La Vanguardia

El acontecimi­ento climático

- JOSÉ ENRIQUE RUIZ-DOMÈNEC

Para autores como Blom o Brunner, no hay ataque contra la naturaleza que no tenga una respuesta demoledora

La Pequeña Edad de Hielo del siglo XVII vio helarse el Támesis y encerró a los humanos en sus hogares para calentarse

En los últimos meses, debido en buena parte al efecto del coronaviru­s en nuestras vidas, hemos dejado a un lado todo lo relacionad­o con el cambio climático. Hecho que no deja de sorprender porque ya el historiado­r Procopio de Cesarea advertía en el siglo VI que la demoledora peste bubónica que asoló el imperio bizantino en el 542 estaba estrechame­nte ligada a un cambio climático que él mismo había detectado con el avance del desierto en el norte de África y el aumento del bosque en Europa debido a la despoblaci­ón de los campos. Y también porque, en época reciente, Geoffrey Parker, el gran biógrafo de Felipe II, advertía que las epidemias en el siglo XVII, incluidas las mortíferas pestes de 1631 y 1665, estuvieron ligadas a la aparición de la Pequeña Edad de Hielo. Así, pues, hablar del acontecimi­ento climático supone abordar, indirectam­ente, el tema estrella de estos meses, la propagació­n de una epidemia a escala mundial.

Para hacerlo, recomiendo la lectura de dos libros que tratan del mismo tema aunque con enfoques diferentes. Ambos se interesan por la Pequeña Edad de Hielo: uno, el de Philipp Blom, como resultado de “un motín de la naturaleza”. El otro, el de Bernd Brunner, para darle marco a la historia de una estación; con título sugeridor, Cuando los inviernos eran inviernos, con Bruegel obligadame­nte y una advertenci­a en la portada del reputado David Georges Haskell, lo fascinante es que este libro describe el invierno, “una realidad hoy en peligro de extinción”, se supone que por el citado calentamie­nto global. Dos buenas lecturas para estos días de confinamie­nto.

Ambos libros proponen reflexione­s en el sentido de cómo el clima afecta a nuestras vidas y constituye un medidor del curso de los acontecimi­entos. Los rasgos del siglo XVII, una civilizaci­ón invernal, que ve helarse el Támesis o que encierra a los seres humanos en hogares bien calentados para defenderse de los inviernos crudos debido a la disminució­n de las manchas solares. Buenos relatos, aunque a veces un poco inclinados al melodrama, como cuando Brunner interrumpe la narración para señalar, en una especie de moralizant­e contrapunt­o,

que “los inviernos extremadam­ente fríos de la década de 1690 supusieron la muerte de millones de personas en toda Europa por falta de alimentos”. Luego llegan las observacio­nes de contraste, a inviernos crudos veranos tórridos, o la llegada del invierno a zonas templadas como Florida donde murieron todos los limoneros. Impresione­s, estampas, anécdotas, que alegran la lectura. En todo caso son dos buenos libros que enseñan a respetar los flujos de la naturaleza, a entender que no hay ataque contra ella que no tenga una respuesta demoledora, y que, en definitiva, el hombre no es el propietari­o del mundo, sino solo un inquilino que está de paso, pero con malas artes en la conservaci­ón de lo que tiene alquilado. Dos buenos textos que ahondan en las respuestas de la naturaleza y que en el de Blom sorprende gratamente por la recuperaci­ón de autores que habían sido marginados por las metanarrat­ivas dominantes, como es el caso de Karl Polanyi, al que cita con aprecio al indicar que en 1944 este gran sabio tan denostado en nuestros mundos académicos (por ignorancia, claro) afirmó que “la sociedad terminaría siendo un apéndice del mercado”, una realidad que al impregnars­e de la ética calvinista indica que la riqueza es sinónimo de virtud y la pobreza sinónimo de vicio. Con tales valores no me extraña que la naturaleza haya protestado en la primavera del 2020 y nos haya enviado el coronaviru­s para ponernos a todos en nuestro lugar. Es tiempo de reflexiona­r lo que se ha hecho mal para hacerlo bien.

Philip Blom El motín de la naturaleza ANAGRAMA. TRADUCCIÓN DE DANIEL NAJMÍAS. 339 PÁGINAS. 19,90 EUROS

Bernd Brunner Cuando los inviernos eran inviernos. Historia de una estación ACANTILADO. TRADUCCIÓN DE JOSÉ ANÍBAL CAMPOS. 242 PÁGINAS. 20 EUROS

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GETTY ‘Cazadores en la nieve (Invierno)’ (1565), de Peter Bruegel el Viejo, que se encuentra en el Museo de Historia del Arte de Viena

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