Cómo combatir la neofobia a los alimentos
No me gustan las verduras”, puede que durante este confinamiento hayamos escuchado más de una vez esta expresión en la mesa por parte de los niños. Los adultos lo solemos ver como un problema conductual, pero el miedo a alimentos nuevos (neofobia) suele formar parte de su desarrollo normal. De pequeños somos neofóbicos como mecanismo de defensa innato ante el peligro que supone lo desconocido, y el rechazo al amargo es un instinto natural para protegernos contra el envenenamiento, ya que muchas sustancias tóxicas de la naturaleza son amargas. Por el contrario, tendemos a preferir sabores dulces como modo de resolver el reto nutricional básico: consumir fuentes ricas en calorías durante los periodos de máximo crecimiento. Apreciar el sabor amargo es un proceso de aprendizaje que la mayoría aprueba; de hecho, son muchos los alimentos amargos que consumimos los adultos (café, cerveza, tónica, verduras de hoja verde, chocolate negro…) y que rechazábamos de pequeños.
¿Cómo combatir la neofobia a los alimentos? Atentos a las siguientes recomendaciones:
- Seguid una alimentación variada durante la gestación y la lactancia. Los sabores de los alimentos que come la madre durante en el embarazo y la lactancia pasan a través del líquido amnióticos o de la leche materna hacia el feto o el bebé, y cuanta mayor exposición a diferentes sabores, mayor probabilidad de aceptación durante el destete.
- Dad buen ejemplo: la curiosidad por lo que comen las personas de su alrededor, es esencial para que estén predispuestos a probar un alimento desconocido.
- Incorporad a su dieta diferentes alimentos de forma gradual. Una buena estrategia es jugar con el mismo ingrediente, pero cocinado cada vez de forma diferente o mezclado o camuflado con aquellos ingredientes o formatos que ya gusten. Por ejemplo, rebozar bastoncitos de calabacín o de berenjenas como si se tratase de fingers de pollo, o hacer unas bolitas de arroz hervido con verduritas picadas.