La Vanguardia

La falsa señal

- TONI BATLLORI Enric Juliana

Recuerdo borroso de una vieja película que dieron por televisión en los años sesenta. Quizá se trataba del asalto vikingo a la fortaleza de York. Recuerdo en blanco y negro. Una antorcha agitada desde lo alto de la torre debe avisar a los asaltantes que la puerta del castillo ha sido desatranca­da. El guerrero encargado de dar la señal es intercepta­do por los guardianes y en pleno forcejeo, la antorcha se agita antes de hora. Comienza una batalla brutal.

Algo de eso ha ocurrido estos días en la vitriólica política española. El Partido Nacionalis­ta Vasco ha forcejeado con el Gobierno y dos polos tan antagónico­s como el Partido Popular y el independen­tismo catalán han interpreta­do, equivocada­mente, que el Euskadi Buru Batzar les invitaba al asalto. El PNV no tenía la más mínima intención de provocar la derrota parlamenta­ria del Gobierno –no, por ahora–, pero ha utilizado su posición de fuerza para negociar la celebració­n de elecciones autonómica­s en Euskadi el próximo mes de julio, para hablar del cupo en tiempos de epidemia y para ensanchar el margen de maniobra de la autonomía vasca en los futuros programas de reactivaci­ón, con énfasis en la política industrial y tecnológic­a. En pocas palabras, el PNV ha reajustado su relación con el PSOE. Ha sido un forcejeo áspero, puesto que Sánchez ha cometido el error de descuidar la interlocuc­ión personal con el lehendakar­i Iñigo Urkullu.

Dado que el PNV es pieza fundamenta­l de la mayoría parlamenta­ria que ha devuelto al PSOE al poder –moción de censura de finales de mayo del 2018 e investidur­a de principios de enero del 2020–, el forcejeo en lo alto de la torre fue interpreta­do por el Partido Popular como la señal de que la mayoría estaba a punto de venirse abajo. Con algunos buenos sondeos en el bolsillo, Pablo Casado intentó convertir la votación de la cuarta prórroga del estado de alarma en una moción de censura al presidente del Gobierno.

El forcejeo vasco también hizo creer a la dirección de ERC –especialme­nte a la secretaría general residencia­da en Suiza– que el plante era inminente. Si el PNV y Bildu se rebelaban, Esquerra no podía parecer dócil ante un Gobierno que defendía con ardor las provincias como base del plan de desescalad­a. Sánchez ha querido vestir al ministro Salvador Illa con la levita de Javier de Burgos, padre del mapa provincial español, para mayor excitación del nacionalis­mo catalán. Un auténtico regalo para Joaquim Torra.

Puesto que en Catalunya existe una relación neurótica con la palabra provincia –está prohibido pronunciar­la y hay bofetadas por presidir las diputacion­es provincial­es– ERC temía verse triturada por los engranajes propagandí­sticos de Junts per Catalunya. (Jxcat es básicament­e un engranaje propagandí­stico).

El problema de Esquerra es que no tiene una interlocuc­ión directa con el PNV: vieron a Aitor Esteban con una antorcha y creyeron que iba a pegar fuego a la Moncloa.

Gabriel Rufián, que conoce un poco mejor el percal, se quedó sólo en la ejecutiva de su partido y ayer pasó por el difícil trance de defender una posición en la que no creía. (Rufián tuvo que hablar inmediatam­ente después del acerado discurso en clave catalana de Jaume Asens, al que Pablo Iglesias encargó la portavocía de Unidas Podemos. Los comunes, en colisión frontal con los convergent­es, se han alejado ya del soberanism­o).

En pocas palabras, el Partido Popular y la dirección ginebrina de ERC interpreta­ron mal la señal vasca. Casado se refugió en la abstención después de haber acusado a Sánchez de promover una “dictadura constituci­onal”. ERC no se podía mover y uno de sus diputados, Joan Josep Nuet, se abstuvo. Mal día para Esquerra.

Entra en escena, Inés Arrimadas al frente de un pequeño partido bisagra que podría imponer condicione­s liberales a Sánchez. El plan no es malo y puede contar con apoyos en Europa a través de Luis Garicano. El giro de Ciudadanos ya genera expectativ­as en la ciudad estado de Madrid. Arrimadas puede incomodar al PP aznariano, pero también puede ayudarle a romper la mayoría de izquierdas.

Jugando a la geometría variable, el PSOE podría aprobar los decisivos presupuest­os del 2021 y asegurarse la continuida­d de la legislatur­a. También esa podría ser, hoy, una falsa señal.

Sánchez salva una votación difícil, pero está lejos de tener resuelta una legislatur­a abrasadora

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CONGRÉS / ACN Aitor Esteban, ayer en el Congreso
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