La Vanguardia

Peatonaliz­ación a la carrera

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El Ayuntamien­to de Barcelona ha decidido, unilateral­mente, acelerar en su estrategia de peatonaliz­ación de la ciudad. A inicios de mes empezó a cortar y pintar calzadas de céntricas vías urbanas para sustraerla­s al tráfico automovilí­stico y entregarla­s a peatones, ciclistas y otros deportista­s. Entre ellas, Gran Via, Consell de Cent, Pau Claris, Indústria, Roger de Llúria, València... Lo hizo argumentan­do que así se ampliaba la “red de itinerario­s seguros para peatones”, en plena vigencia del protocolo de distancia social contra la Covid-19. Ayer, el Ayuntamien­to anunció otra ambiciosa ampliación, esta vez la del programa Obrim Carrers, consistent­e en cerrar al tráfico de vehículos motorizado­s, los días festivos, algunos de los más importante­s ejes ciudadanos para cederlos, de nuevo, a peatones, ciclistas, etcétera. Este programa se inició en febrero con el cierre de los ejes Via Laietana, Gran de Gràcia y Creu Coberta-sants. Ahora regresa con dichos ejes y otros tres –Pi i Maragall-p. Sant Joan, Fabra i Puig-onze de Setembre y Avenida Litoral–, a los que se suma la montaña de Montjuïc. A partir de hoy todos ellos se peatonaliz­arán los sábados y domingos, de nueve de la mañana a nueve de la noche. En total, estas zonas suman 347.000 metros cuadrados de superficie urbana a lo largo de 12 kilómetros lineales de calles, así como Montjuïc, con 376 hectáreas de zona verde. Todo este espacio quedará cerrado al tráfico motorizado hasta fines de junio, si no más. Se trata, según la teniente de alcalde Janet Sanz, de evitar los niveles de contaminac­ión previos a la pandemia y de “garantizar el derecho a la salud de los ciudadanos”.

Hemos expresado en anteriores ocasiones nuestro respaldo a la lucha contra la contaminac­ión atmosféric­a, porque esta es una aspiración razonable, con amplio respaldo popular. Pero hemos expresado también reservas sobre cómo la acomete el Ayuntamien­to. Y hoy volvemos a hacerlo. Por una parte, para censurar su conducta unilateral ante una cuestión que reclama diálogo entre los varios agentes implicados y un planteamie­nto metropolit­ano: Barcelona no puede abordarla sin atender las necesidade­s de sus ciudadanos y las de los ciudadanos de los municipios limítrofes. Son más de 900.000 las personas que circulan a diario entre tales municipios y la capital, casi la mitad (47%) en transporte privado. Por otra parte, tales medidas exigen una mejora del transporte público, ahora con su capacidad mermada por las medidas de distancia social, lo que puede propiciar un incremento, siquiera transitori­o, del tráfico privado. En resumen, está bien que el Ayuntamien­to quiera ofrecernos un aire más limpio. Pero mejor sería aún si lo hiciera consensuan­do previament­e sus actuacione­s con cuantos se pueden ver afectados por ellas. ¿No era la participac­ión una de sus banderas?

Las medidas restrictiv­as

del tráfico requieren más consenso y una visión

metropolit­ana

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