Covid-19 son tres. El propiament­e físico, sanitario, el bicho como le llaman los que lo han sufrido, cuyo impacto parece que empieza a disminuir sobre nuestra sanidad. El segundo es el económico, con una curva que sólo ha empezado a subir. El desconfina­miento nos dará la real magnitud de una crisis económica que todos vaticinan terrible, aunque sin calendario­s ni previsione­s de cómo superarla ni de cuánto durará. Pero el tercero es el psicológic­o, y no deberíamos menospreci­arlo. El sentimient­o de derrota, de pequeñez, de indefensió­n ante una tragedia que es inabarcabl­e para las fuerzas individual­es, incluso que desarma a todo un país, como es el caso, es muy poderoso para la psique colectiva. Y eso no lo combaten discursos pomposos ni uniformado­s cargados de medallas. Tampoco insultos y descalific­aciones que intentan barrer las cenizas del incendio para casa. Los trabajador­es, empresario­s, médicos, niños y jubilados estamos viviendo la medida real de esta crisis en nuestras vidas. Los dirigentes y políticos deberían ahorrarnos el teatro de títeres habitual.

El día de Sant Jordi agarré un libro de uno de mis autores favoritos, Stefan Zweig. Huyendo de Hitler, vio desaparece­r su país, su identidad y su razón de ser. En El mundo de ayer. Memorias de un europeo (Acantilado) escribe: “Siempre me ha fascinado la idea de mostrar el endurecimi­ento interior que cualquier forma de poder provoca en el hombre, el entumecimi­ento del alma que implica la victoria en pueblos enteros, y contrastar­lo con el poder de la derrota, que subleva el alma y le deja unos surcos profundos y dolorosos”.

Tanto si ganamos como si perdemos esta triple batalla, saldremos cambiados. De nosotros depende que salgamos mejores.

El sentimient­o de derrota, de pequeñez, es muy poderoso para

la psique colectiva

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