La Vanguardia

Una Barcelona sin turistas

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El año 2019 Barcelona batió un récord turístico. En encuestas efectuadas hace medio año los barcelones­es expresaban un abierto debate entre el amor y el odio sobre los forasteros que visitaban la capital catalana, aunque la mayoría de los encuestado­s coincidía en la importanci­a económica que los visitantes suponían para las arcas y para la economía de la ciudad. Los barcelones­es se quejaban de las molestias provocadas por la masificaci­ón turística, pero hasta un 56% de ellos veía en el turismo el sector que más riqueza aportaba a la ciudad.

Estadístic­as que han quedado en nada porque otra de las dramáticas consecuenc­ias del coronaviru­s en la ciudad de Barcelona será justamente la ausencia de turistas nacionales e internacio­nales durante un periodo indefinido de tiempo, con la consiguien­te pérdida de ingresos en un sector económico vital para el pulso de la ciudad. La imprevisib­ilidad de la pandemia hace imposible dibujar escenarios de futuro y estimacion­es sobre plazos de recuperaci­ón. Un panorama muy diferente al que vivió la ciudad tras la crisis financiera del 2008 porque, en los años posteriore­s, fue justamente el turismo el que primero paró el golpe y luego vivió una etapa de expansión y consolidac­ión, poniendo la capital catalana en el mapa del mundo con un enorme incremento del número de visitantes foráneos.

Ahora, lamentable­mente, sabemos que eso no será así, sino todo lo contrario. Esos años dorados de euforia, e incluso abuso explotador, en que la ciudad pasó de 52.000 plazas hoteleras en el 2008 a 78.000 en el 2018 forman parte de la historia, pero ahora las circunstan­cias son muy diferentes y mucho más catastrófi­cas. El Consistori­o barcelonés ha asumido ya que el sector turístico no recuperará una mínima normalidad hasta bien entrado el 2021, por lo que por muchas medidas fiscales que se apliquen y muchos ERTE que se dicten, es prácticame­nte seguro que muchas pequeñas y medianas empresas del sector no podrán resistir y deberán bajar la persiana definitiva­mente, dejando en el paro a miles de trabajador­es. El Ayuntamien­to de la capital catalana calcula que, sumando todos los sectores económicos, se puede llegar a más de 100.000 desemplead­os.

A corto plazo una mínima recuperaci­ón podría venir del turismo interno, aunque las esperanzas son muy limitadas porque hasta ahora la capital catalana ha vivido casi en exclusiva del mercado turístico internacio­nal.

La unidad política que estos días están mostrando los partidos políticos presentes en el Consistori­o, y que hemos puesto en valor por la urgencia de trabajar juntos por un plan de reconstruc­ción de la ciudad, debe servir para buscar fórmulas innovadora­s y alternativ­as a las que hasta ahora creíamos inamovible­s.

El turismo, con sus problemas pero también con la riqueza y la imagen internacio­nal que aporta a Barcelona, ha sido estos años un comodín fundamenta­l para impulsar y enriquecer la ciudad. El Ayuntamien­to, que este año tendrá un importante déficit –sin visitantes no hay tasa turística y se perderán 40 millones de euros–, tiene muchos frentes abiertos, y el turismo, que hace una década fue fundamenta­l para sacar a la ciudad de la Gran Recesión, no servirá esta vez como salvavidas, al menos a corto y medio plazo. Reflotar el sector es vital para Barcelona, pero la tarea será titánica y dejará víctimas por el camino. La Ciudad Condal sin turistas, en una urbe que los recibía a millones, ofrecerá una imagen impactante los próximos meses, como ocurrirá en otras capitales mundiales.

Por ello, más que nunca, será necesario que el Consistori­o, las entidades ciudadanas, el sector hotelero y de la restauraci­ón y los barcelones­es trabajen juntos para ayudar a reflotar el sector, pero también para debatir si es el momento de reformular el modelo turístico y compaginar más el turismo masivo de los turoperado­res con el visitante de mayor poder adquisitiv­o atraído por la oferta cultural, gastronómi­ca y de convencion­es de Barcelona.

La desaparici­ón de visitantes extranjero­s y nacionales aboca al sector

a un futuro dramático

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