La Vanguardia

El corona es un balón con pinchos

Literatura Infantil y Juvenil De tierras noruegas y de la mano de la editorial Nórdica Libros nos llega un relato inédito sobre la pandemia, de una de las autoras de la LIJ más aclamadas en los países nórdicos, Maria Parr. Lo reproducim­os íntegro

- MARIA PARR

–El corona es un balón con pinchos –dijo Oskar.

Estaba acostado en la litera de abajo, dándome la brasa como siempre.

–El corona es un virus –le dije. –Pues parece un balón con pinchos –dijo Oskar.

–Ya, pero es un virus –le dije algo irritado, mientras me preguntaba si todos los niños de siete años serían igual de tontos o si mi hermano pequeño destacaría como particular­mente cortito.

Oskar se quedó callado el tiempo justo para hacerme creer que se había dormido.

–Digas lo que digas, parece un balón con pinchos –dijo. Suspiré. –Vale, lo mismo da. Con tal de que te calles, me es igual que digas que es una rana con ubres –le dije.

–¿Así que estamos jugando al balón prisionero, solo que con un balón corona? –preguntó, y no se calló en absoluto.

Si hay algo de lo que Oskar está últimament­e orgulloso es de haberse aprendido por fin las reglas del balón prisionero. Se atreve a jugar incluso con los niños de tercero.

–¿Balón prisionero, mequetrefe? ¡El corona no tiene nada que ver con el balón prisionero!

–Claro que sí, porque hay que apartarse. Y cuando te da el balón corona, te contagias. ¡Zas!

Por Dios, pensé. Estaba hasta las narices de os k ar. Normalment­e lo encuentro irritante, pero llevaba una semana entera sin verlo más que a él y a mis padres y ¡ya no aguantaba más! ¿No podría dormirse como un niño normal?

–Hay dos equipos –insistía Oskar allá abajo–. El de los que tienen corona y el de los que no. La gente con corona tiene el balón. Bueno, no, tienen muchísimos balones. Con pinchos. Miles. Y lanzan balones corona contra los que no lo tienen.

Noté que Oskar empezaba a tirar balones corona imaginario­s debajo de mí. La litera entera estaba temblando.

–¡Oskar! ¡Para! –grité–. Quiero dormir. Pero Oskar no paró. –Si te da un balón corona, tienes que pasarte al equipo de los contagioso­s. Y entonces puedes empezar a tirarle balones a la gente. Lanzas balones con pinchos y tienes que intentar dar a todo el que puedas, para que crezca el quipo del corona. ¡Zas! ¡Pang! ¡Boom!

Me senté en la cama y asomé la cabeza por encima del borde. En la litera de abajo, mi hermano pequeño Oskar, que es muy flaquillo, lanzaba tantos balones corona imaginario­s que tenía el pijama de Spiderman hecho un gurruño.

–En el balón corona no hay dos equipos, Oskar.

–Claro que sí –dijo mi hermano–. Por eso tenemos que mantener las distancias y no juntarnos con nadie.

–No hay dos equipos, mequetrefe –repetí–. Hay uno solo.

–No –dijo Oskar. –Sí –le dije–. Somos todos contra el corona.

Por fin hubo silencio. Me tumbé de nuevo y cerré los ojos.

–¿Jugamos todos en el mismo equipo? –preguntó por fin mi hermano, después de que su cerebrillo se lo hubiera pensando muy a fondo durante un buen rato. Suspiré.

–Sí, Oskar. Todas las personas del mundo entero jugamos en el mismo equipo.

–Entonces, ¿Messi y Ronaldo juegan en el mismo equipo?

Dios, ¿qué era lo que no entendía?

–Sí, Messi y Ronaldo juegan en el mismo equipo. De hecho, Luka Modric y Eden Hazard también. Todos los futbolista­s del mundo entero juegan en el mismo equipo. Todos, Oskar. En ese equipo juega también la primera ministra Erna Solberg, igual que los mil millones de chinos y todos los médicos del mundo y la policía y hasta los atracadore­s de bancos. Todos juegan en el mismo equipo. Los camioneros y la gente de EE.UU. y Putin y Merkel y mamá y los refugiados de Siria y los vecinos y los técnicos del ayuntamien­to y los traficante­s de drogas y todos los bomberos del planeta y los pilotos de helicópter­o y los atletas de la tele y el rey. Y todos los demás reyes y reinas también. Y tu maestra y todos los enfermeros y Markus y Martine y Emma y tú y yo y el gato. Todos jugamos en el mismo equipo. ¿Te enteras?

Oskar no dijo nada, segurament­e se lo estaba pensando. Casi me había quedado dormido cuando lo soltó:

–Entonces, ¿el corona juega solo?

–Sí, Oskar, el corona juega solo. ¿Podrías dormirte ya y dejar de dar la lata?

Oí que Oskar se arrebujaba el edredón ahí abajo.

–Sí –dijo con un bostezo–. Ya me puedo dormir.

Ysedurmió. |

 ?? AGNETE BRUN ?? Con un gran sentido del humor
Maria Parr (Fiskå, 1981) es una de las escritoras noruegas de libros infantiles más traducidas. En España contamos con los títulos ‘Tania Claravall’ y
‘Corazones de gofre’ en Nórdica Libros, dos obras que han cosechado premios como Luchs, el Premio Brage, el Silbernen Griffel o el Prix Sorcière.
Parr se pone a la altura de la mirada de los niños para escribir sobre sus preocupaci­ones y necesidade­s con curiosidad y un gran sentido del humor
AGNETE BRUN Con un gran sentido del humor Maria Parr (Fiskå, 1981) es una de las escritoras noruegas de libros infantiles más traducidas. En España contamos con los títulos ‘Tania Claravall’ y ‘Corazones de gofre’ en Nórdica Libros, dos obras que han cosechado premios como Luchs, el Premio Brage, el Silbernen Griffel o el Prix Sorcière. Parr se pone a la altura de la mirada de los niños para escribir sobre sus preocupaci­ones y necesidade­s con curiosidad y un gran sentido del humor
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SOLVEIG SERIGSTAD HAUGE Traducción de Cristina Gómezbagge­thun

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