“Siempre están pendientes de nosotros”
Un grupo de voluntarios vinculados al hospital de campaña de la parroquia de Santa Anna atiende las necesidades de 26 familias sin recursos por la Covid-19
Astrid Daniela González, migrante colombiana de 51 años, ha sido el nexo de unión entre un numeroso grupo de voluntarios del hospital de campaña de la parroquia de Santa Anna de Barcelona y personas a las que la Covid-19 ha dejado sin ingresos. Astrid. que también sobrevive gracias al apoyo de entidades como Càritas, se ha sumado con entusiasmo a la iniciativa emprendida por una quincena de familias para dar apoyo emocional y material a los que se han quedado sin nada.
“No sólo repartimos alimentos, no se trata de un servicio estándar, sino personalizado, las llamamos por teléfono y, en función de sus necesidades, además de comida, también les proporcionamos libros escolares, ropa, pañales; si lo requieren las asesoramos sobre qué tienen que hacer para trabajar en el campo, donde falta mano de obra, cómo tramitar los papeles...”, comenta Pablo Portabella, uno de los impulsores de la iniciativa.
Antes del confinamiento, Portabella solía acudir a Santa Anna para preparar y ofrecer desayuno a ciudadanos sin hogar. Desde el estado de alarma, el hospital de campaña tuvo que cerrar el acceso al recinto pero cada mañana reparte bolsas con comida para llevar. Colaboradores como Portabella decidieron organizarse, dar un paso más y tener una relación más personal con las familias, 26 esta semana a las que se sumarán otras 25 la próxima.
El hospital de campaña es el centro neurálgico de esta actividad. Allí se preparan los paquetes gracias a las donaciones de empresas y restaurantes y se reparten a vecinos del Raval, Montcada i Reixac y l’hospitalet.
La diversidad de perfiles profesionales de este grupo (profesores universitarios, dentistas, enfermeras, ejecutivos, trabajadores de oenegés...) es una baza a la hora de buscar soluciones a los problemas que sufren las familias beneficiarias. Una de ellas es la integrada por Alejandra, Víctor y sus dos hijos pequeños; los cuatro mayores siguen en Perú. La pareja tuvo que marchar de su país acosada y amenazada de muerte por unos prestamistas. “Yo llegué en noviembre y mi esposo en diciembre, vine embarazada y aquí nació mi bebé hace poco
El apoyo va más allá de dar comida, el objetivo es ofrecerles asistencia emocional y ayudarles a buscar trabajo
más de un mes”, relata Alejandra.
Los cuatro viven en una habitación realquilada con derecho a cocina en Sant Boi por la que pagan 300 euros mensuales. “Con el confinamiento, Víctor se quedó sin trabajo, antes pintaba, hacía mudanzas..., lo que le salía. Llevamos dos meses sin ganar nada. Suerte de los voluntarios de Santa Anna, siempre están pendientes de nosotros”, apunta Alejandra.
Portabella precisa que la práctica totalidad de las familias son migrantes, muchas llegadas de Colombia y de Venezuela.
Astrid es una de las personas que se ha volcado en este proyecto y que ha conectado a emigrantes y solicitantes de asilo sin recursos con Santa Anna. Ella es receptora de apoyo y a la vez se ha involucrado en el reparto de cajas de alimentos y otros productos. Pero su solidaridad va más allá, también ayuda a ex compañeras a dejar la prostitución. En la infancia, sufrió los más crueles malos tratos y violaciones, recorrió medio mundo y poco después de llegar a Barcelona dejó la calle. Su obsesión es proteger a los demás.