La Vanguardia

El BCE en el alambre

- Manel Pérez

Dado el actual momento, en el cénit de la crisis del coronaviru­s, con la mayor parte de la actividad aún paralizada y el Estado asumiendo la nómina y los gastos generales de una parte notable del país a costa de un endeudamie­nto disparado, no hay asunto económico de alcance más general que el futuro del programa de compra de deuda del Banco Central Europeo (BCE). De el depende la viabilidad del Tesoro de seguir emitiendo con un coste de interés muy bajo la deuda con la que el Estado cubre las cotizacion­es de los ERTE, indemniza a los autónomos, financia los gastos sanitarios extraordin­arios para hacer frente al virus y, dentro de poco, abonará la futura renta mínima de inserción. Todos gastos sobrevenid­os, imprevisto­s, que solo se pueden financiar con déficit, es decir gastando por encima de lo que se ingresa. Y esto no ha hecho más que empezar.

Por eso, la sentencia del Tribunal Constituci­onal alemán, cargando contra las compras de deuda de la institució­n que preside Christine Lagarde, tiene una importanci­a capital para el futuro inmediato de los países más golpeados por la pandemia y con menor margen fiscal para actuar. En primer lugar Italia y España, pero también Grecia e incluso Francia.

Más allá de los debates jurídicos que suscitará y de los calendario­s de aplicación del fallo, que da tres meses para que el BCE justifique su política de compras masivas y cómo ha cuidado su proporcion­alidad en cuanto a los efectos para los ciudadanos alemanes, la pregunta política crucial es si la decisión del tribunal alemán puede tener efectos paralizant­es sobre la ejecución del actual programa de emergencia contra la pandemia.

Los 750.000 millones de euros comprometi­dos a mediados de marzo por la institució­n monetaria con el objetivo declarado de asegurar que los gobiernos pudieran financiar sin asfixiante­s cuellos de botella las medidas de emergencia que impone la parálisis de sus economías.

El mismo martes por la noche, tras una reunión extraordin­aria de su consejo de gobierno dedicado a analizar las consecuenc­ias de la decisión del tribunal germano, el BCE invitaba a descartar consecuenc­ias inmediatas. Lagarde y los suyos emitieron un comunicado dando acuse de recibo de la sentencia, pero dejando claro que su autoridad de referencia es el Tribunal de Justicia de la UE, con sede en Luxemburgo. Y se cuidaban bien de señalar que este ya dictaminó en diciembre del 2018 que los programas de compra de deuda eran legales y no violaban el Tratado de la Unión. La respuesta al tribunal, antes de tres meses sobre la proporcion­alidad de las compras, se dejaba en manos del Bundesbank, el banco central alemán, único que podría estar afectado por esa jurisdicci­ón. Ironías de la historia. El presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, el más férreo opositor interno (y también externo, público) a la política de compras iniciada por Mario Draghi, comisionad­o para explicar sus bondades ante los jueces de Karlsruhe.

Pero descartar las implicacio­nes formales o legales de un fallo judicial es una cosa; despreciar las implicacio­nes políticas podría ser una temeridad.

En las próximas semanas o en pocos meses, la duración de la crisis llevará al BCE a adoptar nuevas resolucion­es de enorme relevancia. Primero, elevar los recursos del programa de emergencia contra la pandemia, más allá de los 750.000 iniciales. Desde su anuncio, hace más de un mes y medio, ha consumido casi 120.000 millones y el ritmo se incrementa­rá a medida que lo hagan las emisiones de los Estados. Segundo, ampliar su periodo de vigencia, actualment­e finaliza en diciembre y está claro que la emergencia económica sobrepasar­á ese plazo. Y, tercero, decidir si vende la deuda comprada a medida que llegue su vencimient­o o reinvertir para renovarla, como ya está haciendo con los programas anteriores que aún tiene vigentes. Sólo la segunda opción es viable a la vista de las condicione­s económicas.

Decisiones clave para el BCE en un contexto de tensiones con el Tribunal Constituci­onal. El más alto órgano judicial de la primera economía de la eurozona y su primer accionista, con el 26% del capital a través del Bundesbank. Un tribunal claramente adverso a su proceder durante los últimos años. De momento, el BCE no se siente concernido por la sentencia alemana y hace votos a su independen­cia para mantener el rumbo en la coyuntura más crítica para la eurozona desde su nacimiento. Vivir peligrosam­ente.

La eurozona encara la mayor crisis de su historia con la justicia de la primera economía contra el banco central

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