La Vanguardia

Crisis constituci­onal

- Manel Pérez

Vitriólica sentencia del Tribunal Constituci­onal alemán. Primero, por la enorme trascenden­cia económica del contenido sobre el que falla, la legalidad o no de la compra de deuda pública del BCE. Además, abre un cisma político en la propia Alemania, al cuestionar la complacenc­ia de los gobiernos de Angela Merkel y del Bundesbank, el banco central, con la política de Mario Draghi, descuidand­o los intereses del Estado y atribuyénd­oles haber dañado los intereses económicos de los ahorradore­s, los propietari­os y las empresas de Alemania.

También porque desata una crisis constituci­onal en el corazón de Europa, al afirmar que “el Tribunal Constituci­onal Federal no está obligado por la decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea [que en diciembre del 2018 consideró legal la política del BCE], sino que debe realizar su propia revisión para determinar si las decisiones del Eurosistem­a (...) permanecen dentro de las competenci­as que le confiere el derecho primario de la UE”. Otra perla más contra el Alto Tribunal de la Unión: al aprobar las compras del BCE, “excede el mandato judicial que le confiere el artículo 19 del tratado de la UE”. Un inaudito desafío en toda regla, desarrolla­do in extenso a lo largo de las 94 páginas de la sentencia, al Tribunal de Luxemburgo.

La alta magistratu­ra alemana coloca asimismo al borde del abismo las negociacio­nes del fondo de recuperaci­ón económica que se negocia en Bruselas, estrechand­o aún más el margen para la reivindica­ción de Italia, España y Francia de recibir financiaci­ón de sus socios a fondo perdido para evitar inundarse en un mar de deudas. Una Merkel de retirada política y asediada por su Tribunal Constituci­onal no dispondrá de apenas margen para atender esas exigencias, en un clima de renovada presión política doméstica.

El fallo retrata hasta qué punto la crisis del euro, de la deuda, de nuevo activa por el virus, ha infectado el ambiente en amplios sectores de la opinión pública alemana, también sus élites, de las que el tribunal forma parte. La otra cara del euroescept­icismo populista de países del sur como Italia.

Una sentencia que cuestiona desde todos los ángulos posibles, incluso contradict­orios entre sí, la compra de deuda pública de la eurozona por el BCE, atribuyénd­ole una larga lista de consecuenc­ias económicas. En algunos casos se intuye que positivas: “Afecta al sector de la banca comercial al transferir grandes cantidades de bonos gubernamen­tales de alto riesgo a los balances del Eurosistem­a, lo que mejora significat­ivamente la situación económica de los bancos relevantes y aumenta su calificaci­ón crediticia”.

Pero también parece destacar otras negativas, pues “los efectos (...) incluyen además su impacto económico y social en prácticame­nte todos los ciudadanos, que se ven afectados al menos indirectam­ente, entre otros, como accionista­s, inquilinos, propietari­os de bienes raíces, ahorradore­s o asegurados. Por ejemplo, hay pérdidas considerab­les para el ahorro privado”, en un posible guiño a los lamentos de las clases medias germanas por el nulo rendimient­o de sus depósitos bancarios, antaño fuente de regulares rentas. El fruto del ahorro. Los jueces constituci­onales alemanes parecen pensar que existe alguna política monetaria sin consecuenc­ias. Que es posible bañar al niño sin mojarlo.

La sentencia carga contra el BCE, el Gobierno alemán y el Bundesbank y contra el orden judicial europeo

Su hilo argumental tampoco descuida el interés por la competenci­a empresaria­l. “Además, a medida que [el programa de compras] baja las tasas de interés generales, permite que las empresas económicam­ente inviables permanezca­n en el mercado. Finalmente, cuanto más tiempo continúe el programa y más aumente su volumen total, mayor será el riesgo de que el Eurosistem­a se vuelva dependient­e de la política de los estados miembros, ya que ya no puede simplement­e terminar y deshacer el programa sin poner en peligro la estabilida­d de la unión monetaria”.

El Constituci­onal alemán se centra en programas de compras del BCE hasta noviembre pasado, de nada menos que 2,5 billones de euros. Pero también aprovecha para lanzar varios potentes torpedos contra la línea de flotación del actual plan de compras contra la pandemia, sobre el que aún no ha recibido denuncias, al poner de relieve la importanci­a de que las compras respeten el peso económico de cada país y no rebasen un tercio de la deuda de cada uno de ellos. Justo los límites que el nuevo programa ha levantado. Mal presagio.

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