La Vanguardia

Lamentable Urquinaona

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Lo peor del Eixample son sus plazas, y la que se lleva la palma es Urquinaona. Me pregunto si este panorama doloroso y sorprenden­te, pues los mediterrán­eos saben hacer plazas, se debe a que Ildefons Cerdà había propuesto que cada interior de manzana fuera huerto o jardín, es decir nuestra forma de interpreta­r el square. De haber respetado su Pla del Eixample, habría quedado justificad­o que hubiera tan pocas; ahora bien, la calidad urbanístic­a de cada una de ellas ya es otra cuestión distinta.

La plaza Urquinaona no fue proyectada por el urbanista en su Pla de l’eixample, como tampoco lo hizo el arquitecto Miquel Garriga i Roca. Eso explica que no fuera bautizada por Víctor Balaguer, cronista oficial que impuso todos los nombres de aquella nueva y tan moderna ciudad.

Este espacio apareció tarde y con timidez: en 1872 y de la mano de Francesc de Paula Rius i Taulet, al ser designado alcalde por el rey Amadeo.

Fue una de sus primeras iniciativa­s.

Carecía entonces de numeración propia, pues las casas ya puestas en pie habían sido en este sentido vinculadas a cada una de las calles que allí confluían. Era sólito ver un rebaño de corderos comiendo yerba. Cuando en el decenio siguiente pasó a residir allí el marqués de Sentmenat, a la salida de Liceu se hacía acompañar por una pareja de guardias civiles, de tan inhóspito y descampado se le antojaba todavía el lugar.

Más que una plaza, es y sigue siendo un espacio residual, cruzado por un enjambre de calles. La ronda Sant Pere tiene una anchura inesperada, mucho mayor que los 20 metros de las habituales, fruto del solar que emergió al derribar las murallas. El paso de esta ronda supone tal embestida contra la plaza, que las dos porciones quedan achicadas y encima desconecta­das.

Por si faltaba algo, en los años 20 fue levantado un edículo para el ascensor del metro, un volumen acristalad­o art déco de elegante diseño; y además, un amplio espacio subterráne­o con lavabos, duchas y limpiabota­s. Tal como se echa de ver, todo muy funcional aunque poco agradecido para crear ambiente.

Una pincelada simpática y creativa pasó a ser la fuente artística del Noi dels càntirs que modeló Josep Campeny, ganador en 1911 del concurso municipal; es lo único que ha permanecid­o inamovible.

En el centro de la fotografía, la casa que para el marqués de Sentmenat proyectó el arquitecto August Font, derribada en 1975 y substituid­a por uno de los edificios más feos del Eixample. En el principal tenía la sede la banca Magí Valls. Y a la derecha, asoma la casa Jacint Vilaseca, proyectada por su hijo Josep Vilaseca, arquitecto relevante y que ornamentó la fachada con una nutrida relación de destacados colegas históricos por él admirados. Sufrió un incendio y en su lugar se alzó el actual edificio racionalis­ta.

Por razones históricas este espacio carece de la categoría que sin duda merecería

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La ronda Sant Pere no sólo corta la plaza, sino que reduce y desconecta las dos partes

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