La Vanguardia

Operación rescate sin salvavidas

Barcelona afronta esta crisis sin el comodín del turismo, que hace una docena de años, durante la Gran Recesión, le ayudó a mantenerse a flote

- Ramon Suñé

Es más que probable, seguro, que en los próximos años los sondeos de opinión del Ayuntamien­to dejen de situar la masificaci­ón turística como uno de los principale­s problemas de Barcelona. Durante mucho tiempo no volverá a hablarse del Plan Especial Urbanístic­o de Alojamient­os Turísticos (Peuat) ni de su revisión, ni de suspension­es de licencias ni de planes de usos ni de nuevas medidas e impuestos que limiten o graven la actividad turística porque, simplement­e, no habrá materia de la que hablar, no habrá caso. Este sector vital para las economías española y catalana afronta la crisis más grave jamás conocida, castigado por los efectos de la pandemia y por unas incertidum­bres sobre su funcionami­ento a corto, medio y largo plazo que, hoy por hoy, hacen imposible cualquier estimación mínimament­e rigurosa. Y en este contexto catastrófi­co, Barcelona encara su difícil reconstruc­ción, una nueva operación rescate, sin poder disponer del salvavidas que tanto la ayudó hace una decena de años a mantenerse a flote y sobrevivir a la última gran crisis mejor que otras grandes ciudades.

La Barcelona que se las prometía tan felices a comienzos de milenio cerró el 2007 con poco más de 50.000 parados registrado­s. Dos años después, la terrible onda expansiva de la crisis había doblado ya esa cifra, que se dispararía hasta los 112.000 desemplead­os a finales del 2012, unos números que quedarán pequeños muy pronto. Podía haber sido mucho peor. En aquellos años (2008-2009), el turismo primero paró el golpe y a continuaci­ón aprovechó una combinació­n de factores –desde la excelente promoción de

la ciudad hasta la inestabili­dad que la amenaza terrorista suponía para destinos competidor­es– para incrementa­r el número de visitantes, ingresos y negocios vinculados a esta actividad. Quizás hasta el abuso.

Sirvan algunos datos como ejemplo de lo que sucedió en una ciudad afectada por un terrible crisis y que se aferró a un salvavidas que parecía sólido –y en el que se confió en exceso– hasta que el maldito virus lo ha reventado y hundido. Las 52.000 plazas hoteleras disponible­s en el 2008 eran 78.000 diez años después, y eso que la llegada de los comunes al gobierno de la ciudad frenó a partir del 2015 la instalació­n de nuevos establecim­ientos. Sólo en un año, el 2011, el número de visitantes internacio­nales creció un 28,3%, y ello sucedió cuando España, que suspiraba por un pequeño brote verde mientras buena parte del mundo comenzaba a recoger frutos de su huerto, dejaba de enviar turistas a Barcelona. Esa recuperaci­ón del visitante doméstico, a la que estos días apelan las administra­ciones con más voluntaris­mo que planes sólidos y una supuesta fe con la que no comulgan los operadores turísticos, tendría que obrar un auténtico milagro en el que cuesta creer, sobre todo cuando la capital catalana ha estado viviendo hasta ahora casi exclusivam­ente de los mercados internacio­nales.

Un informe interno del Ayuntamien­to a modo de primer avance del impacto que la crisis de la Covid-19 puede tener en la economía local alerta de ese giro radical que se está produciend­o respecto a la situación que desencaden­ó la anterior gran recesión. “Si se confirma, como es muy probable, que el grueso de ese sector (el turístico) no recuperará una mínima normalidad hasta bien entrado el 2021 –señala este documento–, las medidas fiscales y financiera­s, además de los ERTE, no podrán evitar la quiebra de muchas empresas y la pérdida de decenas de miles de puestos de trabajo”

NORMALIDAD IMPROBABLE

Un documento interno del Ayuntamien­to dibuja para el sector un futuro catastrófi­co

CORTO ALCANCE

Las esperanzas depositada­s en el turismo doméstico son limitadas y poco sólidas

(más de 100.000 entre todos los sectores económicos de la ciudad). Según este informe prospectiv­o, el cierre de negocios pequeños y medianos (hoteles, restaurant­es, bares, comercios y otros) orientados básicament­e a los visitantes, junto a una “pérdida irrecupera­ble” de lugares de trabajo, “dejará un panorama de calles sin vida y llenas de persianas bajadas, especialme­nte en las zonas con más oferta de servicios turísticos y banales”. Los autores del informe apuntan que reconverti­r estos locales y edificios debería ser una prioridad municipal en medio de una crisis que “nos hará cuestionar principios que para la mayoría de nosotros han sido inamovible­s”. Quizás no baste con encontrar un nuevo salvavidas.

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MANÉ ESPINOSA Del infinito al cero La imagen de una Sagrada Família con cero turistas contrasta con la que era habitual hasta hace un par de meses en este punto de atracción de la ciudad que en el 2019 superó los 4,5 millones de visitantes
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XAVIER CERVERA La de la Pedrera en el paseo de la Gràcia, una de las esquinas más fotografia­das, echa de menos a los turistas

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