Un recuerdo para algunas víctimas del coronavirus en el campo de la literatura, el periodismo o el cine Los adioses
¿Falleció Luis Eduardo Aute de coronavirus? Oficialmente murió, el 4 de abril, de infarto cerebral, pero fue tras presentar “fiebre y síntomas compatibles con los del coronavirus”, según manifestaron personas de su entorno.
Antes de Navidad pude ver en el Boliche el documental de Gaizka Urresti Aute retrato, que recoge su evolución como letrista, músico, escritor, dibujante, pintor, cineasta… Lo que más me llamó la atención es que algunas de sus canciones más populares (Al alba, De paso, Las cuatro y diez…) respondían a procesos de elaboración muy complicados y sofisticados. No era un creador que buscase la comunicación directa sino que esta le llegaba, por así decirlo, de propina. No hay más que ver el carácter surrealista de letras como aquella Aleluya que le cantaba Massiel: “Un reloj con treinta horas,/el cartel de no funciona,/una piedra en el vacío,/ Otra piedra en el sentido,/una lluvia en el alma,/un incendio en las entrañas”. Con rimas arriesgadas: “Una madre que amamanta,/tengo seca la garganta”. Y esto era un hit popular de los años sesenta. Sin duda nada que ver con las canciones de Los Diablos.
Aute retrato mostraba que en épocas de éxito realizaba los cambios de timón para embarcarse en sus proyectos más difíciles, como el casi maldito álbum Sarcófago de 1977 que siguió a su gran momento de la primera transición.
De quien no hay duda de que falleció por la Covid-19, a los 64 años, es el periodista José María Calleja. Le conocí en Santander, el año 2011, en un seminario sobre “narrativa y periodismo”. Calleja fue uno de los informadores que en el País Vasco se arriesgaron a mostrar una oposición frontal a ETA, su terrorismo y su gran influencia social, lo que le obligó a moverse con protección durante varios años. Ensayista y articulista ágil, premio Espasa de Ensayo, tertuliano televisivo, pocos días antes de que se declarara el estado de alarma recibí su último libro, Lo bueno de España (Planeta). En él se propuso recuperar, según el dossier que le acompaña, un conjunto de “los hechos históricos, las iniciativas y los personajes que nos permiten sentir un orgullo razonable. No se trata de ofrecer una visión nacionalista, patriotera o épica de España, sino de mostrar su lado progresista y moderno. Desde la Constitución de 1812, pasando por la generación del 27 y las maestras de la República, hasta las leyes de igualdad, la ley de matrimonio homosexual o el éxito ejemplar de la transición política, entre otros temas”. Se quedó en la redacción de La Vanguardia y lo leeré en cuanto pueda, admirado José María.
Carlos Seco Serrano, el gran historiador de los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII, vinculado a Barcelona por su etapa como catedrático en la Universidad Central, ha sido uno de los séniors –96 años– que han caído víctimas de la enfermedad. El escritor chileno Luis Sepúlveda fue de los primeros ingresados. Su historia editorial fue curiosa. Cuando aún vivía en Hamburgo obtuvo el premio de literatura asturiano Tigre Juan con la novela El viejo que leía novelas de amor, publicada sin que recibiera excesiva atención. Traducida al francés, constituyó un éxito que relanzó su trabajo aquí, y de la mano de la editorial Tusquets se convirtió en un superventas internacional permanente. Me lo había cruzado en la feria de Frankfurt en 1996. Lanzaba el libro de viajes por la Patagonia, Paralelo 42, realizado con su amigo el fotógrafo Daniel Mordzinsky, y estaba recabando apoyo editorial para embarcarse ambos en una caravana que cruzaría Mongolia hasta Samarcanda, con vistas a otro libro de viajes.
También por coronavirus ha fallecido Lucía Bosé, la gran protagonista en La muerte de un ciclista de Bardem, a la que me presentó en cierta ocasión Luis Racionero. Y Josep Maria Benet i Jornet, pilar de la renovación dramatúrgica en lengua catalana, el autor, entre tantas
obras, de Una vella, coneguda olor y La desaparició de Wendy (el mito de Peter Pan fue clave para los de su generación, como bien solía explicar su amigo Terenci Moix). Han constituido bajas de la pandemia el periodista Antonio Alvarez Solís, que trabajó en La Vanguardia antes de ser uno de los fundadores de Intervíu. La historiadora Iris M. Zavala. Y el crítico de arte Germano Celant, defensor del “arte povera”.
Estos han sido dos meses raros en que también han fallecido, por distintas causas en principio no vinculadas a la Covid-19, actores como Honor Blackman –la Pussy Galore de Godfinger-, Brian Dennehy y Kirk Douglas; el novelista Antonio Ferres… O, a los 94 años, el ensayista y crítico de arte Arnau Puig, ultimo superviviente del grupo Dau al Set, que tuve como profesor de filosofía en la Universitat Autònoma de los años setenta. Y a quien la editorial Comanegra, en los últimos años de su vida, había recuperado como autor, publicándole cinco ensayos sobre temas diversos –como Brossa, escamotejador i burleta o el catálogo Pensar la imatge. Homenatge a Arnau Puig–. Poco antes de su muerte formalizó la donación de su archivo a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, una buena noticia en un contexto cultural de duelo y melancolía.