Indignación en Georgia por la muerte a tiros de un joven deportista negro
Un vídeo lleva a la detención de los Mcmichael dos meses después del asesinato
Lauren Bennett, de 26 años, aseguró con emoción: “Siempre pensé que se entrenaba para algo”.
La última carrera del afroamericano Ahmaud Abery, de 25, fue a la muerte. El 23 de abril, al sol del mediodía, dos tipos blancos y con rifles –Gregory Mcmichael, expolicía de 64 años, y su hijo Travis, de 34– salieron con su furgoneta detrás de él, vestido con camiseta y pantalón corto, desarmado. Sus perseguidores lo tuvieron claro: si corría por un barrio de blancos, y siendo negro, algo habría hecho. Lo tirotearon.
Los Mcmichael siguieron viviendo luego como si nada. Los detuvieron este pasado jueves a la vista del escándalo por la difusión esta semana de un vídeo en el que se observa el encuentro. Esas imágenes han dado apoyo a las quejas de la familia de la víctima, y a los ciudadanos, entre los cuales políticos y celebridades (Lebron James, por ejemplo), que han mostrado su indignación por la falta de respuesta legal.
Ahmaud Abery, otra víctima en la lista de afroamericanos caídos por la epidemia de odio y el racismo –Trayvon Martin, Michael Bronw, Tamir Rice, Eric Garner,...– herencia del particular Holocausto estadounidense: la esclavitud que conlleva el supremacismo blanco.
El supuesto candidato demócrata a la presidencia en noviembre, Joe Biden, habló de “muerte a sangre fría”. El presidente Trump calificó el vídeo de “muy perturbador”, pero sembró la duda habitual cuando los presuntos malos son los blancos: “Es problemático, puede haber algo que no vemos en la grabación”.
El asalto a Abery se produjo hace más de dos meses. La fiscalía no movió ni un dedo por llevar ante la justicia a los implicados, los dos detenidos y un tercero, William
Bryan, autor del vídeo y colaborador en la persecución.
Greg Mcmichael declaró después del tiroteo que pensó que Abery era el autor de una serie de robos en el vecindario, y que intentó conversar con él. Temeroso de dos blancos armados –totalmente legal en Georgia–, Abery forcejeó.
Según la policía, del 1 de enero al 23 de abril hubo un robo.
La primera fiscal, Jackie Johnson, se apartó del caso porque Gregorymcmichael había investigado para su oficina. El segundo, George Barnhill, se recusó por lo mismo, aunque hizo un escrito defendiendo a los dos pistoleros. En el vídeo observó defensa propia. Otros colegas le replicaron que cómo se podía alegar eso si los Mcmichael propiciaron el conflicto. El tercer fiscal, Tom Durden, decidió llevar el caso a un gran jurado. La familia denunció que, por el coronavirus, esta institución no está operativa.
La dilación en este asunto es sorprendente. ¿Qué habría sucedido si hubiera sido al revés? Pero aún resulta más alarmante la existencia de la denominada “ley de arresto ciudadano”, que permite a cualquiera en Estados Unidos detener a alguien porque parece sospechoso.
“Esta ley alimenta las fantasías de los que se creen que pueden detener a los tipos malos”, declaró a la CNN Carol Anderson, autora del libro Ira blanca. “Cada Tom, Dich y Harry armado con una pistola –añadió– se cree que puede hacer de Clint Eastwood. Son el reflejo de la época de los justicieros y el linchamiento”.
Denuncian que la ley de arresto ciudadano permite que cualquiera en EE.UU. se tome la justicia por su mano