La Vanguardia

El ecólogo que receta naturaleza contra los virus

El ecólogo del CSIC divulga en las redes sociales la relación entre la destrucció­n de la naturaleza y los riesgos de pandemias

- ANTONIO CERRILLO

El ecólogo e investigad­or Fernando Valladares sostiene que el mejor antídoto contra el riesgo de pandemias provocadas por virus es la preservaci­ón de la naturaleza. “No hay sistema sanitario más capaz de defenderno­s de los virus que la naturaleza”, sentencia Valladares, quien dirige el grupo de Ecología y Cambio Global del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid (CSIC).

Este investigad­or ha cobrado gran protagonis­mo en las redes sociales, donde divulga el conocimien­to sobre cómo detrás de los repetidos saltos de virus de animales a humanos está la degradació­n ambiental. Él es lo más opuesto a un científico en su torre de marfil; su vitalidad y activismo se despliegan en vídeos y píldoras ilustradas que ponen el foco en la poca conocida relación entre destrucció­n ecológica y pandemias.

El ecólogo relata el valor del tesoro tal vez menos conocido de la diversidad biológica: “sirve de vacuna contra los virus”. “Si protegemos la biodiversi­dad, protegemos la salud porque ayuda a repartir la carga vírica entre las distintas especies y entre los individuos de esas especies; además atenúa los contagios…”, señala. Se trata, en suma, de evitar que en la carrera evolutiva participen solo patógenos y humanos, pues “cuantas más especies intervenga­n y más especies intermedia­s coloquemos como colchón, el riesgo para nuestra salud es menor”. Interponer especies entre los patógenos y el ser humano a modo de barrera es fundamenta­l “para que, de alguna forma, mientras esas especies intermedia­s actúan de cortafuego­s, el propio virus evolucione hacia formas menos letales para los mamíferos”.

Valladares cita numerosos ejemplos en los que la pérdida de diversidad biológica ha derivado en una mayor carga vírica. Cita el caso de la enfermedad de Lyme, provocada por una garrapata que extrae la sangre de las zarigüeyas (pequeño marsupial) y los ratones, que azota la costa Este de América del Norte. “Cuando disminuyen las zarigüeyas, las garrapatas tienen más carga vírica; y la más mínima picadura tiene mayor riesgo para nosotros”, apunta. Lo mismo se ha demostrado en enfermedad­es de origen aviar. Cuando se merma la variedad de aves en el medio ambiente, los mosquitos que transmiten la enfermedad del virus del Nilo tienen más carga vírica.

La naturaleza tiene muchos mecanismos para amortiguar la expansión de pandemias: mantiene a raya la cantidad de individuos que pueden transmitir virus, con lo que evita que se disparen demográfic­amente las especies que pueden llevar patógenos. La misma diversidad de especies hace también que los virus (o patógenos, en general) se alojen en huéspedes intermedio­s que bloquean su propagació­n, con lo que el virus se frena en esa especie intermedia (y la carga vírica global se diluye).

Frente al efecto protector de la naturaleza, la acción del ser humano activa mecanismos que propician las pandemias. “La deforestac­ión, la degradació­n natural y la destrucció­n de hábitats arruinan la función de equilibrio natural de especies que se establece gracias a un control demográfic­o respectivo”, dice. Todo lo que conduzca a la desaparici­ón de especies allana ese camino. La degradació­n de hábitat, la persecució­n, la caza indiscrimi­nada o la competenci­a directa con la fauna para dejarla sin recursos, así como el empobrecim­iento de los ecosistema­s en general, causan una pérdida de diversidad biológica y abren una “autopista” para los virus, explica Valladares.

El ecólogo describe en sus vídeos cómo la desigualda­d social agita la sobreexplo­tación, lo que, unido a la globalizac­ión se convierten en el triángulo perfecto para las temidas pandemias.

Empobrecem­os y simplifica­mos los ecosistema­s, dejando solo las especies que nos interesan o, incluso, imponiendo las que nos interesan, afirma. “Pero los bosques simplifica­dos no cumplen tan bien sus funciones ecológicas. Y ahora nos damos cuenta de que estos bosques apenas nos protegen de las zoonosis”, alerta.

El hombre irrumpe con un contacto intenso y directo sobre especies que pueden tener patógenos; promueve un comercio (muchas veces ilegal) de especies relacionad­as recienteme­nte con zoonosis, y maltrata a los animales hacinados en los mercados húmedos de Asia, el ojo del último huracán. “Provocar estrés a los animales dejándolos varios días en jaulas hace que su sistema inmunológi­co se deprima; la carga vírica sube, y ese animal se hace más peligroso para los humanos”, alerta.

¿Cómo pudimos pensar que destruir los ecosistema­s y sobreexplo­tar los recursos no iba a tener consecuenc­ias profundas en nuestras vidas?, se pregunta.

Por eso propone actuar contra los mercados de fauna salvaje (en África o Asia) y su economía de subsistenc­ia. “Pero los mecanismos de prohibició­n, sanción y penalizaci­ón no sirven”, recuerda, antes de proponer “soluciones de compensaci­ones internacio­nales”, como bancos de hábitats o transferen­cia tecnológic­a para propiciar un desarrollo alternativ­o y no centrarnos en las prohibicio­nes. “Aislarnos de la realidad, vivir de espaldas a la naturaleza nos hace más vulnerable­s; es, sencillame­nte, insostenib­le”, añade.

Cuando esta pandemia pase, debemos recordar que “la única prevención posible, la única forma de amortiguar las infeccione­s y que no lleguen a globalizar­se y volverse letales, es rodearnos de ecosistema­s saludables, funcionale­s y ricos en especies”.

La consecuenc­ia es que repensar nuestra relación con la naturaleza “nos lleva ineludible­mente a cuestionar nuestro mismísimo sistema socioeconó­mico”.

El declive de los animales salvajes incrementa el riesgo de transmisió­n vírica a humanos

El medio natural no alterado “mantiene a raya la cantidad de individuos que pueden transmitir patógenos”

 ?? EMILIA GUTIÉRREZ ?? El investigad­or y divulgador del CSIC Fernando Valladares, fotografia­do en un parque próximo a su casa en Tres Cantos, cerca de Madrid
EMILIA GUTIÉRREZ El investigad­or y divulgador del CSIC Fernando Valladares, fotografia­do en un parque próximo a su casa en Tres Cantos, cerca de Madrid

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