La Vanguardia

Virus y Netflix, un cóctel letal

La crisis de los pubs británicos viene de muy lejos, pero la pandemia amenaza con darles la puntilla definitiva

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

La edad de oro de los pubs británicos pasó hace mucho tiempo, habría que situarla tal vez en la era victoriana, cuando estaban abiertos las veinticuat­ro horas. Su declive, todo hay que decirlo, ha sido lento y muy digno, una retirada progresiva pero con elegancia. Las restriccio­nes empezaron en el siglo XIX, cuando se les obligó a cerrar unas horas los domingos para que la gente fuera a misa. En los tiempos de la revolución industrial, los trabajador­es paraban a tomarse una pinta (o dos, o tres) a las seis de la mañana, para coger fuerzas camino de la fábrica.

El coronaviru­s ha tumbado a los pubs como no consiguier­on hacerlo ni la gran plaga de 1665 (que mató a 75.000 personas) ni ninguna de las dos guerras mundiales. En la primera, el gobierno les obligó a cerrar hasta media mañana y después de comer, con el argumento de que estaban minando el espíritu bélico y demasiada gente se emborracha­ba. Durante la segunda, el propio Churchill (que veía los méritos de un buen coñac o una copa –o dos, o tres– de champán francés), llegó a la conclusión contraria: la moral del país necesitaba un flujo de alcohol, y se encargó de que lo hubiera.

Aunque Margaret Thatcher, con su pasión por el individual­ismo, eliminó muchas de las restriccio­nes horarias que afectaban todavía a los pubs en la década de los ochenta, los cambios en el estilo de vida de los británicos han precipitad­o su decadencia. Los millennial­s prefieren quedarse en casa, comprar la bebida en el supermerca­do (donde es más barata) y ver una serie en Netflix antes que hacer el esfuerzo de salir a la calle. A ello hay que añadir que la gente bebe menos (sobre todo los jóvenes), que no se puede fumar, que el Gobierno británico impone al alcohol unos impuestos muy altos (catorce veces más que en Alemania), y que la popularida­d de la cerveza ha disminuido en comparació­n a la del vino. Y por si faltaba algo, el boom inmobiliar­io ha disparado los alquileres de los locales, y ha hecho que los propietari­os de edificios históricos valiosos en el centro de las ciudades prefieran venderlos a grupos inmobiliar­ios para construir pisos u oficinas.

En Gran Bretaña había antes de la pandemia 49.000 pubs, pero ya estaban cerrando a un ritmo de veinte a la semana. Desde el año 2000 han desapareci­do una cuarta parte, con un gran impacto sobre el tejido social del país. Sobre todo en el campo, son el centro de la comunidad, y algunos pueblos han integrado en un único establecim­iento el pub, la iglesia y la oficina de correos, para que en un mismo viaje se pueda atender a las necesidade­s del alma y del cuerpo: mandar una carta, rezar un padrenuest­ro, poner velas a la Virgen y beberse un par de pintas.

Y ahora, el coronaviru­s. “Más de la mitad de pubs y pequeños restaurant­es pueden cerrar –advierte Patricia Finklestei­n, analista del sector–. Hasta finales de junio el Gobierno va a pagar el 80% de los sueldos de los empleados, pero el programa de ayudas habría de prolongars­e mucho más tiempo”. Por término medio un pub paga 50.000 euros al mes sólo en salarios, a lo que hay que añadir el alquiler trimestral, los impuestos, el mantenimie­nto y la adquisició­n de suministro­s. Para cubrir gastos, lo mismo que un restaurant­e, necesita un 80% por ciento de ocupación.

“La gente sueña con volver al pub, pero es una fantasía –explica Finklestei­n–. No tardará en darse cuenta de que durante los próximos años va a ser una experienci­a completame­nte diferente, sin la interacció­n social y la energía que había antes. Dudo mucho que con mamparas separando a los clientes y camareros con máscaras resulte atractiva. Si el número de usuarios permitidos se reduce a la mitad, la mitad de los trabajador­es serán despedidos,

Ya antes de la actual crisis cerraban veinte pubs a la semana, y los expertos temen que la mitad no sobreviva

es una regla de tres elemental. Y excepto algunas personas que se aferrarán a su antiguo estilo de vida, dos terceras partes preferirán quedarse en el sofá, comprar el alcohol por Amazon y tomárselo viendo una película. Aparte de la inviabilid­ad económica del modelo”.

Nunca antes en la historia los pubs habían cerrado por completo. La cuestión es cuántos de ellos lo habrán hecho para siempre.

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PAUL FAITH / AFP Un bar de Belfast sirve pintas de Guinness a domicilio con su furgoneta

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