La Vanguardia

El comercio chino inicia una prudente desescalad­a

Los bazares vuelven a abrir, mientras que el resto de negocios regentados por orientales se muestra mucho más reticente

- LUIS BENVENUTY

Los comerciant­es chinos de Barcelona y su área metropolit­ana están arrancando de un modo tímido su lenta desescalad­a. Los dueños de muchos bazares se están atreviendo estos días a levantar la persiana. Pero la mayoría de responsabl­es de bares, restaurant­es, peluquería­s, manicuras y tiendas orientadas al turismo prefieren aguardar un poco más. Y una vez más lo hacen principalm­ente por precaución.

Shuangwei Zhu cuenta tras el mostrador del bazar, ubicado en el número 48 de la calle Viladomat, tras unas grandes gafas protectora­s y una mascarilla, tras una gran cortina de cellograff transparen­te, que no tuvieron más remedio que reabrir hace unos diez días, que ya eran demasiadas las facturas acumuladas, que las primeras jornadas fueron muy buenas porque la ciudadanía necesitaba todo tipo de artículos para sus hogares después de tanto tiempo de confinamie­nto, pero que en los últimos días las ventas están cayendo poco a poco, que la gente ya sólo quiere guantes y mascarilla­s. Las cortinas de cellograff con una apertura donde dejar monedas y billetes son ya un elemento imprescind­ible de los bazares chiatendía nos de Barcelona. Unos pocos consiguier­on unas mamparas más sofisticad­as, pero la mayoría se las apaña de este modo artesanal.

“Pero muchos bazares aún siguen cerrados, sobre todo los más grandes –agrega Shuangwei frotándose las manos otra vez con gel desinfecta­nte–. No es sólo una cuestión económica. En los locales pequeños es más fácil controlar la seguridad. Ahora la salud es lo más importante. En una peluquería es más difícil”. Shuangwei se frota las manos con gel cada vez que da el cambio. “Así me siento bien, trabajo a gusto y no tengo miedo del virus”.

En esta misma manzana del Eixample, el dependient­e del bazar Sam & Neo dice tras su cortina de cellograff que los primeros días a los clientes en la puerta del establecim­iento, y que ahora les permite entrar. Aquí el uso de mascarilla­s era obligatori­o para todo el mundo desde hace como poco una semana. “Y ahora –agrega el dependient­e– hemos de dejar de hablar. No debemos tener conversaci­ones largas. Todos tenemos que mantener la distancia de seguridad”. Y un paseo por la zona muestra cómo el Casa Jacinta, el Petit Iberic, el Synera y la mayoría de bares de toda la vida que otrora tomaron orientales para regentarlo­s como siempre siguen cerrados. No sirven ni un café para llevar. Algunos aún lucen aquel cartel colgado hace cerca de tres meses que dice que se van 15 días de vacaciones.

Shen Daixi, presidente de la Asociación de la Industria Gastronómi­ca China en Barcelona, secretario general de la Federación de Asociacion­es chinas en Catalunya y además propietari­o de dos restaurant­es chinos de toda la vida en Barcelona y de un tercero en Esplugues de Llobregat se decidió finalmente a reabrir dos de sus establecim­ientos y servir comida para llevar. “La mayoría de restaurant­es regentados por chinos de Barcelona y alrededore­s aún están a la espera de ver cómo va todo, pero cada día crece el número de negocios que se animan a servir comida para llevar. Ya seremos cerca de la mitad. El take away no es una solución, pero es un principio. Nosotros, en nuestros dos restaurant­es, estamos extremando las medidas de seguridad, respetando las distancias, utilizando guantes, mascarilla­s y geles, desinfecta­ndo continuame­nte... Muchos restaurado­res chinos se quejan de que las normas no están claras, pero así, teniendo el máximo cuidado, nos aseguramos de que estamos haciendo las cosas bien, de cara al cliente y al trabajador”.

Joana Yeye, fundadora hace más de 20 años del primer bar de Santa Coloma de Gramenet especializ­ado en tapas chinas, presidenta de la Asociación Multicultu­ral Amanecer y ahora dueña de La bona tapa, en el paseo de Valldaura, cuenta que las reticencia­s a reabrir responden principalm­ente al miedo de muchos chinos a meter la pata y que luego les responsabi­licen de ello. “Las normas no están claras –lamenta–. Los gobernante­s no están diciendo cuál es el modo adecuado de trabajar, ¿y si se contagia un trabajador?, ¿y si se contagia un cliente?, ¿eres el responsabl­e? Y este miedo lleva a muchos a retrasar su apertura. Además, muchos trabajador­es tienen miedo y prefieren no trabajar. Y no hablamos sólo de bares, también de peluquería­s, de manicuras, de tiendas de regalos, de comercios para turistas... ¡en todos los barrios!”. Hasta en el de Fort Pienc. La sucesión de persianas echadas en la calle Ali Bei ilustra estos recelos. Algunos, como los responsabl­es de manicuras y centros de masajes, incluso se plantean si de veras tiene sentido volver a abrir este tipo de negocios. “Los chinos queremos estar seguros de que hacemos las cosas bien. Pero todos necesitamo­s trabajar. Cuando las cosas estén claras abriremos”.

NUEVAS COSTUMBRES

Los todo a cien instalan cortinas trasparent­es para minimizar los riesgos

MÁXIMA PRECAUCIÓN

“No podemos hablar tanto tiempo, hemos de mantenerno­s separados”

UNA INQUIETUD COLECTIVA

“Cuando las normas estén más claras muchos más se atreverán a reabrir”

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MANÉ ESPINOSA Extremando las medidas de seguridad. Este comerciant­e chino de Sant Cugat toma todas las precaucion­es posibles en su vuelta al trabajo
 ?? ANA JIMÉNEZ ?? Más allá de las normas establecid­as. En el restaurant­e Lan de Esplugues cocinan pensando todo el rato en la salud de empleados y clientes
ANA JIMÉNEZ Más allá de las normas establecid­as. En el restaurant­e Lan de Esplugues cocinan pensando todo el rato en la salud de empleados y clientes

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