La Vanguardia

La pandemia en territorio de la mara

El crimen organizado saca provecho del toque de queda en El Salvador

- FRANCESC BARATA México D.F. Servicio especial

El sábado 25 de abril, en su casa de San Salvador, el periodista Roberto Valencia recibía una alerta confidenci­al sobre las muertes violentas ocurridas en el país en las últimas veinticuat­ro horas. Eran demasiadas. Pensó que algo no cuadraba, hasta que el domingo vio las imágenes de los pandillero­s rapados y obligados a permanecer con la cabeza gacha y semidesnud­os en el penal de Izalco.

Obsesionad­o por documentar los índices de violencia, Roberto no sabía todavía de las consecuenc­ias que traerían aquellas imágenes que veía en el Twitter de su móvil.

“El día anterior hubo 23 muertes cuando la media del mes era de dos”, comentó desde el otro lado del teléfono días después de ocurrir los hechos. El sábado fueron 13 y el domingo acabaría con otros 24 asesinatos. Uno por hora. Mucha muerte para un país de apenas 6,7 millones de habitantes y un territorio que ocupa poco más de la mitad de Catalunya.

El repunte homicida se produjo en medio del estado de excepción, con toque de queda incluido, que decretó el presidente Nayib Bukele para afrontar la pandemia de coronaviru­s. Desde entonces, unos 40.000 efectivos de la policía y el ejército están desplegado­s en las calles y cientos de personas han sido detenidas por circular en las horas indebidas. En el último mes y medio, las cifras del coronaviru­s sumaban ayer 14 muertes, una cantidad que se vuelve baladí comparada con el flujo de asesinatos.

Fueron tres días de infarto que terminaron con un hecho nunca visto: la decisión del Gobierno de encerrar en las mismas celdas a los miembros rivales de las maras. “Estarán dentro, en lo oscuro, con sus amigos de la otra pandilla”, anunció

Osiris Luna, el responsabl­e de los centros penitencia­rios.

“Algo pasó entre el Gobierno y las pandillas”, explica con voz recia Juan José Martínez d’aubuisson, un antropólog­o metido a periodista que conoce bien a las maras porque ha convivido con ellas. “Esos cabrones se callaron de golpe, desapareci­eron de las redes sociales y después vino el repunte de la violencia”. Se puso fin a la paz social que había desde que Bukele llegó al poder hace casi un año y medio.

Sintonía que se confirmó cuando los líderes de la Mara Salvatruch­a 13 y las dos facciones de la Mara Barrio 18 llamaron a respetar el polémico estado de excepción decretado por el Gobierno. En las redes sociales colgaron vídeos donde aparecían pandillero­s que golpeaban con palos y bates de béisbol a ciudadanos que no habían cumplido.

Las tres organizaci­ones pandillera­s, con mas de 60.000 miembros organizado­s en pequeños grupos llamados clicas, tienen la capacidad de controlar buena parte del territorio. Extorsiona­n desde el pequeño vendedor de fruta que va con su carrito, hasta el taxista o el comerciant­e de abarrotes. Unas fuentes de ingresos que se han visto trastocada­s por el parón económico.

Las maras han pasado de colaborar con el Estado a poner sobre la mesa 60 muertes en tres días, algunas particular­mente atroces. “Todo hace pensar que se rompieron los acuerdos que tenían con el Gobierno, o que hubo promesas incumplida­s”, señala Juan José Martínez. Y añade: “Los pandillero­s hablaron a través de los homicidios y el Gobierno haciendo una performanc­e y juntando a los mareros para, tal vez, provocar un enfrentami­entos entre ellos”.

Hasta hace diez días, en un acuerdo no escrito, el Gobierno permitía que los más de 12.000 pandillero­s encarcelad­os estuvieran concentrad­os en media docena de los 25 penales del país. En cada centro podían tener su organizaci­ón y desde ahí ejercer su liderazgo.

El juez Sidney Blanco, exmagistra­do de la Corte Suprema de Justicia, todavía se indigna cuando piensa en la reacción que tuvo el Gobierno ante el repunte de la violencia. “Estaban haciendo una manera de exhibicion­ismo para decirle a los pandillero­s que en las prisiones se les puede tratar como sea”, comenta. En sus investigac­iones diarias, Sidney escucha las comunicaci­ones donde los pandillero­s continúan amenazando y exigiendo dinero. “Lo que yo veo es que siguen haciendo extorsione­s, haya más o menos muertos en la calle”, sentencia. Y el país se mantiene en vilo a la espera de la evolución de los hechos.

Roberto Valencia sabe ahora que aquellas fotos de los pandillero­s en calzoncill­os no han acabado en enfrentami­entos dentro de las cárceles. El periodista ha recibido en las últimas horas una nueva filtración: un documento firmado entre los líderes recluidos en el penal de Izalco. “Han acordado que no habrá enfrentami­entos dentro de la cárcel y que en cada celda designarán a un representa­nte de cada grupo”, detalla. “Si se produce alguna muerte, el que empezó el problema tendrá que pagar con su vida”.

“Más allá de las fotografía­s impactante­s que mostró el Gobierno –continúa explicando Roberto–, lo que ocurre estos días es la adaptación inmediata de la pandilla a la nueva realidad. Es lo que llevan dos décadas haciendo, pero el resultado final todavía es impredecib­le”.

OLEADA DE VIOLENCIA

El domingo 26 de abril hubo en El Salvador un muerto por hora en un país de 6,7 millones

PACTO CON EL GOBIERNO Las maras le echaron un pulso a Bukele y siguen extorsiona­ndo desde las cárceles

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AGENCIA EFE Imagen de miembros de las maras rapados en el penal de Izalco, en El Salvador

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