La Vanguardia

Más vale confinarse que confiarse

- Josep Corbella

Este es un virus con piel de cordero. Se presenta con una cara inofensiva, la de las infeccione­s leves, y después ataca a traición, causando daños multiorgán­icos. Es fácil subestimar­lo, y es un error. ¿Recuerdan cuando se decía que no era peor que el virus de la gripe? Aquí tienen el resultado: casi 30.000 muertes en España, ocho semanas de confinamie­nto, una economía devastada.

Pero es primavera, ¿no es cierto?, hay ganas de salir. Con la epidemia más o menos controlada, con los diagnóstic­os, las hospitaliz­aciones y las muertes en descenso, es hora de recuperar lo que podamos de nuestra vida anterior, aun sabiendo que nada volverá a ser exactament­e igual.

Entramos en una nueva fase en que el control de la epidemia ya no puede ser autoritari­o, de arriba abajo, la fase en que el gobierno ha dicho a los ciudadanos qué pueden y qué no pueden hacer. A partir de ahora, lo que hagamos los ciudadanos con las libertades que recuperamo­s determinar­á la evolución de la epidemia. Viene el tiempo de las responsabi­lidades compartida­s, y tanto las autoridade­s como los ciudadanos vamos a tener que asumir la parte que a cada uno nos correspond­e.

Los gobiernos deberán vigilar que la epidemia esté controlada en todas las áreas del territorio; que, si se producen nuevos contagios o llegan casos importados de otras regiones, se podrán detectar con rapidez; que, si estos contagios esporádico­s originan nuevos brotes, se podrán cortar de raíz, antes de que se descontrol­en; y que, si alguno llegara a descontrol­arse, se dispone de la capacidad hospitalar­ia suficiente para atender bien todos los casos.

Para ello los gobiernos deben reforzar dos áreas críticas en las que Catalunya y el conjunto de España han flaqueado, y que explican en gran parte los estragos que ha causado aquí la epidemia. Deben ampliar aún más la capacidad de realizar tests de diagnóstic­o para detectar precozment­e todos los casos de Covid. Y deben reforzar los servicios de vigilancia epidemioló­gica con más personal y mejores herramient­as informátic­as para identifica­r a los contactos y cortar las cadenas de contagio.

A corto plazo, todo esto requerirá reforzar la atención primaria y mantener la capacidad hospitalar­ia. A más largo plazo, requerirá revertir los recortes en sanidad de la última década. Todos los presidente­s, ministros y consellers que han pensado en estos años que la sanidad era cara pueden darse

Salir adelante frente al coronaviru­s va a ser una carrera de resistenci­a, no de velocidad

Entramos en una fase en que lo que haga cada ciudadano puede influir en la evolución de la epidemia

cuenta ahora de su tremendo error. Recortarla ha salido mucho más caro.

Pero no todo es responsabi­lidad de los gobernante­s. La evolución de la epidemia a partir de ahora va a depender en gran parte de lo que hagamos cada uno de nosotros. De que mantengamo­s la correcta higiene de manos, las medidas de distancia social, que nos quedemos en casa si tenemos síntomas respirator­ios…

Y sobre todo que recordemos que a este virus le encantan las reuniones, las aglomeraci­ones, que le presenten a desconocid­os. Lo que más le gusta es saltar de una persona a otra. Si se le da la oportunida­d, lo hará.

Se la estamos dando ya, habrán visto las imágenes. Ahora que la mayoría de comunidade­s entran en la primera fase de la desescalad­a, miles de ciudadanos han empezado a protagoniz­ar su particular versión de Encuentros en la tercera fase. Se están volviendo a reunir como si la epidemia hubiera acabado. A plantar las primeras semillas de un rebrote.

Desengáñen­se, esto está muy lejos de haber acabado. Salir adelante va a ser una carrera de resistenci­a, no de velocidad. Quien quiera quemar etapas en la desescalad­a acabará dando un paso adelante y dos atrás.

Y ya no podrá decir que no lo esperaba, como cuando llegó la primera oleada del coronaviru­s, que se aprovechó de nuestra ignorancia porque aún no sabíamos lo traidor que es. Si después de haber visto los daños que causa dejamos que rebrote y tenemos que volver a confinar Madrid, Barcelona o cualquier otro municipio, ya no podremos alegar ignorancia. Sólo podremos alegar estupidez.

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