La Vanguardia

La cuarta edad y la de piedra

- Alberto Fernández Díaz A. FERNÁNDEZ DÍAZ, abogado

Se considerab­a que una de las claves de éxito de nuestra sociedad moderna es su sobreenvej­ecimiento, la denominada cuarta edad, los mayores de 75 años. La tercera edad ya era una etapa intermedia de nuestras vidas, y el reto por superar era dar respuesta con dignidad a los mayores de nuestros mayores, a esa cuarta edad. Un éxito tornado en reto: el reconocer con atención y suficienci­a a quienes nos han legado el país que hoy conocemos. Lo hicieron posible en aquel pasado con su esfuerzo, privacione­s de décadas, padeciendo guerra y posguerra, y con la mirada no puesta en su precario presente sino en el futuro de sus hijos y nietos.

El 21% de los barcelones­es, 350.000, es mayor de 65 años, de ellos más de la mitad tiene 75 años o más; casi un tercio viven solos, y de los 3.100 barcelones­es fallecidos por el maldito virus, el 88% tenía más de 75 años. Muchos murieron sin estar acompañado­s y fueron despedidos en entierros prohibidos a sus propios seres allegados, restringid­os a sólo tres acompañant­es, mientras que muchas más personas podían coincidir en vagones de metro o colas del súper. En paralelo, la falta de entendimie­nto entre Generalita­t y Ayuntamien­to, las carencias de personal y de medios de prevención y protección, EPI o test, eran flagrantes.

La respuesta de la sociedad a nuestra cuarta edad ha sido propia de la edad de piedra por inciviliza­da y cruel. El distanciam­iento social es un término acuñado ante el coronaviru­s pero que era antes ya una triste realidad entendido como hueco social por la distancia generacion­al que se acrecentab­a entre la mayoría de la sociedad hacia sus mayores. Una tercera y cuarta edad que están siendo relegadas a vivir en soledad alejadas de la opción que más anhelan, estar en su casa de toda la vida, poder hacerlo en familia, o, cuando no hay otras opciones, en una residencia atendido y acompañado.

Cuidar a los que cuidan y cuidar a quienes lo precisan debe ser el objetivo. Las herramient­as son tan de sobra conocidas como ignoradas: un plan de la Generalita­t de equipamien­tos para la gent gran con las residencia­s, centros de día y de noche y sociosanit­arios necesarios. Aquel convenio público del 2006 se ha incumplido escandalos­amente y sólo el acceso a una residencia pública en Barcelona representa más de 18 meses de lista de espera.

Son precisas iniciativa­s públicas y de actitud social de apoyo a entidades, voluntario­s y a las familias cuidadoras por ser esta institució­n

El convenio del 2006 se ha incumplido, y sólo el acceso a una residencia pública supone más de 18 meses en lista de espera

familiar el mejor agente de solidarida­d intergener­acional que precisa el respaldo negado. Subsanar carencias en trabajos sociales y cuidados, primar la mejor atención a nuestros mayores frente a la oferta económica en la adjudicaci­ón de los contratos de gestión de sus centros, ampliar carteras de servicios y ratios o la atención domiciliar­ia es imprescind­ible.

Si preguntára­mos por Ciutat Vella, algunos contestarí­an que es un distrito, otros la ciudad bimilenari­a de nuestra historia, pero pocos añadirían a su respuesta que es una Barcelona con gent gran sinónimo de experienci­a, madurez, generosida­d y esfuerzo. Así es nuestra tercera y cuarta edad que ha de ser prioridad de gobierno y de todos para una ciudad más humana.

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