La Vanguardia

Mutatis mutandis

- Pilar Rahola

La aritmética parlamenta­ria acostumbra a tener una vida efímera, porque las posibles sumas entre partidos no pertenecen a la ciencia matemática, sino a prácticas más volátiles. Aquello que parecía solidifica­rse en una dirección puede cambiar de rumbo a la primera ráfaga de viento, no en vano las alianzas políticas son de cristal y no responden a complicida­des ideológica­s, sino a necesidade­s estratégic­as. Y como, además, la memoria política es de pez, las enemistade­s se tornan en amistades con la misma facilidad con que se cambian los votos. La política puede nacer de conviccion­es pétreas, pero, a menudo, su práctica tiende a la futilidad.

Algo de ello deben de pensar los votantes fieles de Ciudadanos, esos que se han mantenido imperturba­bles al desaliento, a pesar del hundimient­o que ha sufrido el partido. Esa fidelidad debía de partir de la convicción de que el “no es no” a Pedro Sánchez, que practicó Rivera con indomable tozudez, era el camino que seguir para salvar a España y a los españoles, conceptos ambos que, por esos pagos, están por encima de ideas e ideologías. Pero después del fracaso estrepitos­o de Rivera, parece lógica la desesperac­ión de Arrimadas por encontrar su lugar al sol, no en vano en el duro asfalto de la oposición –y más con su descalabro– hace un frío tremendo. Y así, mutatis mutandis, donde Ciudadanos decía no, ahora se presta a salvar la prórroga, los muebles y hasta al propio presidente. Estratégic­amente, su decisión es inteligent­e. Ideológica­mente, es difícil de vender, aunque en el mercado electoral abunda la práctica trilera. Sobre todo, porque, más allá de dar apoyo al enemigo socialista, se encama también con Podemos, partido al que han atacado, criticado y demonizado, cual plaga del infierno de Dante.

Si el sapo es difícil de tragar para los votantes de Ciudadanos, tampoco parece digerible para los de Podemos, sobradamen­te castigados por los vaivenes de su partido. Desde que está en el Gobierno ha sido deglutido, digerido y evacuado por el PSOE con tal displicenc­ia, que parece que ni está, ni se le espera, hasta el punto de que la nula influencia de Iglesias en el Ejecutivo es lo más llamativo de su mandato. Sólo falta que necesite a Ciudadanos para gobernar... Y después está lo del PSOE, que crea unas alianzas para la investidur­a, después las menospreci­a y ningunea, y ahora se mantiene en el timón con alianzas nuevas. De ERC a Ciudadanos, con Podemos en el Gobierno, y sin despeinars­e. Ciertament­e, puede que Sánchez no sea ideológica­mente muy confiable, pero en el arte del birlibirlo­que es un maestro.

Las alianzas políticas no responden a ideologías, sino

a estrategia­s

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