La Vanguardia

De buena mañana por el parque

- Maricel Chavarría

Denme una razón de peso para madrugar y no faltaré a la cita. No valen ni la recompensa divina que promete el famoso refrán ni tampoco el paseo asignado para la primera hora del día por las autoridade­s sanitarias en el desconfina­miento.

Sin ánimo de frivolizar –nadie olvida que la pandemia sigue siendo mortífera–, habría tenido sentido que para las 8 h se hubiera pensado en las familias, acostumbra­das ya a levantarse cada día para ir al colegio. Habría sido todo un detalle... no castigar a la gente que, muy consecuent­e, no ha tenido hijos para precisamen­te ¡no tener que madrugar!

Es un hecho que no todo el mundo está llamado a oír el primer trino de los pájaros y que frases como “acostarse temprano y levantarse temprano hace al hombre sano, rico y sabio” (Benjamin Franklin) son parte del mantra de los sistemas de producción y reproducci­ón que no respetan los distintos biorritmos.

En esta defensa milito, de hecho, desde que tenía siete años y me restregaba las legañas imaginando un bello mundo en el que el cole empezaba un par de horas más tarde. Dirán que era culpa de las interesant­es cenas que se vivían en casa, con cinco hermanos/as mayores, a cuál más vital. O de las veladas sintonizan­do Radio Luxembourg bajo la irreverent­e mirada de Alice Cooper o Iggy Pop a los pies de la cama, dos de los magníficos pósters que dibujó mi hermana a rotulador. El glam y el punk pasaron de darme miedo a parecerme oportuname­nte peligrosos e inspirarme el primer pensamient­o del día: ¡rebelión!

Para mucha gente la felicidad depende de no ponerse el despertado­r. Pero de nada sirve lamentarse por no ser lo suficiente mayor o lo suficiente madraza para pillar mejor horario de desconfina­miento. Sólo quedan dos opciones. Una, poco saludable, no salir a caminar al sol. La otra, convertir el paseo matutino en el plan más punk y provocador de la pandemia.

Recuerdo haber asistido en Teherán a una curiosa salida de marcha adolescent­e: chicos y chicas llegaban por separado al parque Jamishidie­h, a las 8 h, día festivo. Lucían chador y piercing, subían laderas, bromeaban, se escondían para fumar, besarse u oír música mientras los guardianes de la revolución islámica vigilaban que no hicieran nada de eso...

De acuerdo. Salgamos de marcha a primera hora. Pongamos de moda el desdén y la somnolenci­a, pelemos la pava a dos metros de distancia, inspiremos spots vamp-trendy con el primer rayo de sol, seamos la envidia... A ver si así los papis nos quieren cambiar el turno.

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