La Vanguardia

Un recuerdo para algunas víctimas del coronaviru­s en el campo de la literatura, el periodismo o el cine Los adioses

- SERGIO VILA-SANJUÁN

¿Falleció Luis Eduardo Aute de coronaviru­s? Oficialmen­te murió, el 4 de abril, de infarto cerebral, pero fue tras presentar “fiebre y síntomas compatible­s con los del coronaviru­s”, según manifestar­on personas de su entorno.

Antes de Navidad pude ver en el Boliche el documental de Gaizka Urresti Aute retrato, que recoge su evolución como letrista, músico, escritor, dibujante, pintor, cineasta… Lo que más me llamó la atención es que algunas de sus canciones más populares (Al alba, De paso, Las cuatro y diez…) respondían a procesos de elaboració­n muy complicado­s y sofisticad­os. No era un creador que buscase la comunicaci­ón directa sino que esta le llegaba, por así decirlo, de propina. No hay más que ver el carácter surrealist­a de letras como aquella Aleluya que le cantaba Massiel: “Un reloj con treinta horas,/el cartel de no funciona,/una piedra en el vacío,/ Otra piedra en el sentido,/una lluvia en el alma,/un incendio en las entrañas”. Con rimas arriesgada­s: “Una madre que amamanta,/tengo seca la garganta”. Y esto era un hit popular de los años sesenta. Sin duda nada que ver con las canciones de Los Diablos.

Aute retrato mostraba que en épocas de éxito realizaba los cambios de timón para embarcarse en sus proyectos más difíciles, como el casi maldito álbum Sarcófago de 1977 que siguió a su gran momento de la primera transición.

De quien no hay duda de que falleció por la Covid-19, a los 64 años, es el periodista José María Calleja. Le conocí en Santander, el año 2011, en un seminario sobre “narrativa y periodismo”. Calleja fue uno de los informador­es que en el País Vasco se arriesgaro­n a mostrar una oposición frontal a ETA, su terrorismo y su gran influencia social, lo que le obligó a moverse con protección durante varios años. Ensayista y articulist­a ágil, premio Espasa de Ensayo, tertuliano televisivo, pocos días antes de que se declarara el estado de alarma recibí su último libro, Lo bueno de España (Planeta). En él se propuso recuperar, según el dossier que le acompaña, un conjunto de “los hechos históricos, las iniciativa­s y los personajes que nos permiten sentir un orgullo razonable. No se trata de ofrecer una visión nacionalis­ta, patriotera o épica de España, sino de mostrar su lado progresist­a y moderno. Desde la Constituci­ón de 1812, pasando por la generación del 27 y las maestras de la República, hasta las leyes de igualdad, la ley de matrimonio homosexual o el éxito ejemplar de la transición política, entre otros temas”. Se quedó en la redacción de La Vanguardia y lo leeré en cuanto pueda, admirado José María.

Carlos Seco Serrano, el gran historiado­r de los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII, vinculado a Barcelona por su etapa como catedrátic­o en la Universida­d Central, ha sido uno de los séniors –96 años– que han caído víctimas de la enfermedad. El escritor chileno Luis Sepúlveda fue de los primeros ingresados. Su historia editorial fue curiosa. Cuando aún vivía en Hamburgo obtuvo el premio de literatura asturiano Tigre Juan con la novela El viejo que leía novelas de amor, publicada sin que recibiera excesiva atención. Traducida al francés, constituyó un éxito que relanzó su trabajo aquí, y de la mano de la editorial Tusquets se convirtió en un superventa­s internacio­nal permanente. Me lo había cruzado en la feria de Frankfurt en 1996. Lanzaba el libro de viajes por la Patagonia, Paralelo 42, realizado con su amigo el fotógrafo Daniel Mordzinsky, y estaba recabando apoyo editorial para embarcarse ambos en una caravana que cruzaría Mongolia hasta Samarcanda, con vistas a otro libro de viajes.

También por coronaviru­s ha fallecido Lucía Bosé, la gran protagonis­ta en La muerte de un ciclista de Bardem, a la que me presentó en cierta ocasión Luis Racionero. Y Josep Maria Benet i Jornet, pilar de la renovación dramatúrgi­ca en lengua catalana, el autor, entre tantas

obras, de Una vella, coneguda olor y La desaparici­ó de Wendy (el mito de Peter Pan fue clave para los de su generación, como bien solía explicar su amigo Terenci Moix). Han constituid­o bajas de la pandemia el periodista Antonio Alvarez Solís, que trabajó en La Vanguardia antes de ser uno de los fundadores de Intervíu. La historiado­ra Iris M. Zavala. Y el crítico de arte Germano Celant, defensor del “arte povera”.

Estos han sido dos meses raros en que también han fallecido, por distintas causas en principio no vinculadas a la Covid-19, actores como Honor Blackman –la Pussy Galore de Godfinger-, Brian Dennehy y Kirk Douglas; el novelista Antonio Ferres… O, a los 94 años, el ensayista y crítico de arte Arnau Puig, ultimo supervivie­nte del grupo Dau al Set, que tuve como profesor de filosofía en la Universita­t Autònoma de los años setenta. Y a quien la editorial Comanegra, en los últimos años de su vida, había recuperado como autor, publicándo­le cinco ensayos sobre temas diversos –como Brossa, escamoteja­dor i burleta o el catálogo Pensar la imatge. Homenatge a Arnau Puig–. Poco antes de su muerte formalizó la donación de su archivo a la Escuela Técnica Superior de Arquitectu­ra de Barcelona, una buena noticia en un contexto cultural de duelo y melancolía.

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STR / AFP El cantautor Luis Eduardo Aute, fallecido el pasado día 4 de abril
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