La Vanguardia

“Madrid está pasteuriza­do”

- NÚRIA ESCUR

Ha pisado muchos platós de televisión, colaborado en numerosos medios y escrito bastantes libros. La melancolía y el glamur son sus ingredient­es preferidos. Pero a Máximo Huerta nada le hizo tan popular, probableme­nte, como ser Ministro de Cultura durante siete días. La polémica va de la mano de este escritor y periodista valenciano (Utiel, 1971) que lanza su última novela: Con el amor bastaba (Planeta), una fábula que defiende el valor de la diferencia.“madrid está pasteuriza­da, sin su sabor verdadero”, nos dice desde su confinamie­nto. “Madrid es bulla y alegría y ese silencio la tiene amordazada. Pasear sin poder tomarse una caña, sin ver a los amigos, sin ir al cine, sin hacer la cola para el teatro o gritarse de pura vida en las terrazas es la peor ficción. A mí me gusta el costumbris­mo de siempre. No me va la ciencia ficción”.

Con el amor bastaba es una fábula sobre la libertad. “Ya lo dijo bien Aute: reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo”. Y el reflejo biográfico está en todas las novelas, dice, “escribes para llenar vacíos, desquitart­e la realidad, contra las circunstan­cias”. En la novela, Elio (que le dice a su madre “soy un niño raro”) “siente que vuela, que necesita escapar de la realidad que le rodea”. Y la identidad sexual también juega su papel. “Mi novela trata de todos los que se sienten “diferentes” y se dirige a ellos. Pero, sobre todo, de cómo nos miran los demás. Reivindico la necesidad de ser feliz a toda costa, aunque los demás nos hagan la vida imposible con la mejor de sus intencione­s”.

¿Se parecía a su niño protagonis­ta? “El pequeño Maxi era un niño de libros, pinturas y escritura. Ser hijo único en los setenta era otro mundo: no había maquinitas ni móviles ni ordenadore­s… La ficción estallaba en tu cabeza y la imaginació­n crecía y crecía. Un niño no es un proyecto del mayor que será, el hombre es lo que queda de aquel niño”. Añade que se siente feliz cuando se siente tranquilo, da igual

donde, “pero la Provenza (donde es feliz Elio) ayuda, es todo belleza”.

Máximo Huerta evita concretar cuando le preguntamo­s si visto el panorama cultural actual se alegra de no ser ministro de Cultura ahora mismo. “Cuando acepto una responsabi­lidad, en la familia o en el trabajo, la asumo con todas sus consecuenc­ias”. Insistimos. ¿Alguna vez se sintió un impostor cultural? “Diga lo que diga nada cambiará su opinión al lanzar la pregunta”. ¿No le parece mediocre, en general, la clase política española? “Como decía Dickens, ‘hay grandes hombres que hacen sentirse pequeños al resto; la verdadera grandeza consiste en hacer que todos se sientan grandes’.

Y esto vale para todo”. Así lo zanja.

¿Cuándo y por qué dejó de ser Màxim para ser Máximo?, aventuramo­s.“no he dejado de serlo, simplement­e aparece el nombre en mi DNI, en mi acta de bautismo. Mi madre y toda mi familia me llama Maxi, mis amigos Max, soy Màxim para la mayoría aunque digan “Maxín”, y Máximo en todos los documentos”. Aprovechan­do estos días ha releído Moby Dick, El Gran Gatsby, a Georges Perec, Millás, Grandes, Vuillard…

La melancolía no es tristeza, insiste. “¡Qué va!, es algo mucho más ligero. Aviva recuerdos, los colorea. Tiene mucho de felicidad en la soledad. Será genético. En la mirada de mi abuela Irene había mucho de alegría y melancolía, y ese brillo me gusta. Me da paz”. Convencido de que los fantasmas de la infancia, en la madurez se convierten en tus amigos, duda de la literatura como terapia. “Por mucho que escriba, eso no cambia el pasado. Sigue ahí. Quietecito. Salta al oír una canción, con una foto o el sabor de una comida. El pasado es lo que más futuro tiene porque es lo único que existe”. Y tiene claro qué hará en cuanto termine el estado de alarma: “Viajar, brindar y besar”.

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FERNANDO ANDRES PUERTO

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