El progresismo gallego vuelve a sumirse en la resignación
“Hay mucha resignación”, confiesa un dirigente de la oposición gallega para resumir el estado anímico con el que se afrontan las elecciones del 12 de julio. En privado en las cúpulas de los partidos se parte de la premisa de que el presidente de la Xunta, el popular Alberto Núñez Feijóo, goza de una posición más ventajosa que la que ya tenía ante los comicios suspendidos del 5 de abril. Es el fruto del desigual desgaste de la pandemia para los ejecutivos de Madrid y Santiago y de la perspectiva de que se avecina la campaña más mediática, en una Galicia con un escaso pluralismo informativo.
La expresión de Isabel II cuando calificó como annus horribilis 1992 para la monarquía del Reino Unido sirve para caracterizar lo que supuso el 2019 para el PPDEG desde el punto de vista electoral. En las generales del 28 de abril dejó de ser por primera vez desde
1979 la fuerza más votada en Galicia ante un PSDEG que jamás se había impuesto. Volvió a pasar en las europeas, mientras que en las municipales y generales de noviembre los populares vencieron por unas décimas, con el conjunto de la izquierda en máximos.
En la pandemia los resultados del 2019 se antojan muy lejanos. Ya en el camino de las fallidas elecciones gallegas del pasado 5 de abril se observaba una creciente desmoralización progresista por unas encuestas que, con algunas dudas, tendían a pronosticar una nueva mayoría absoluta de Feijóo. Pero se percibía en los líderes de PSDEG y BNG, Gonzalo Caballero y Ana Pontón, la voluntad de al menos intentarlo, lo que no ocurrió en el 2016, cuando los candidatos progresistas no se atrevieron a confrontar a Feijóo en el debate de la TVG con las fotos de su amistad con el narco Marcial Dorado, a pesar de que después se pasarían años hablando de ellas en el Parlamento, sin que sus intervenciones saliesen en los diarios.
La resignación, que quizá sea menor en un BNG al alza, se observa en el muy leve escándalo político y social por el papel de los restos de En Marea, la otrora exitosa marca creada por Unidas Podemos y Anova en el 2015. Ya sin ellos y sin el juez Luís Villares, el candidato del 2016, En Marea apoyó la convocatoria electoral de Feijóo, mientras PSOE, BNG y comunes pedían que se respetase el acuerdo de esperar al fin del estado de alarma.
La postración también se refleja en que estos partidos no usen el estudio epidemiológico del Gobierno frente al principal mensaje de Feijóo, el de que Galicia tiene una letalidad, la tasa de muertes por casos detectados, de la mitad que España y la más baja junto a Canarias, lo que probaría la calidad de su sanidad. Con los datos serológicos la letalidad gallega es ligeramente inferior a la media española, pese a que la sobrecarga sanitaria fue menor, porque el coronavirus llego más tarde.
Así, la única duda reside en si el PP logrará movilizar en la medida habitual a sus más fieles, los mayores. De las municipales francesas de marzo, celebradas ya en la pandemia y con gran abstención, llegan señales confusas, puesto que, según una encuesta de IFOP, la participación de los mayores de 65 años bajó 35 puntos, aunque otra, de Ipsos, reduce la caída a 14.
Es crucial la participación de los mayores, pero llegan señales confusas de Francia, donde se votó con Covid-19