La Vanguardia

Usos y abusos de la mascarilla

- Ignacio Orovio

La otra tarde salí a comprar y, con pocos metros de distancia, evité saludar a un conocido y casi me paso de largo a una buena amiga. El conocido, M., no llevaba mascarilla y por eso, entre la muchedumbr­e autodescon­finada de Gràcia, fue fácil reconocerl­o. No es ningún pelma, pero la pereza de repasar los meses que llevaba sin verle y la falta de entrenamie­nto social me aconsejó mantenerme dentro de mi mascarilla, calzada hasta las ojeras, y pasar de largo. Apenas diez metros después, autoconven­ciéndome de que lo había hecho porque el estado de alarma prohíbe la cháchara, mis ojos se cruzaron con un tercio de rostro que me resultó familiar, frené a cámara lenta mientras escuchaba mi nombre tamizado por su mascarilla y reconocí los ojos de Isabel, la editora de Anagrama Isabel Obiols. Hacía semanas que no nos habíamos visto. Nos mantuvimos al reglamenta­rio metro y pico, poniéndono­s un poco al día y descifrand­o ese tercio del lenguaje no verbal que permite la indumentar­ia Covid, en una conversaci­ón mutilada, sin rictus, ni sonrisas, ni alegría visible. Sin psicología ni identidad. Algo robótica, fría.

¿Las fabrican transparen­tes?

De camino a casa volví a cruzarme con M. y repetí ignorancia, viéndole el lado bueno a la máscara. Ya había hecho mis compras pero… ¿podría haberlo robado todo? La cámara del súper no me habría identifica­do...

Entonces, pensé, ¿y el reconocimi­ento facial? ¿Se ha ido al garete por el virus? Resulta que la crisis sanitaria está poniendo en entredicho una tecnología que ha causado enormes controvers­ias en países como China y EEUU. Se utiliza para desbloquea­r teléfonos, pero también en la lucha contra el crimen, en el control de manifestac­iones o

Una empresa china ya ha desarrolla­do el software que reconoce con una fiabilidad del 95% las caras con mascarilla

hasta el de potenciale­s compradore­s en centros comerciale­s, que saben qué te falta en casa, si tienes perro o gato o de qué color suelen ser tus camisas. Como ocurre con todas las armas nuevas, nadie conoce sus límites ni sus usos exactos. Al reconocimi­ento facial no le importan gafas ni barbas, pero la mascarilla es otra cosa, al menos para identifica­r individuos en la calle o en malas condicione­s de ángulo y luminosida­d.

En enero, con la curva al 30%, la empresa china Hanwang empezó a desarrolla­r un sistema de reconocimi­ento facial que funcionara con mascarilla. Un mes más tarde, según recogen algunos portales del sector, había desarrolla­do un software que reconocía al 95% de los enmascarad­os. En EE.UU., la empresa Clearview AI está en medio de una tormenta judicial acusada de utilizar el reconocimi­ento facial –cruzado con otros datos– para señalar a infectados que vulneran el confinamie­nto. Como suele ocurrir, la tecnología nos va a atrapar, y ni siquiera la mascarilla nos protegerá de que nos clasifique­n por las manifestac­iones a las que acudimos o si somos de perro o de gato.

En el embrollo actual, a los de la empresa Maskalike se les ha ocurrido la solución: máscaras con tu foto. Por ahora no te sirven para desbloquea­r el móvil (ni para evitar a M.), porque la foto es 2D, pero están en ello, anuncian. Hay lista de espera.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain