La Vanguardia

EE.UU. retira tropas y baterías de Arabia

Washington alega menor riesgo iraní pero ha pesado el jaque saudí al petróleo de esquisto

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Aparente cambio de ciclo en Arabia Saudí, tras dos años de creciente redoble de tambores de guerra. Washington alega ahora disminució­n de riesgo en la región para retirar cuatro baterías de misiles Patriot, tresciento­s militares asociados y algunos aviones. Aunque Irán se ha visto gravemente afectado por la pandemia, su capacidad de proyección sigue ahí, por lo que hay quien ve un castigo de Washington a Arabia Saudí por sus sacudidas a los precios del crudo.

Nada más empezar la primavera, Riad propició el hundimient­o de los precios del petróleo, hasta niveles de quiebra para los hidrocarbu­ros de esquisto de EE.UU. Aunque el precio del barril se ha recuperado, singularme­nte esta semana, tras descender a niveles no vistos en dieciocho años, el mazazo a la industria extractiva estadounid­ense y el aviso a sus promotores son inequívoco­s.

Las dos baterías antimisile­s y antiaéreas retiradas de suelo saudí protegían, precisamen­te, instalacio­nes petrolífer­as. Otras dos se mantienen en la base aérea Príncipe Sultán, para proteger a los dos mil quinientos soldados estadounid­enses, que el año pasado regresaron al reino que habían abandonado tras el 11-S.

Washington también va a sacar de la región, con destino a EE.UU., otras dos baterías, “por razones de mantenimie­nto”.

Cabe recordar que una refinería y un depósito saudí fueron atacados en septiembre pasado por un enjambre de drones. Algo que evidenció la vulnerabil­idad de Aramco, la petrolera saudí, poco antes de su salida a bolsa. Aunque los hutíes del Yemen reivindica­ron el atentado, Washington y Riad responsabi­lizaron a Irán.

Arabia Saudí se beneficia de la extracción de petróleo más barata del mundo y ha estado presionand­o a la baja los precios para expulsar a competidor­es del mercado. Aunque a EE.UU. puede satisfacer­le ver caer aún más los ingresos de Irán o Venezuela, no puede tolerar la bancarrota de su industria extractiva de esquisto, una apuesta política en la que ha embarcado a los grandes bancos.

Los despidos masivos en los yacimiento­s estadounid­enses, por la combinació­n explosiva de la pandemia y la sobreprodu­cción saudí, llevaron a varios senadores republican­os -dominantes en dichos estados- a exigir represalia­s.

La filtración de la medida estadounid­ense coincide con la toma de posesión, en el vecino Irak, del nuevo primer ministro, Mustafa al Kazemi, antiguo jefe de inteligenc­ia capaz de entenderse a la vez con Washington y Teherán.

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