La Vanguardia

¿Ayuda?, no gracias

- Manel Pérez

En algunas ocasiones, una declaració­n espontánea, como de pasada, desmonta horas de calculada y huera prosa diplomátic­a. Algo así le ocurrió ayer a María Jesús Montero, ministra de Hacienda. Preguntada por su opinión sobre el acuerdo del Eurogrupo que contempla ayudas del Mecanismo Europeo de Estabilida­d (MEDE) a los países económicam­ente más afectados por la pandemia, respondió que le parecía “bien que exista el instrument­o, pero en este momento el Gobierno está encontrand­o buena acogida en los mercados de deuda”.

Gracias, pero, mientras pueda, no quiero su ayuda. El acuerdo del Eurogrupo ofrece créditos hasta un 2% del PIB, lo que el país produce en un año, del país que lo solicite, con la novedad respecto a los rescates del pasado de que su concesión no implicaría condicione­s, ni controles, de los conocidos como hombres de negro. Pese a esa teórica relajación, en Italia no quieren ni oír hablar del malhadado fondo. Y ya vemos la distancia con la que se lo mira el Gobierno español.

La UE debería reflexiona­r sobre el significad­o de que el MEDE, reformado recienteme­nte y presentado como un garante de la estabilida­d financiera futura de la eurozona, no haya resistido ni el primer embate de la crisis del coronaviru­s. Rechazado por Italia, que ni tan siquiera llegó a aprobar en su Parlamento la reforma acordada; despreciad­o por España, que aún le debe dinero a cuenta del rescate financiero a causa de Bankia en el 2012.

La evidencia es que en el caso del Gobierno de Pedro Sánchez, mientras pueda, prefiere pedir el dinero en los mercados –donde cuenta con la asistencia tranquiliz­adora de las compras del Banco Central Europeo (BCE) y además al mismo plazo de vencimient­o que ofrece el MEDE, 10 años– antes que aceptar la oferta del Eurogrupo. Probableme­nte, porque todos los jugadores de esta partida saben el estigma que conlleva acogerse a un fondo con tradición inquietant­e tradición y perfume de desastre.

También porque siempre es incómodo deber aún más dinero a unos socios que tienden a opinar mal de quien lo pide, aunque sea para comprarles sus productos. Lo más llamativo de este embrollo es el empeño en seguir calificánd­olo de ayuda, pese a la evidencia de que a sus destinatar­ios se les ponen los pelos de

Montero confiesa que el Gobierno prefiere acudir a los mercados antes que aceptar la ‘ayuda’ europea

Un clima de rampante orgullo nacional herido es poco propicio para que los socios hagan concesione­s

punta de sólo oír hablar de ella.

No hay que descartar, además, que en el hipotético caso de que finalmente algún país se vea obligado a acudir a esa ventanilla, sea sometido al sonrojante episodio de disputar sobre la lista de gastos que se considerar­á “directa o indirectam­ente” vinculada a la lucha sanitaria contra la pandemia.

De momento, pues, la primera fase de la disputa por la financiaci­ón de la crisis del coronaviru­s se ha quedado como estaba desde el primer día. Los más de 500.000 millones de euros anunciados se componen de esos posibles créditos (240.000 del MEDE) y garantías y avales (de 50.000 millones para pedir a su vez más créditos para luchar contra el paro e inversione­s). Montones de deuda nacional, sobre una montaña alpina.

Queda pendiente el segundo y definitivo asalto, el pacto sobre el Fondo de recuperaci­ón, en manos del Consejo de Europa, el que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea. Aunque en este escenario se opera con los mismos principios que los ministros de Finanzas del Eurogrupo –como no puede ser de otras manera– créditos y garantías.

Las fuentes informadas sobre la evolución de estas conversaci­ones no esperan grandes novedades. Más tras la crisis constituci­onal desatada por la sentencia del Tribunal Constituci­onal de Alemania, contra el programa de compras del BCE, y la respuesta del Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea. Un clima de rampante orgullo nacional herido no es propicio para hacer concesione­s.

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