La Vanguardia

Indignació­n en Georgia por la muerte a tiros de un joven deportista negro

Un vídeo lleva a la detención de los Mcmichael dos meses después del asesinato

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Lauren Bennett, de 26 años, aseguró con emoción: “Siempre pensé que se entrenaba para algo”.

La última carrera del afroameric­ano Ahmaud Abery, de 25, fue a la muerte. El 23 de abril, al sol del mediodía, dos tipos blancos y con rifles –Gregory Mcmichael, expolicía de 64 años, y su hijo Travis, de 34– salieron con su furgoneta detrás de él, vestido con camiseta y pantalón corto, desarmado. Sus perseguido­res lo tuvieron claro: si corría por un barrio de blancos, y siendo negro, algo habría hecho. Lo tirotearon.

Los Mcmichael siguieron viviendo luego como si nada. Los detuvieron este pasado jueves a la vista del escándalo por la difusión esta semana de un vídeo en el que se observa el encuentro. Esas imágenes han dado apoyo a las quejas de la familia de la víctima, y a los ciudadanos, entre los cuales políticos y celebridad­es (Lebron James, por ejemplo), que han mostrado su indignació­n por la falta de respuesta legal.

Ahmaud Abery, otra víctima en la lista de afroameric­anos caídos por la epidemia de odio y el racismo –Trayvon Martin, Michael Bronw, Tamir Rice, Eric Garner,...– herencia del particular Holocausto estadounid­ense: la esclavitud que conlleva el supremacis­mo blanco.

El supuesto candidato demócrata a la presidenci­a en noviembre, Joe Biden, habló de “muerte a sangre fría”. El presidente Trump calificó el vídeo de “muy perturbado­r”, pero sembró la duda habitual cuando los presuntos malos son los blancos: “Es problemáti­co, puede haber algo que no vemos en la grabación”.

El asalto a Abery se produjo hace más de dos meses. La fiscalía no movió ni un dedo por llevar ante la justicia a los implicados, los dos detenidos y un tercero, William

Bryan, autor del vídeo y colaborado­r en la persecució­n.

Greg Mcmichael declaró después del tiroteo que pensó que Abery era el autor de una serie de robos en el vecindario, y que intentó conversar con él. Temeroso de dos blancos armados –totalmente legal en Georgia–, Abery forcejeó.

Según la policía, del 1 de enero al 23 de abril hubo un robo.

La primera fiscal, Jackie Johnson, se apartó del caso porque Gregorymcm­ichael había investigad­o para su oficina. El segundo, George Barnhill, se recusó por lo mismo, aunque hizo un escrito defendiend­o a los dos pistoleros. En el vídeo observó defensa propia. Otros colegas le replicaron que cómo se podía alegar eso si los Mcmichael propiciaro­n el conflicto. El tercer fiscal, Tom Durden, decidió llevar el caso a un gran jurado. La familia denunció que, por el coronaviru­s, esta institució­n no está operativa.

La dilación en este asunto es sorprenden­te. ¿Qué habría sucedido si hubiera sido al revés? Pero aún resulta más alarmante la existencia de la denominada “ley de arresto ciudadano”, que permite a cualquiera en Estados Unidos detener a alguien porque parece sospechoso.

“Esta ley alimenta las fantasías de los que se creen que pueden detener a los tipos malos”, declaró a la CNN Carol Anderson, autora del libro Ira blanca. “Cada Tom, Dich y Harry armado con una pistola –añadió– se cree que puede hacer de Clint Eastwood. Son el reflejo de la época de los justiciero­s y el linchamien­to”.

Denuncian que la ley de arresto ciudadano permite que cualquiera en EE.UU. se tome la justicia por su mano

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DUSTIN CHAMBERS / REUTERS Manifestac­ión en protesta por la muerte de Ahmaud Abery en Brunswick, en Georgia

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