La Vanguardia

Va a Francia y tontea con rusas

- Joaquín Luna

Nunca he buscado a Maria M. en las redes, ni ella tampoco: ya era una mujer inteligent­e

Tontear es propio del verano, estación de faldas cortas, resfriados sin enjundia y rollos con fecha de caducidad. Por amor al prójimo –usted–, ni una palabra hoy del presente o el mañana.

He aquí la historia de un absurdo: pasar a los quince años un verano en Francia y tontear con una alemana (el título dice “rusas” por espacio, un reclamo fiel al texto).

La alemana se llamaba Maria M. y estaba en las mismas aquel julio, juillet para los entendidos: perfeccion­ando el francés en Caen, alojados en familias nativas –que suena a comanches pero sin mal pronto–.

Maria era madura y yo masculinam­ente tonto. Nunca dijo qué vio en mí la noche en que organizaro­n un baile para la tropa. Yo sí podría decir lo que vi en ella.

El viaje a Caen ya resultó instructiv­o. Expreso nocturno a París y taxi para cambiar de estación. Me timaron lo que no está escrito...

La familia de acogida era estupenda porque no recuerdo haber pasado hambre. Compartía habitación con un condiscípu­lo alemán altísimo y torpe cuyo bigotito trasmitía un orden superior. Mi revancha –propia de un cabroncete español– consistía en jugar al fútbol y sentarle a caños, cosa muy fea (un día se sumó el novio de la hija de la familia y vino directo a mis tobillos).

Yo no había reparado en Maria hasta el baile de autos, en el que me vine arriba aunque en la vida había besado a una chica. Fue tragar saliva, pedir un baile agarrado y reparar sin reparo en Maria M.

Con buen criterio, programaba­n la fiesta hacia el final del curso de modo que se tonteaba contra reloj en las tres tardes libres restantes.

Caen tenía su château céntrico y poco concurrido. Normandía. Las tardes eran frescas, Maria no mucho, y aun así estas relaciones asimétrica­s nos parecían un win-win.

¡Una extranjera!

La familia donde vivía Maria tenía un hijo de diez años muy mono. Intuyo que el pequeño Delon –me abstengo de rimas– llegaría a monitor de esquí: pilló unos celos tremendos, de manera que la última tarde puso a Maria M. entre la espada y la pared. Me quedé, serratiana­mente, sol i fotut. Otra enseñanza.

Aun así, me las apañé para despedirla en una estación en París, ante el resto de alemanes, años antes de ver Casablanca o leer “es tan corto el amor, y es tan largo el olvido”.

Nunca he buscado a Maria M. en las redes. Y ella, que yo sepa, tampoco. Ya era una mujer inteligent­e.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain