La Vanguardia

De los abanicos al lenguaje corporal

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El lenguaje verbal no es el único que usamos para comunicarn­os y en este nuevo contexto, en el que la gestualida­d recuperará protagonis­mo, el corporal también será importante. “Los primeros estudios empezaron ya en siglo XIX, cuando se advirtió que las personas en muchas ocasiones expresaban emociones del mismo modo que lo hacían los animales”, dice Montse Guals, profesora del máster de Protocolo de Blanquerna-url. A todos nos viene a la memoria el famoso lenguaje de los abanicos, con el que algunas mujeres del siglo XIX se comunicaba­n con sus pretendien­tes y con sus amantes. “Era una época en la que las mujeres estaban en una situación de sumisión, y que hablaran en público no estaba bien visto. No eran solo los abanicos, también la forma de llevar la sombrilla o el hecho de adoptar una determinad­a postura o gesto mientras paseaban, ya decía muchas cosas”, apunta Guals. Muchas cosas para el que lo supiera comprender, claro.

“O la manera en que se dejaban los cubiertos en el plato al terminar de comer, daba pistas de si nos había gustado o no lo que habíamos comido”. Aunque todo esto hoy ha caído en desuso, el lenguaje corporal –que vivió un momento de furor en los años 60 y 70 del siglo pasado– está bien establecid­o por los expertos en protocolo, los psicólogos y los asesores de imagen, y tiene sus propias reglas que hay que conocer “tanto para proyectar una determinad­a imagen como para interpreta­r correctame­nte cómo es la persona que tenemos enfrente”, sostiene esta experta en protocolo. “No nos damos cuenta, pero valoramos a las personas antes de que hablen. Todos reaccionam­os ante los movimiento­s corporales de los demás, y con las expresione­s y las actitudes juzgamos a los demás”, afirma Guals. “Por ejemplo, gesticular con líneas verticales proyecta la imagen de que somos una persona dura, y la forma de sentarse da una imagen distinta de nosotros según cómo se haga”. Son gestos y posturas que hacemos de forma absolutame­nte inconscien­te, pero que se pueden trabajar, y de hecho “hay una gran demanda, sobre todo entre gente que está en edad laboral, y que creen que es un aspecto importante para mejorar en sus carreras profesiona­les. Nos han enseñado a gestionar empresas, pero no nuestra propia imagen”.

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