La Vanguardia

Dieciséis años después

Federico y Mary de Dinamarca se casaron el mismo mes que Felipe y Letizia; unos son príncipes y los otros, ya son reyes

- Mariángel Alcázar

El mes de mayo del 2004 fue un festival de bodas reales. El día 14 se casaron en Copenhague el príncipe Federico y la abogada australian­a Mary Donaldson; una semana después, en Madrid, lo hacían Felipe de Borbón yla periodista Letizia Ortiz. Las dos bodas estuvieron conectadas y no solo porque aquel día la aún prometida del príncipe de Asturias, con su vestido rojo, diseño de Lorenzo Caprile, entró pisando fuerte en un mundo que no era el suyo y que, ella solita, con los años, ha logrado transforma­r.

Las bodas de los herederos de Dinamarca y España también tuvieron otro punto de contacto, ya que durante los Juegos Olímpicos del 2000, dos jóvenes altos y apuestos se encontraba­n en un bar de Sidney cuando dos muchachas les llamaron la atención. Ellos eran Nicolás de Grecia y Felipe de Borbón y ellas, Mary Donaldson y una amiga. Se cayeron bien y quedaron para el día siguiente. En el nuevo encuentro cambió uno de los protagonis­tas, ya que Nicolás de Grecia se presentó con su otro primo Federico de Dinamarca. Cuatro años después, el danés se casó con Mary, a quien su padre llevó al altar con falda escocesa, haciendo honor a sus orígenes. En el 2020, son padres de cuatro hijos y siguen siendo príncipes herederos. La reina Margarita, recién cumplidos los 80, no tiene intención de abdicar.

El 22 de mayo del 2004, no hace falta recordarlo, en Madrid llovió a cántaros y eso que el día se escogió porque, desde que había registros meteorológ­icos, en esa misma jornada siempre había lucido el sol. La novia se quedó sin hacer el paseíllo desde el Palacio Real a la catedral de la Almudena, pero vamos, llegó al templo a bordo de un Rolls Royce. Fue la primera, pero no la última, vez que subió a ese coche: diez años y un mes después, Letizia pasó de princesa a reina, tras la proclamaci­ón de Felipe VI. Su etapa de adaptación al medio, que incluyó épocas de rebeldía, que ahora se entienden sabiendo lo que pasaba en aquella casa durante el reinado del emérito, dio paso a un tiempo que se presentaba hecho a la medida del nuevo Rey. Pero, ¡ay! amigos, cuando se cumplen dieciséis años del día en el que Felipe y Letizia empezaron su luna de miel en Cuenca y casi seis de su tiempo como reyes, la pareja ha vivido en un continuo sinvivir. Al Rey le ha tocado lidiar con varias repeticion­es electorale­s y los consiguien­tes procesos; algunos partidos, incluso los del actual Gobierno, le consideran más que un jarrón chino un jarrón comprado en los chinos y, ahora, en medio de la pandemia, su señor padre le hace de iceberg en la ruta del Titanic. Pero no tengan dudas, bordeará los obstáculos y llegará a puerto. En estos días y ya van más de dos meses, a falta de actos institucio­nales, Felipe y Letizia empiezan a parecer Isabel y Fernando, repartiénd­ose la tarea de contactar, animar y estar al tanto de cómo la actual situación afecta a diferentes colectivos sociales, sanitarios y económicos. Me consta que para la princesa de Asturias está siendo todo un aprendizaj­e. Sin anestesia y sin fantasías de cuento de hadas.

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