“Harán como en Chernóbil”
Cuando Kate Brown, profesora del MIT (Massachussetts Institute of Technology), inició su investigación sobre el desastre de la central nuclear de Chernóbil era la típica viajera occidental convencida de la superioridad de su sociedad, segura de que democracia y capitalismo poseían atributos evidentes y escéptica ante las verdades soviéticas. “Esas convicciones hicieron de mí, como de otros tantos occidentales que cruzaban el telón de acero, una oyente desatenta y una observadora miope”, confiesa.
Nos invita a abrir los ojos. Manual de supervivencia (Capitán Swing) es hoy una advertencia futura. Viajes, archivos, entrevistas e investigaciones reveladoras de cómo se puede engañar a una sociedad.
“¡Camaradas! Hemos analizado la radioactividad de los alimentos que ingerís y del territorio donde residís. Los resultados demuestran que ni adultos ni niños corréis peligro alguno por trabajar y vivir aquí”. Así empezaba un folleto del Ministerio de Salud de Ucrania. Subestimaron las consecuencias de la catástrofe. Murieron muchos a causa de la radioactividad y, como apunta Brown, “ningún estudio internacional midió bien el daño, lo que ocasionó que se cometieran los mismos errores, décadas después, en la catástrofe de Fukushima”.
Nos responde desde Washington. Vive junto a un gran parque boscoso de 65 kilómetros por donde todavía ella y su familia pueden pasear. “La ciudad está tranquila y silenciosa”. Cree que lo de Chernóbil no fue tanto un engaño como el rechazo a creer lo que en realidad estaba pasando y eso le lleva a paralelismos con lo que está ocurriendo con el coronavirus a nivel mundial. “En lugar de 300 personas hospitalizadas, como se había dicho, fueron 40.000 hospitalizadas después, por haber estado expuestas a la radiación. ¡De ellas, 11.000 eran niños! No se correspondía con la creencia científica del momento, que las dosis bajas de radiación eran seguras, para no preocuparse”.
Especialista en biotecnología social, mantiene que el mayor indicador individual de enfermedades emergentes es la densidad de población. La última catástrofe enseña que las promesas de la modernidad tienen un costo muy elevado. “Después de esto nos aplicarán un nuevo régimen de control y bioseguridad, un sistema, que se hará eco del paisaje post-chernóbil, en el que la que gente tuvo que adaptarse para medir la radioactividad en sus alimentos, en sus hogares y en sus escuelas. Se nos va a pedir que vivamos con menos. Pero siento que para mucha gente, menos será más y más gratificante”, concluye.