Las primeras ventas
Según un estudio de Conecta Research & Consulting, durante el confinamiento el número de lectores frecuentes ha aumentado en un cuatro por ciento y el tiempo dedicado a la lectura ha alcanzado los 71 minutos diarios. La crisis sanitaria ha creado nuevos adeptos a la literatura y, quién sabe, tal vez algunos de ellos llamaron el lunes pasado a una librería para pedir hora de visita.
De hecho, a lo largo de esta semana ha habido incluso algunos listillos que, ansiosos como estaban por leer, se han saltado la obligatoriedad de concertar cita previa, como ocurrió el mismísimo lunes cuando un hombre detuvo el coche en Pau Claris y, a grito pelado, suplicó al librero de Documenta que le vendiera algo por la ventanilla. Como si estuviera en un Mcauto, oigan.
En Cultura/s hemos preguntado a algunas librerías –en Barcelona, Documenta, La Carbonera y Al·lots, y en otras ciudades, Alberti (Madrid), Letras Corsarias (Salamanca) y Argot (Castellón)– cuál ha sido el primer título que han vendido tras dos meses con la persiana bajada y las respuestas demuestran una clara inclinación por los productos gourmet antes que por el chóped.
Así, el libro más despachado el lunes a primera hora fue El infinito en un junco
(Siruela), la no ficción de Irene Vallejo de la que todo el mundo ha estado hablando durante el confinamiento. También inauguraron la temporada de dos librerías Una lección de abismo (Tusquets), de Ricardo Cano Gaviria ,y Cavalcarem tota la nit (Proa), novela con la que Carlota Gurt ganó el Mercè Rodoreda. En el género negro, dos títulos han dado el pistoletazo de salida a la que sin duda es la auténtica rentrée del 2020: Con el agua al cuello/amb l’aigua al coll
(Seix Barral/proa), de Donna Leon ,y Pequeñas mujeres rojas (Anagrama), de Marta Sanz. Y en literatura infantil, la primera venta de cierto establecimiento fue Marcel·lí (Blackie Books), de Sempé, que fue adquirido por la hermana de una clienta habitual que falleció recientemente. La mujer no quería que su sobrino –ahora huérfano– perdiera la costumbre que tenía su madre de llevarlo a pasar las tardes a esa librería, y se podría decir el lunes pasado se cerró un círculo. |