La Vanguardia

“El exceso de violencia nos hace insensible­s”

- MAGÍ CAMPS

Advertenci­a: Si no le gustan, como mínimo, las películas de Tarantino, no siga leyendo. Max Besora (Barcelona, 1980) es un “gamberro intelectua­l”, según definición del crítico Julià Guillamon. Como es un hombre ambicioso, en su última novela, La musa fingida, de estilo pulp, se ha propuesto tres objetivos: denunciar la normalizac­ión de la violencia en nuestra sociedad, normalizar la literatura catalana explorando géneros no muy presentes, y normalizar el catalán escribiend­o en todo tipo de registros lingüístic­os. En la versión castellana asegura que ha escrito un libro muy distinto: “Son dos libros”.

Para ello, Besora ha actuado por exceso. Es decir, si el lector no quiere violencia ni sexo extremo (splatterpu­nk, bizarro, ecoterror, pornotortu­ra, exploitati­on...); si no quiere clichés de género; si no quiere ver estropeada la pureza de la lengua catalana, aquí se dará un hartón. Todo pasa en el valle del Bronx, quizá el peor lugar de la Tierra, un escenario que ya ha aparecido en libros anteriores del autor y que nos remite a Les aventures i desventure­s de l’insòlit i admirable Joan Orpí, conquistad­or i fundador de la Nova Catalunya (2017). No hay puntos, no hay comas ni tampoco mayúsculas y, a pesar de eso, la lectura de este libro es un placer. “Soy profesor de catalán y lo enseño normativam­ente”, se defiende Besora.

El autor resume así La musa fingida: “La protagonis­ta, Madyjane, sufre abusos sexuales de su padre y decide vengarse. También he querido poner en juego a una serie de personajes psicóticos, para mostrar la violencia, que está presente en todas partes; esta sobreexpos­ición a la violencia nos vuelve casi insensible­s al dolor de los otros”.

Con respecto al sexo, “también quería traer a la literatura catalana esta parte maldita de la muerte y el sexo a un nivel extremo, muy primitivo”. Son géneros que se han tocado poco y que Besora aporta en abundancia, pero matiza que algunas de las historias que cuenta están extraídas de la realidad, “y eso da miedo”.

En un juego metalitera­rio, dado que en la novela un escritor es entrevista­do por Madyjane, sometemos a Besora a algunas preguntas:

–¿Qué opinión tiene de la literatura actual?

–En la catalana veo una especie de aprensión hacia el experiment­alismo de nuevas maneras de narrar, y veo demasiado costumbris­mo.

–¿Escribe para entenderse a usted mismo?

–No, no me entenderé jamás.

–¿Qué le parece firmar libros?

–No me ha gustado nunca. Un libro ya está lleno de letras; ¿para qué quieren más? No lo entiendo.

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MAX BESORA

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