La Vanguardia

Aligerar el confinamie­nto domiciliar­io de los mayores

- JOSÉ AUGUSTO GARCÍA NAVARRO Director general/ Consorci de Salut i Social de Catalunya (CSC)

De la epidemia del coronaviru­s hemos aprendido que afecta más gravemente a los mayores, que no tenemos tratamient­o preventivo ni vacuna, que no tenemos tratamient­o curativo y que quedarse en casa es muy seguro. Estas son las cuatro certezas que pesan sobre nuestras autoridade­s sanitarias sobre la vuelta a la calle de nuestros mayores.

Pero también pesa mucho la realidad de los mayores en casa: se incrementa­n los problemas psicológic­os, especialme­nte depresión y ansiedad, y los problemas físicos, ligados a una vida más sedentaria (obesidad, pérdida de músculo, etcétera). Y es un drama para las personas con demencia y para sus cuidadores, la mayoría de veces su propia pareja también de edad avanzada.

Este balance beneficio-riesgo quita el sueño a nuestras autoridade­s sanitarias. Un beneficio evidente si los mayores salen a la calle, especialme­nte ahora que es primavera. Un riesgo evidente de volver a incrementa­r la transmisió­n de la enfermedad, de volver a “poner la curva cuesta arriba”.

Estaríamos más tranquilos si dispusiése­mos de un mapa de riesgos y de un mapa de protección de la población (los famosos estudios poblaciona­les con tests PCR y serológico­s). Y también si tuviésemos datos reales instantáne­os de la progresión de la enfermedad no sólo en la utilizació­n de hospitales (urgencias, ingresos, camas de UCI, etcétera), sino también en la población que está en su domicilio y en residencia­s de mayores.

Un terrible reto para el que toma decisiones de salud pública. Es como hacer un viaje sin un mapa detallado y con sólo unos cuantos indicadore­s en el cuadro de instrument­os del vehículo. El desconfina­miento de los mayores debe cumplir tres premisas: ser progresivo, prudente y con protección.

Que sea progresivo significa salir inicialmen­te de forma individual si se puede (en el caso de personas con demencia o con dificultad grave de movilidad, con su cuidador) y, en ningún caso en grupo, hasta más adelante.

Que sea prudente nos obliga a que los mayores no establezca­n aún contacto con los niños, que sospechamo­s que son un importante transmisor de la enfermedad aunque la padecen muy poco. Aún no pueden los abuelos contactar con sus nietos, tendrán que seguir cargados de paciencia.

Y hay que salir protegidos por mascarilla­s, guardar las distancias de seguridad y limpiarnos las manos de forma frecuente y siempre al volver a casa. Y hay que hacerlo en orden de menor a mayor riesgo.

Debe ser un “desconfina­miento activo”: al salir no se debe ir al banco del parque a descansar, sino a pasear al sol. Hay que recuperar la salud ósea y muscular afectada por el confinamie­nto.

Y mientras los mayores van saliendo, las autoridade­s sanitarias seguirán vigilando con lupa los indicadore­s de regresión de la epidemia, por si hubiese que volver atrás. Son los mayores los más afectados por esta crisis y les tenemos que asegurar que la vuelta a la normalidad saldrá bien.

Debe ser un “desconfina­miento activo”: no se debe ir al banco del parque, sino pasear al sol

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