Aligerar el confinamiento domiciliario de los mayores
De la epidemia del coronavirus hemos aprendido que afecta más gravemente a los mayores, que no tenemos tratamiento preventivo ni vacuna, que no tenemos tratamiento curativo y que quedarse en casa es muy seguro. Estas son las cuatro certezas que pesan sobre nuestras autoridades sanitarias sobre la vuelta a la calle de nuestros mayores.
Pero también pesa mucho la realidad de los mayores en casa: se incrementan los problemas psicológicos, especialmente depresión y ansiedad, y los problemas físicos, ligados a una vida más sedentaria (obesidad, pérdida de músculo, etcétera). Y es un drama para las personas con demencia y para sus cuidadores, la mayoría de veces su propia pareja también de edad avanzada.
Este balance beneficio-riesgo quita el sueño a nuestras autoridades sanitarias. Un beneficio evidente si los mayores salen a la calle, especialmente ahora que es primavera. Un riesgo evidente de volver a incrementar la transmisión de la enfermedad, de volver a “poner la curva cuesta arriba”.
Estaríamos más tranquilos si dispusiésemos de un mapa de riesgos y de un mapa de protección de la población (los famosos estudios poblacionales con tests PCR y serológicos). Y también si tuviésemos datos reales instantáneos de la progresión de la enfermedad no sólo en la utilización de hospitales (urgencias, ingresos, camas de UCI, etcétera), sino también en la población que está en su domicilio y en residencias de mayores.
Un terrible reto para el que toma decisiones de salud pública. Es como hacer un viaje sin un mapa detallado y con sólo unos cuantos indicadores en el cuadro de instrumentos del vehículo. El desconfinamiento de los mayores debe cumplir tres premisas: ser progresivo, prudente y con protección.
Que sea progresivo significa salir inicialmente de forma individual si se puede (en el caso de personas con demencia o con dificultad grave de movilidad, con su cuidador) y, en ningún caso en grupo, hasta más adelante.
Que sea prudente nos obliga a que los mayores no establezcan aún contacto con los niños, que sospechamos que son un importante transmisor de la enfermedad aunque la padecen muy poco. Aún no pueden los abuelos contactar con sus nietos, tendrán que seguir cargados de paciencia.
Y hay que salir protegidos por mascarillas, guardar las distancias de seguridad y limpiarnos las manos de forma frecuente y siempre al volver a casa. Y hay que hacerlo en orden de menor a mayor riesgo.
Debe ser un “desconfinamiento activo”: al salir no se debe ir al banco del parque a descansar, sino a pasear al sol. Hay que recuperar la salud ósea y muscular afectada por el confinamiento.
Y mientras los mayores van saliendo, las autoridades sanitarias seguirán vigilando con lupa los indicadores de regresión de la epidemia, por si hubiese que volver atrás. Son los mayores los más afectados por esta crisis y les tenemos que asegurar que la vuelta a la normalidad saldrá bien.
Debe ser un “desconfinamiento activo”: no se debe ir al banco del parque, sino pasear al sol