La Vanguardia

“Y se iban como cohetes...”

Antonio Prieto revisa el Mundial de cross de 1981, el año de la revelación africana

- Sergio Heredia

VUELTA Y VUELTA

Me vestí de corredor porque ese traje me iba a la medida

Bill Rodgers

Hoy se cumple una semana: hace siete días soltaron a los toros bravos

Todos a correr.

Llevo siete días trotando de nuevo, siete días sintiéndom­e feliz. Y en ese tiempo, me ha dado por pensar:

–¿Y cuándo empezó todo?

Para mí, todo empezó en 1981.

(...)

Vamos a 1981.

Tengo diez años y nunca le he prestado atención al atletismo en blanco y negro, aquel que ofrecen en UHF, en el programa Torneo. Alguna vez me han hablado de los duelos entre Coe y Ovett. Sé que hay unos gigantes soviéticos que son muy fuertes y lanzan muy lejos. Y otras mujeres de la RDA.

Poco más.

Tengo diez años y es invierno de 1981 y enciendo la televisión y van a disputarse los Mundiales de Cross en el Hipódromo de la Zarzuela, en Madrid. Me levanto del sofá para cambiar el canal pero entonces dan el disparo de salida y salen a correr y me quedo.

Me fascina la dinámica del grupo, con atletas que se turnan en cabeza. Les veo cabalgar sobre la hierba, donde normalment­e galopan caballos. Ahora pasa delante un portugués que se llama Fernando Mamede y es favorito. También hablan de un australian­o, Robert de Castella. Y de tres estadounid­enses: uno defiende el título de 1980, Craig Virgin. Otro es excelente, Pat Porter. Y el tercero es un maratonian­o muy célebre en aquella época, hoy un apestado: Alberto Salazar.

Y están los españoles: José Luis González es la gran esperanza local, pero se descuelga pronto y desaparece de la cabeza. Quien aguanta firme es otro que destaca por ser rubio y muy pequeño: Antonio Prieto (62).

A veces asoman otros tipos de brazos alargados, pieles negras de camiseta verde y pantalón rojo que al fin toman la cabeza.

Esta es una novedad en el campo a través, hasta entonces territorio de americanos y europeos: ¿quién son estos desconocid­os africanos?

Los corredores deben dar cuatro vueltas al circuito. A falta de dos, los seis etíopes –con el imperial Miruts Yifter al mando– aceleran y se van en bloque. Abren quince, veinte metros, mientras el comentaris­ta se declara desconcert­ado:

–¿Qué es esto?

Los extraños hombrecill­os de

verde (coletilla que se adoptó más tarde, me recuerda Chema Artero) tiran, acaso trabajando para Miruts Yifter, y se escapan y la carrera parece sentenciad­a.

Y entonces, cuando pasan por meta para entrar en la última vuelta, se detienen.

El relato se vuelve fascinante. Definitiva­mente, me quedo clavado en el sofá.

–¡Se han equivocado! ¡Los etíopes pensaban que acababa la prueba! –vocea el comentaris­ta.

La última vuelta es un sálvese

quien pueda. Los etíopes reptan, derrengado­s, y solo uno de ellos mantiene el tipo. Se llama Mohamed Kedir. Será segundo. Yifter se ha fundido. Desde atrás llegan Virgin, que repetirá título, y Mamede y De Castella. También Prieto, que será quinto. Aquello termina.

Y maravillad­o en el sofá, me digo:

–Yo también quiero correr.

Para mí, allí empieza todo.

(...)

–Aquello fue una locura –me cuenta Antonio Prieto.

Llevo años encontránd­omelo por el mundo, en Mundiales o Juegos Olímpicos. Antonio Prieto es técnico de Alta Competició­n en el Consejo Superior de Deportes. Supervisa a atletas, triatletas, halterófil­os y beisbolist­as.

Cuando le veo, repito la muletilla: –Si corro es gracias a ti. Antonio Prieto ríe. Y sigue: –A media carrera yo iba cómodo. González no venía con el grupo, algo que me sorprendía porque quince días antes me había dado un repaso en un cross en España. Yo no tenía esa presión. La tenía él. Me sentía tan bien que pensaba atacar en la penúltima vuelta, en una zona de toboganes. Lo que pasa es que justo antes saltaron todos los etíopes. Salieron los seis a la vez, como cohetes.

–¿Y qué pensó?

–Me dije: ‘Otra locura de los etíopes’. Piense que poco antes, en los 10.000 m de los Juegos de Moscú’80, Yifter (oro entonces) y Kedir ya nos habían vuelto locos a base de cambios de ritmo. Pensé en sobrevivir y ya...

–Y a una vuelta del final se pararon todos.

–Se había desparrama­do la carrera. Yo no sabía nada. Venía de atrás. De pronto vi a Yifter caminando y a otros etíopes trotando suave. Me sorprendió ver que no reaccionab­an. Su técnico se había equivocado. Les había dicho que eran tres vueltas, no cuatro. –¿Y de dónde salían estos etíopes? –Yifter ya había ganado cosas, aunque en pista. En 1981, los africanos formaron su primer equipo para el Mundial de cross porque les había invitado Primo Nebiolo (presidente de la IAAF): les había pagado los billetes y la estancia en Madrid. Desde luego no nos imaginábam­os aquello. Ni lo que vino luego... –¿...?

–Cinco años después ya ganaba John Ngugi. Desde entonces, siempre ha ganado un africano, salvo Mourhit, que era belga nacido en Marruecos. Hoy el cross es irrelevant­e para los occidental­es: no tenemos opciones.

Puede ser, aunque yo no dejaré de correr...

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LV Prieto (305), con los fabulosos etíopes, como Yifter (96) y Kedir (93)
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